
Opinión
Multilateralismo contra la próxima pandemia
El tratado aprobado por la OMS es un histórico paso, al establecer un marco legal y mecanismos de coordinación y de intercambio de avances científicos

Habrá otra pandemia y, desafortunadamente, se dan todas las condiciones para que sea pronto. Las razones son varias.
Por un lado, está el boom del viaje de ocio. Nunca tanta gente había viajado tanto, tan lejos, y a lugares tan exóticos como hasta ahora, una tendencia que no hará más que crecer. De hecho, según American Express Travel, en 2024, la mitad de nosotros valoramos realizar una «expedición» el año siguiente. Un 12% de los «boomers» y un 31% de los «millenials» quería realizar un viaje del tipo «trekking con gorilas», «ascensión al Kilimanjaro» o un safari.
Por otro lado, según el barómetro de Naciones Unidas, en 2024 el turismo mundial ya había recuperado, y en algunos casos superado, los niveles pre Covid-19. Oriente Medio fue la región con mayor crecimiento turístico en términos relativos, un 26% respecto a 2019, y España batió su récord turístico, con más de 90 millones de visitantes.
Con ello, cada vez nos exponemos más a patógenos emergentes que importamos aquí y transmitimos a nuestros allegados. Cada vez vemos más casos importados de dengue y empiezan a haber casos autóctonos, es decir, de gente que se ha contagiado en España.
Un segundo factor son las migraciones forzadas. El mundo está hecho un desastre y la situación empeora en muchos lugares. Riqueza extrema para unos pocos, conflictos bélicos, pobreza, persecución ideológica, religiosa o por motivo de género u orientación sexual para el resto. Ucrania, Gaza, Siria, Libia, Sudán… una América Latina cada vez más tensionada y unas viejas democracias cada vez más denostadas.
Un mundo amenazado por el aislacionismo y una cultura del conflicto armado en expansión. Una explotación de recursos naturales sin límite, y que irá a peor por la necesidad de refrigerar los enormes ordenadores donde se ejecuta la inteligencia artificial, y las tierras raras, esenciales para los chips, procesadores, móviles y múltiples procesos industriales.
Migraciones y desplazamientos forzosos que a menudo ocurren entre países africanos, dentro del continente americano o intrarregionales en cualquier parte del mundo. Una exposición creciente a ambientes deforestados y a animales que anteriormente jamás contactaban con los humanos y que pueden transmitir sus patógenos.
Tercero, las migraciones animales. Aves, peces, insectos y algunos mamíferos están en continuo movimiento por grandes áreas del planeta, interactuando entre ellos de formas maravillosas, pero también diseminando patógenos que pueden saltar a los humanos.
Sumadle el comercio internacional de animales para el consumo humano, el desplazamiento accidental de insectos como el mosquito tigre o la avispa asiática y el comercio clandestino de especies exóticas. El mosquito tigre puede transmitir dengue, chikunguña o zika. La gripe aviar (H5N1) se ha ido expandiendo en los últimos años entre mamíferos que nunca antes había infectado y está a una sola mutación de transmitirse entre humanos. El día que lo consiga, tendrá un potencial pandémico evidente pues, como el SARS-CoV-2, se trasmite por el aire. La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, transmitida por garrapatas, con una letalidad de hasta el 30%, se detectó por primera vez en España en 2006. Su primera descripción fue en la guerra de Crimea en 1944.
«Ojalá esta vez sepamos protegernos mejor y no repitamos errores»
El cuarto factor es el cambio climático. Las actividades humanas, incluyendo las emisiones industriales y la deforestación, han causado un cambio climático sin precedentes durante los últimos 200 años. La temperatura de la superficie terrestre ha aumentado 1,2°C desde el siglo XIX, desencadenando sequías, escasez de agua, aumento del nivel del mar, derretimiento del hielo polar y pérdida de biodiversidad. Sin embargo, las políticas industriales actualmente en vigor apuntan a hasta 3,1 °C de calentamiento para finales de siglo. Esto permite que se establezcan en nuestro entorno insectos y otros vectores propios de regiones tropicales, facilitando la transmisión de patógenos.
El quinto factor es la estupidez humana. No solo por minimizar los riesgos y confiar en que «todo irá bien» sin financiar adecuadamente la investigación, sino por promover activamente la desinformación y atacar la ciencia, especialmente en el ámbito de las enfermedades infecciosas. Algunos ejemplos alarmantes incluyen declaraciones como las del secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., quien propuso «pausar» la atención a estas enfermedades, o la retirada de fondos de programas clave como los de USAID para VIH y tuberculosis, lo que provocará millones de muertes evitables. Además, existe un ataque intencionado y perfectamente planificado a todos los esfuerzos multilaterales, especialmente aquellos que otorgan voz a países pobres.
Nosotros estamos desarrollando vacunas y antivirales, poniendo a punto ensayos clínicos y redes internacionales que permitan caracterizar y mejorar el tratamiento de cualquier infección emergente.
Pero las pandemias no conocen fronteras. El SARS-CoV-2 surgió en China, pero sus variantes se originaron en India, Europa y África, causando sucesivas olas en todo el mundo. La gripe aviar comenzó en Asia, pero los casos humanos se concentran ahora en Estados Unidos. La Mpox, antes limitado a África occidental, se globalizó. Solo mediante el multilateralismo, aquella acción coordinada entre países con un objetivo en común, podremos contener futuras pandemias.
Por ello, el tratado antipandemias aprobado por la 78ª Asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es un paso histórico, ya que establece un marco legal y mecanismos de coordinación y de intercambio de avances científicos equitativos.
Ojalá esta vez sepamos protegernos mejor y no repitamos los errores del pasado.
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