Alimentación

NiMe, la nueva dieta para perder peso sin comer menos calorías que huye de lo industrializado

Un estudio revela cómo seguir un régimen de estilo «no industrializado», más cercano a lo que comían los indígenas, reduce el riesgo de patologías crónicas

Hay que tomar una pequeña porción de proteína animal por día
Hay que tomar una pequeña porción de proteína animal por díaDREAMSTIMELA RAZÓN

En muchas ocasiones se opta por dietas bajas en calorías o muy restrictivas que parecen funcionar al principio, pero a medida que van pasando las semanas la pérdida de peso se va ralentizando o llega el temido efecto rebote al terminarlas. Pues bien, un equipo internacional de científicos dirigido por el profesor Jens Walter, un científico destacado en el University College Cork (Irlanda), ha descubierto que una dieta recientemente desarrollada inspirada en los hábitos alimentarios de las sociedades no industrializadas puede reducir significativamente el riesgo de una serie de enfermedades crónicas y bajar de peso, sin reducir la ingesta de calorías.

La clave reside en alejarse de las dietas industrializadas, ricas en alimentos procesados ​​y bajas en fibra, que han contribuido a un aumento sustancial de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardíacas en países ricos.

En un artículo publicado esta semana en «Cell» los autores han demostrado que una dieta que imita los hábitos alimentarios de las comunidades no industrializadas ha producido mejoras metabólicas e inmunológicas significativas.

Así, en tan solo tres semanas, la dieta logró que los participantes bajaran de peso, pese a que «en nuestro estudio esto fue controlado. Es decir, todos los participantes comieron exactamente las calorías que requerían y consumían antes de realizar la intervención», explica a este suplemento Walter.

Además, el nivel de colesterol malo bajó de media un 17% entre los participantes, que también redujeron el azúcar en sangre un 6%.

A su vez, disminuyeron un 14% los ratios de proteína C reactiva, «una proteína presente en la sangre que muestra cuán inflamada está una persona (un marcador de enfermedad cardiometabólica). No está en los alimentos, pero responde a los alimentos y aumenta con alimentos que son proinflamatorios (bajos en fibra, ricos en grasas animales saturadas, etc.)», precisa.

Estas mejoras se relacionaron con cambios beneficiosos en el microbioma de los participantes, el hogar de millones y millones de bacterias que desempeñan un papel vital en nuestra salud, al influir en la digestión, la inmunidad y el metabolismo.

«La industrialización ha afectado drásticamente a nuestro microbioma intestinal. Para contrarrestar esto, desarrollamos una dieta que imita los hábitos alimentarios tradicionales no industrializados y es compatible con nuestro conocimiento sobre las interacciones entre la dieta y el microbioma. En un ensayo humano estrictamente controlado, los participantes siguieron esta dieta y consumieron L. reuteri, una bacteria beneficiosa que prevalece en el intestino de los habitantes de Papúa Nueva Guinea, pero que rara vez se encuentra en los microbiomas industrializados», detalla.

El estudio demostró que la nueva dieta denominada NiMe TM (Non-industrialized Microbiome Restore) mejoró la persistencia a corto plazo de L. reuteri en el intestino.

Y no solo. También mejoró las características del microbioma dañadas por las dietas actuales, como la reducción de las bacterias proinflamatorias y los genes bacterianos que degradan la capa de moco en el intestino. Estos cambios se vincularon con mejoras en los marcadores cardiometabólicos del riesgo de enfermedades crónicas. Y, aunque los participantes no consumieron menos calorías con la dieta NiMe, perdieron peso, y la dieta por sí sola produjo considerables beneficios cardiometabólicos.

"No creo en prohibir alimentos. Lo importante es hacer bien el 95% de la dieta"

Jens Walter

En una investigación anterior, el equipo de Walters, que estudiaba el microbioma intestinal en la zona rural de Papúa Nueva Guinea, descubrió que los habitantes de esa zona tienen un microbioma mucho más diverso, enriquecido con bacterias que se alimentan de fibra dietética y con niveles más bajos de bacterias proinflamatorias asociadas a la dieta occidental. Esta información se utilizó para diseñar la dieta NiMe TM, basada en plantas, pero sin ser vegetariana.

Está compuesta principalmente por verduras, legumbres y otros alimentos vegetales integrales, e incluye una pequeña porción de proteína animal por día (salmón, pollo o cerdo).

No incluye productos lácteos, carne de vaca ni trigo, pero fueron excluidos simplemente porque no son parte de los alimentos tradicionales consumidos por los habitantes rurales de Papúa Nueva Guinea. Ahora bien, como precisa Walter, «no se prohíben, pero recomendamos limitarlos».

Esta dieta también es muy baja en alimentos procesados ​​con alto contenido de azúcar y grasas saturadas y muy rica en fibra. Así, el contenido de fibra fue de 22 gramos por cada 1.000 calorías, superando las recomendaciones dietéticas actuales.

«No creo en prohibir alimentos. Lo importante es hacer bien el 95% de la dieta, no excluir nada por completo», concluye.

¿En qué se diferencia de la mediterránea?

►«Nuestra dieta se superpone con la dieta mediterránea, pero fomenta el consumo de más fibra (más allá de lo recomendado en las recomendaciones dietéticas) y es más restrictiva con los lácteos (ricos en grasa), las carnes procesadas (evitar), las carnes rojas (limitar) y los productos horneados (limitar)por cómo interactúan con el microbioma», explica Walter. En todo caso, «no compite con la dieta mediterránea», incide.

«En nuestro estudio –prosigue– no hemos hecho una comparación directa. Sin embargo, a tenor de la literatura, mi conjetura es que nuestros efectos son un poco mayores que los de la dieta mediterránea (pero esto es solo una suposición, y tampoco es sorprendente, ya que es un poco más extrema: 45 gramos de fibra».