Opinión
Del pasaporte sanitario al pornopasaporte: hacia el control total
La tecnología acabará ocupando todo y sabiendo todo de nosotros
La Fundación Rockefeller publicó en 2010 un informe que divagaba sobre cómo la tecnología cambiará la vida. La covid representó un escenario idóneo: trabajo on-line, videoconferencias e Inteligencia Artificial (IA). Surgió un problema y con él la solución, poniendo a prueba el pasaporte sanitario. La Rockefeller aventuraba también cómo se impondrán el ingreso mínimo universal, el pasaporte digital que incluirá el de salud, las ciudades robotizadas y los vehículos autónomos.
George Orwell imaginó un mundo parecido a éste después de que Huxley lo dibujara en similares términos hace casi un siglo. Camilo Taufic predijo el surgimiento de una especie de «clase ociosa» o «idiotizada» por la tecnología, que Thorstein Veblen había identificado en 1899 con una emergente masa meramente consumista. La clase ociosa va a ser cada vez más real con la IA. A menos horas de trabajo, más ocio. La tecnología acabará ocupando todo y sabiendo todo de nosotros. Ya lo sabe, en realidad, a través del móvil, aunque el colonialismo de datos y el control digital serán mayores con instrumentos como el Chat-GPT.
Como adelantaba la Fundación, constituiremos una clase ociosa controlada por la IA, con acceso al historial completo, médico y personal del sujeto, incluyendo las singularidades sexuales.
El «porno-pasaporte» anunciado por el ministro Escrivá va en esa dirección. Con la apariencia plausible de controlar el consumo de pornografía por los niños, va a suponer también un control de las personas a través del pasaporte digital. Si sólo fuera el porno, vale. El problema es que el paso siguiente puede ser censurar el acceso a otras webs, entre ellas las de salud alternativa, las denominadas negacionistas, ultraderechistas, etcétera. Y si el dinero es digital, el control será total. Lo que el Gobierno quiera.
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