Salud
Reutilizar botellas durante semanas sin limpieza, una práctica que cuenta con advertencias científicas
Ese gesto tan cotidiano de beber agua de una botella esconde un riesgo que la ciencia ahora desvela: hasta 240.000 partículas por litro que convierten a este envase en la principal puerta de entrada de microplásticos al organismo
Esa botella de plástico que nos acompaña a todas partes, desde la oficina hasta el gimnasio, puede ser en realidad un enemigo invisible para la salud. Lo que empieza como un gesto práctico y ecológico —rellenarla para evitar comprar una nueva— deriva en un riesgo que a menudo se ignora. Un estudio reciente ha puesto cifras a esta amenaza silenciosa, detectando en el agua de botellas reutilizadas la friolera de hasta 240.000 partículas por litro, una cantidad que incluye los temidos nanoplásticos.
Además, la amenaza no se limita a los fragmentos del propio envase. Con el uso y el desgaste, el material se degrada y facilita la migración de compuestos químicos desde el plástico hacia el agua que bebemos. Uno de estos compuestos es el benzopireno, una sustancia que se desprende y se disuelve en el líquido de forma paulatina, contaminándolo sin que nos demos cuenta.
De hecho, la raíz del problema reside en un detalle fundamental que solemos olvidar: estos envases están diseñados para un único uso. Su estructura no está preparada para soportar el desgaste de múltiples rellenos ni limpiezas continuadas, un proceso que acelera el deterioro del material. Cada vez que volvemos a llenarla, aumentamos la probabilidad de que estas sustancias perjudiciales acaben en nuestro organismo.
Cómo minimizar los riesgos al reutilizar una botella
En este sentido, aunque la recomendación principal es respetar a rajatabla su naturaleza desechable, para quienes decidan seguir reutilizándolas es crucial lavarlas con esmero y frecuencia. Una limpieza a fondo con agua y jabón no solo ayuda a frenar la degradación del plástico, sino que combate otro peligro: la proliferación de bacterias. El cuello de la botella y su tapón se convierten fácilmente en un caldo de cultivo para gérmenes que introducimos al beber.
Por otro lado, el lugar donde guardamos la botella juega un papel determinante. Es imprescindible evitar la exposición al calor y a la luz solar directa, por lo que deben conservarse siempre en lugares frescos y oscuros. El ejemplo más claro es dejar la botella dentro de un coche en un día de verano, una práctica que dispara la velocidad a la que los químicos del plástico se liberan en el agua, alterando su composición y convirtiendo un simple sorbo en un riesgo para la salud.