Cambios
El temor a un polvorín en la Sanidad madrileña
La nueva consejera, Fátima Matute, no lo tendrá fácil
El sector sanitario madrileño se ha quedado atónito ante la tabula rasa que ha decidido aplicar la presidenta Isabel Díaz Ayuso en la Consejería de Sanidad. De una tacada, la mayor parte de los altos cargos que acompañaron a Enrique Ruiz Escudero en la dura etapa de la pandemia han sido destituidos y en su lugar han llegado nombres poco o nada conocidos más allá de los círculos en los que trabajaban.
Además de la salida de Ruiz Escudero, un caballero del que nadie habla mal, ha resultado llamativa la marcha de Fernando Prados, también muy querido y de vital importancia, junto con la directora general de Salud Pública, Elena Andradas, para que Madrid liderara la asistencia de los enfermos de la covid y sorteara la crisis sin cerrar su economía. Sorpresa ha causado, asimismo, la salida, entre otros, de Pedro Alejo Irigoyen, que siempre ha contado con gran prestigio entre sus interlocutores; de la directora general de Inspección, Elena Mantilla, que fue la gran artífice de que la compleja ley de farmacia viera la luz, o la del director de Comunicación, César Otal, siempre en la sombra, siempre eficaz y siempre conectado para los medios. La nueva consejera, Fátima Matute, no lo tendrá fácil, pues todos ellos y otros más dejaron el listón muy alto, con los lógicos errores derivados de la gestión de un gigante como es la Sanidad madrileña. Su lugarteniente y hombre fuerte será Juan José Fernández Ramos, gestor con experiencia en la privada antes de recalar en la Consejería, que tendrá que modular sus formas para que no estalle un polvorín y ésta adquiera velocidad de crucero. Una buena forma de empezar es mostrar suavidad en los relevos de gerentes que van a producirse. Muchos de ellos fueron también héroes en la lucha contra la pandemia.
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