Investigación

La vacuna original contra la tuberculosis podría proteger frente al alzhéimer

Diversas investigaciones han mostrado que la terapia de inyecciones con el centenario antídoto, usada frente al cáncer de vejiga, disminuye el riesgo de desarrollar demencias

Diferencias entre la cicatriz que deja la vacuna de la tuberculosis BCG (arriba) y la de la vacuna de la viruela (debajo)
Diferencias entre la cicatriz que deja la vacuna de la tuberculosis BCG (arriba) y la de la vacuna de la viruela (debajo)La Razón

La vacuna Bacille Calmette-Guérin (BCG), llamada así en honor a los científicos que la descubrieron en Francia hace un siglo, ha salvado millones de vidas. Y ahora podría convertirse en el arma más eficaz- y barata- para prevenir una de las enfermedades más prevalentes e incapacitantes, el alzhéimer. Esto si se demuestra una teoría que está retando a equipos de investigación de diversas partes del mundo, y sobre la que cada vez se acumula mayor evidencia.

La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia :representa alrededor del 60%-70% de los casos. Aunque algunos de los factores implicados en su génesis siguen siendo un misterio, otros están claros, como es la acumulación anormal de una proteína, la beta amiloide, en el cerebro, proceso que acaba causando la destrucción de las conexiones sinápticas y, por ende, de las neuronas. Existe un amplio consenso también sobre que esto sucede por problemas con el sistema inmunológico, que va debilitándose con la edad, y es menos eficiente para enfrentarse a los microorganismos que pueden llegar al cerebro (como virus, bacterias u hongos).

De hecho, las autopsias de personas con alzhéimer han revelado presencia de microbios comunes como el virus del herpes simple, la causa del herpes labial. Estos virus podrían quedar "acantonados" en los ovillos o placas de beta amiloide, que se ha demostrado que tiene propiedades antimicrobianas. De ahí que los dos únicos medicamentos aprobados por la Agencia del Medicamento de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para frenar el avance de la enfermedad estén basados en anticuerpos que se unen a las proteínas beta amiloides, desencadenando una respuesta inmune que las elimina del cerebro. Sin embargo, aunque parecen retrasar la evolución de la enfermedad, su efecto en la calidad de vida de los pacientes es muy limitado.

Por ello se investiga con vacunas, como la BCG, que han demostrado reducir el riesgo de infecciones, como la tuberculosis y otras enfermedades respiratorias. En un ensayo clínico reciente, BCG redujo a la mitad las probabilidades de desarrollar una infección respiratoria durante los siguientes 12 meses, en comparación con las personas que recibieron un placebo, según recoge The Guardian en un reportaje. La vacuna también se utiliza como tratamiento estándar para algunos tipos de cáncer de vejiga.

Se cree que la capacidad del antídoto para reducir la inflamación surge de un proceso llamado "inmunidad entrenada". Después de que una persona haya recibido un pinchazo con la BCG, se pueden ver cambios en la expresión de genes asociados con la producción de citocinas, pequeñas moléculas que pueden activar otras defensas, incluidos los glóbulos blancos. Como resultado, el cuerpo puede responder de manera más eficiente a una amenaza, como un virus, una bacteria o incluso una célula mutada.

Según estudios en ratones, la inmunización con BCG redujo la inflamación cerebral, lo que produjo una mejora de las habilidades cognitivas. En humanos, investigadores de diversos centros estadounidenses analizaron una cohorte de casi 6.500 pacientes con cáncer de vejiga y descubrieron que la terapia con inyecciones de BCG redujo en un 20% el riesgo de sufrir demencias relacionadas con el alzhéimer, con una disminución incluso mayor en pacientes de edad superior a los 69 años en el momento de iniciar la terapia. La reducción de riesgo tendió a mantenerse durante 5 años, aunque este efecto no llegó a ser estadísticamente significativo.