Sociedad

¿Se acuerda del «niño de El Royo»? Su odisea continúa en un centro de menores

El caso del niño de Sueca ha reabierto entre los implicados el recuerdo de Diego. Su tutela, a finales de los 90, desencadenó una batalla más allá de lo judicial.

Margarita, madre biológica de Diego, muestra una foto del pequeño, en la época en la que luchaba por lograr su tutela
Margarita, madre biológica de Diego, muestra una foto del pequeño, en la época en la que luchaba por lograr su tutelalarazon

El caso del niño de Sueca ha reabierto entre los implicados el recuerdo de Diego. Su tutela, a finales de los 90, desencadenó una batalla más allá de lo judicial.

El caso de Diego L. B., conocido como «el niño del Royo», fue más allá de una disputa judicial por la tutela de un menor. Fue una batalla. Hasta el punto de que pocos de los implicados en aquellos hechos quieren hoy recordar lo ocurrido, hace ya 17 años. Esta misma semana, un drama de naturaleza similar ha tenido al pueblo de Sueca (Valencia) como escenario, después de que María José Abeng haya recuperado a su hijo biológico, Juan Francisco, al que tuvo con 15 años, y que vivía con una familia adoptante prácticamente desde su nacimiento hace cuatro años. Sin embargo, y como dicen los implicados, hasta ahí llegan las similitudes. La historia de Diego tomó otro cariz. Según ha podido saber LA RAZÓN, aún se encuentra ingresado en un centro de menores de Salamanca. Este enero cumplirá 18 años, por lo que será libre para salir y empezar una nueva vida.

Hay que remontarse a mayo de 1999. En enero, a los pocos días de nacer, la Junta de Castilla y León ordenó el ingreso de Diego en un centro de menores de Salamanca, su provincia de nacimiento, al estimar que sus padres, Margarita y Luis, no estaban capacitados para hacerse cargo del bebé debido a que sufrían graves enfermedades mentales y porque no contaban con apoyo de sus familias. En mayo, el niño fue entregado a Carlos y Raquel, una familia del municipio soriano de El Royo, en régimen de acogimiento preadoptivo. Fueron 17 meses de felicidad truncados por los juzgados. Margarita recurrió la decisión y el juez ordenó el regreso del niño al centro para que estuviese cerca de su madre biológica.

«Sucedió sin previo aviso. Fueron momentos intensos. Intentamos solventarlo a través de todo tipo de medidas: huelgas, manifestaciones, sentadas, reclamaciones...», recuerda Francisco Gozálvez, abogado entonces de los padres de El Royo. «Estuve con ellos dos años. Fue un tema que me marcó. No tuvo nada ver con el funcionamiento normal de un despacho. Han pasado 17 años y todavía lo tengo mente», recuerda. También Carlos y Raquel. Por eso prefieren no remover el caso. «Para ellos fue muy doloroso. Antes de la adopción, se acogieron al trámite legal del acogimiento preadoptivo: te dan un niño con expectativas de que la situación se consolide en una relación paternofilial. Y, como en Sueca, aparece la madre biológica y el juez dice que la custodia hay que dársela a ella». Los padres preadoptivos estaban preocupados de que Diego pudiera sufrir también algún tipo de enfermedad psiquiátrica, pero siempre decían que «todas las enfermedades se curan con mucho amor».

¿Qué hicieron Carlos y Raquel? «Nosotros no queríamos que se acatara la sentencia», dice el abogado. A las sentadas y manifestaciones se unieron apoyos al otro lado del Atlántico: firmas, páginas webs, asociaciones... No querían perderlo. «Si iban a llevarse a Diego de forma violenta, nuestra intención era ocupar la iglesia del pueblo. Finalmente no fue necesario. Pero estaban hundidos, rotos».

Tras su internamiento, el niño fue entregado a María Antonia, una tía materna del niño. Como explica el informe elaborado por la ONG Prodeni, tras las «continuas irrupciones y amenazas de la madre», María Antonia entregó el niño a Protección de Menores. Pese a los informes desfavorables –en una ocasión, Margarita no había devuelto al pequeño tras una salida del centro–, en 2002 el juez le otorgó la custodia a Margarita. La paz se quebró en abril de 2003, cuando su padre, Luis, fue detenido por prender fuego a la vivienda familiar y condenado a cumplir pena en un psiquiátrico de Alicante. Ya en septiembre, Margarita fue localizada en Madrid, junto a Diego, en precarias condiciones. Según los periódicos, estaba mendigando. Una vez más, el pequeño ingresó en Salamanca.

En El Royo no daban crédito. Y menos cuando el juez decidió devolver al niño a Margarita a finales de aquel año, siendo ratificada la decisión por la Audiencia Provincial. Ya en la Navidad de 2005, la madre biológica llamó al 112, aduciendo que Diego le estaba amenazando con un tenedor y que le había partido un diente. Finalmente, en 2007, por cuarta y última vez, y debido a su continuado absentismo escolar –llegó a intervenir la Guardia Civil–, Diego fue internado en Salamanca, donde permanece a día de hoy. LA RAZÓN se puso en contacto con Margarita, pero no quiso atender la llamada.

«Lo primero que se hizo mal fue dar al niño en acogimiento preadoptivo sin tener la certeza plena de que la madre no iba a aparecer», dice Gozálvez. «La madre estaba en un centro psiquiátrico, incapacitada... no iba a poder ejercer», añade. Salvando todas las distancias, el caso de Sueca demuestra que «el procedimiento es el mismo y no hemos avanzado nada».

¿Y qué supuso todo esto para el menor? El psiquiatra Blas Bombín, que atendió a Diego, cree que estas vivencias pueden acarrear «un tremendo desajuste emocional, que puede tener otras consecuencias: déficit de atención, trastornos del desarrollo de la personalidad, conductas evasivas...». Sobre la estancia prolongada en un centro, opina que «algunos niños encuentran una solución, y otros sufren un trauma psicológico. Depende de factores educacionales, genéticos...». Durante esos años, apunta, a los menores se les procura «una formación adecuada, psicológica y cultural, para insertarse en la sociedad».

Carlos y Raquel siguieron intentando recuperarlo. «Diego sigue vivo en sus corazones, pero llegó un momento en que la situación era insostenible. Recurrimos la resolución del juzgado, interpusimos un recurso ante el Supremo, ante el Constitucional... Lo gracioso es que no nos los admitieron porque decían que no éramos parte del procedimiento; sólo acogedores preadoptivos». Ahora la pareja tiene una hija de 16 años. Pero, ¿mantienen contacto con Diego? «No han tenido ningún tipo de contacto personal, pero saben perfectamente en qué estado se encuentra. Siempre se interesan».