Crítica de cine

«Si fuera fácil»: Maduros, pero menos

Dirección y guión: Judd Apatow. Intérpretes: Paul Rudd, Leslie Mann, Maude Apatow, Iris Apatow.Estados Unidos, 2012. Duración: 134 minutos. Comedia dramática.

Lo mejor: el veraz naturalismo de los pequeños roces y las grandes broncas
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Judd Apatow ha sabido trasladar la poética del yo, tan propia de la era de las redes sociales y los videodiarios, al terreno de la comedia «mainstream». Sus dos últimas películas, las de formato más radical, son impúdicamente autobiográficas: si «Hazme reír» se inspiró en la lenta agonía de su madre y también en sus inicios en la «stand up comedy», «Si fuera fácil» es una vivisección de su matrimonio con Leslie Mann (coprotagonista junto a las hijas de ambos), de las responsabilidades contraídas con el hecho de ser padre pero también de ser hijo, del fracaso de las ilusiones, del fantasma de la impotencia sexual...

No es extraño que Apatow, tan elefantiásico como de costumbre, necesite dos horas y cuarto para explicarse y explayarse, porque es la vida entera la que aquí se invoca. Cuando, en los créditos finales, aparece la magnífica improvisación de Melissa McCarthy como toma falsa, es sencillo entender que «Si fuera fácil» se desarrolle en la intersección entre el «Saturday Night Live» y el cine de John Cassavetes, o sea entre la digresión cómico-escatológica y la emoción a flor de piel. Suerte de secuela de «Lío embarazoso» que ilumina el presente de dos de sus personajes secundarios, la película es de una lucidez inusual cuando se pone a hablar de las ansiedades masculinas, y lo hace desde una honesta empatía por el hombre que percibe cómo el tiempo se le escapa de las manos.

Apatow es bastante menos comprensivo con su esposa, lo que delata, por un lado, una cierta misoginia y, por otro, que ha concebido esta película familiar como un ajuste de cuentas doméstico, sobre todo teniendo en cuenta que las mejores escenas, y de largo, que se ven en el filme son las de reproches y peleas entre la pareja, que no tienen nada que envidiar a las de Bergman o el Linklater de «Antes de medianoche».