Sociedad
El sanguinario dictador croata que horrorizó a Hitler y cuya tumba está en Madrid
El croata Ante Pavelic es considerado el líder fascista más cruel de la historia, bajo su régimen se dice que hubo más de un millón de muertos
El nombre de Ante Pavelic para muchos no será conocido, pero es considerado uno de los dictadores más sanguinarios de la historia. Un sanguinario genocida, cuyos crímenes de guerra contra serbios, judíos y gitanos superaron en crueldad a los propios nazis.
Pavelic fue un abogado que comenzó su carrera política en el movimiento nacionalista croata. En 1918, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos nació y con él Pavelic llegó a ser miembro del parlamento, en el que luchó por la independencia de Croacia.
Sin embargo, la dictadura establecida por el Rey Alejandro I supuso la disolución de la cámara, la fundación de Yugoslavia y el exilio del croata. Fue en este momento cuando decidió asentarse en Italia después de deambular por distintos países europeos. Mientras tanto en Italia, Mussolini ya había establecido años atrás el primer régimen fascista de la historia. Estando en Verona, Ante Pavelic creó la Organización Revolucionaria Croata Insurgente, más conocida como la Ustacha, un grupo terrorista con una ideología poco definida.
El mayor “logro” de los Ustacha fue el asesinato del Rey Alejandro en Francia, atentado en el que también murió el ministro francés de Asuntos Exteriores. A partir de ese momento, Pavelic adoptó un discurso mucho más agresivo, antisemita y nacionalista, inspirado claramente por el régimen de Mussolini. Éste le acogería y le daría asilo mientras Francia solicitaba su extradicción para que fuera juzgado por sus crímenes. Un juicio que nunca ocurriría.
Durante los años siguientes, el sueño de Pavelic de ver una Croacia libre fue diluyéndose. Pero llegó el “milagro” en forma de guerra. Adolf Hitler ya había iniciado la invasión de Yugoslavia en 1941, dos años después de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. Hitler le dio un ultimátum a los líderes de Yugoslavia, o se unían a ellos o serían sus enemigos.
Pavelic en ese momento ofreció su apoyo a las Potencias del Eje y a colaborar en la invasión de Yugoslavia solo si se le permitía ser líder de Croacia una vez ya independizado. El trato fue aceptado por ambas partes y Croacia logró su sueño, la independencia. Aunque el país estaba militarme controlado por alemanes e italianos, se le permitió a Pavelic dirigir un estado totalitario a su antojo.
Los actos más crueles que puedas imaginar se vivieron en Croacia
Realmente la Croacia de aquel periodo no era más que una marioneta de Alemania e Italia. Sin embargo, como decimos Lavelic tenía libertad para eliminar a sus enemigos de cualquier forma. Al igual que en los campos de concentración nazis, los croatas también utilizaron cámaras de gas, aunque no en tanta cantidad. Pero lo que realmente les caracterizó fue el uso de los cuchillos “Srbosjek”, una especie de guante al que había unido una navaja, especialmente creado para degollar serbios.
La primera gran matanza se produjo en 1942, cuando cuatro guardas acabaron con la vida de casi 2000 personas en una sola noche después de apostar quien sería el que más matase aquella noche. Uno de ellos, Mile Friganovic, llegó a confesar que la mirada de un campesino arrodillado antes de ser ejecutado le congeló la sangre. Según su testimonio, le arrancó las dos orejas y le obligo a pronunciar “viva Pavelic”, pero el granjero no lo dijo, de hecho, se mantuvo en silencio. Sus únicas palabras fueron: “Haga su trabajo, criatura”. Esto enfureció tanto al guarda que le arrancó los ojos, el corazón y le degolló, para después arrojarlo a un pozo.
A diferencia de sus homónimos alemanes, a los croatas les gustaba presumir de lo que hacían. No se escondían, al contrario, posaban con las cabezas decapitadas y los cadáveres para las fotos. Muchas víctimas fueron arrojadas vivas por despeñaderos o asesinados al borde grandes pozos.
Especialmente cruel fue el campo de concentración de Jasenovac, el más activo de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial. De allí surgen las historias más terribles: niños quemados vivos en la presencia de sus padres, ahogados en el río, niñas y niños de apenas 12 años violados en presencia de sus madres e, incluso, bebés asesinados a hachazos o a tiros.
Episodios así eran habituales durante la dictadura de Pavelic. Cabe mencionar otro terrible acto, bastante habitual, que era el de empalar bebes y niños pequeños delante de sus madres. Aproximadamente un centenar de estos casos fueron encontrados en numerosos pueblos de Croacia.
El historiador Karl Jans Geischer describió algunas torturas cometidas por la dictadura de Pavelic. Los ustacha solían meter agujas en las uñas de los prisioneros y les echaban sal en las heridas, provocando un dolor inimaginable. La cosa no queda aquí. Para los ustacha los ojos, la nariz yl as orejas de las víctimas eran como trofeos.
Tal fue la crueldad que, incluso, los mandos alemanes que visitaban la zona se horrorizaban por los métodos excesivos y poco eficaces que empleaban. Se calcula que entre 1941 y 1945 al menos 100.000 judíos, serbios y gitanos fueron ejecutados.
El exilio en Argentina y su tumba en Madrid
Tan solo duró cuatro años Croacia independiente. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, Pavelin tuvo que exiliarse a la Argentina de Juan Domingo Perón. Allí, el genocida sufrió varios intentos de asesinato por parte de los servicios secretos de Yugoslavia, aunque ninguno con éxito. Para evitar esta venganza, Pavelin huyó en el mayor de los secretismos a Madrid en 1957. Vivió completamente oculto durante dos años, hasta que murió en 1959. Su cuerpo ahora se encuentra en el cementerio de San Isidro. Una lápida totalmente desapercibida que selló los crímenes más atroces que seguramente haya visto la humanidad.
No fue el único que logró escapar. Prácticamente nadie pagó por los daños causados. Vjekoslav Luburic, jefe del campo de concentración donde se encontraban la mayoría de presos fue el principal incitador de las matanzas cometidas por los guardas. Logró escapar de Croacia al fin de la guerra y se escondió también en España, concretamente en un pequeño pueblo de Valencia. No obstante fue asesinado el 20 de abril de 1969 por un agente de los servicios secretos yugoslavos, quien logró salir de España y ser recibido como un héroe en su país.
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