Sociedad

Páginas para volar: alas olvidadas “A las olvidadas”

La iniciativa busca acercar la lectura a mujeres reclusas en diferentes puntos de España. El objetivo no es otro que arroparlas y “generar reflexión y debate en torno a un colectivo invisible para la sociedad”

"A las olvidadas" es una iniciativa solidaria en la cual reclusas distribuidas por España reciben libros dedicados para que no se sientan solas y para arroparlas en el proceso. La ilustración está elaborada en directo durante un encuentro
"A las olvidadas" es una iniciativa solidaria en la cual reclusas distribuidas por España reciben libros dedicados para que no se sientan solas y para arroparlas en el proceso. La ilustración está elaborada en directo durante un encuentroTuchiTuchi

En uno de sus cuadernos de trabajo que exhibe en su Instagram, la autora Luna Miguel muestra varias citas relacionada con la escritura. Una de ellas dice: “Es el modo de existencia más intenso que conozco”, y se la atribuye a Ernesto Castro. Probablemente, para el autor su oficio esté relacionado con lo bueno y lo malo, con el reflejo de las ideas más profundas e internas y con la precariedad y esclavitud que conlleva la actividad. Con la vorágine que supone ser escritor, al fin y al cabo. Más intenso debe ser estar entre cuatro paredes y veinte barrotes, sin libertad, sin aspiraciones. Algunos, sin sueños ya. Por eso existen iniciativas como “A las olvidadas”, un proyecto que pretende acercar la lectura a mujeres reclusas repartidas a lo largo de España para que sigan soñando con el fin de su calvario. Y con la intensidad de la que habla Castro.

Son mujeres porque “la marca que hay detrás de la iniciativa, (teta & teta) es una comunidad que reivindica libertad femenina a través del activismo y la creatividad”. Porque “el sistema penitenciario está diseñado para el hombre porque es mayoría". Porque “solo hay tres cárceles de mujeres + 1 en Cataluña, el resto son módulos de mujeres en cárceles de hombres”. Porque “no hay espacio para ser mujer en una cárcel de hombres”. Y porque “las mujeres pagan triple condena; por el delito; por ser mujer; y por ser madre”.

“A las olvidadas” tiene un mecanismo sencillo: una persona tiene que entregar el libro dedicado a la dirección que corresponde. La dedicatoria es fundamental: si no está, no se envía. María Rufilanchas, impulsora de la idea, defiende que es “el abrazo, el creo en ti, el te espero fuera, la demostración de que alguien ha pensado en ellas”. El entorno donde se encuentran no ayuda; según la propia web del proyecto, “el sistema penitenciario está diseñado para los hombres porque son mayoría, 93%. Es decir, el castigo a una mujer va más allá de la privación de libertad”. Si estar en la cárcel es castigo, ser mujer reclusa debe ser un tormento. “La cárcel deshumaniza al individuo y las dedicatorias devuelven algo de esa humanidad. Y si aquí fuera ayudan a reflexionar, allí dentro reconfortan”, dice María.

El origen fue puramente casual. María estaba en su librería habitual “comprando una pila de libros” cuando se quejó de su “Diógenes” literario particular. Mercedes, otra clienta habitual, le espetó: “Dónalos”. “¿Dónde?", preguntó María. “A una biblioteca o a una cárcel”. La segunda palabra fue un click en el cerebro de María, que empezó a darle vueltas, a conformar el cuerpo del proyecto, a ver posibilidades, a imaginarlo, a construirlo y a hacerlo realidad. “A las olvidadas empieza, curiosamente, en una librería”. Es curioso, sí.

No se mantiene contacto con las reclusas una vez dejan de serlo porque estas “intentan no volver a entrar en contacto con nada que le recuerde a su paso por ella”. Se utilizan libros a modo de homenaje a estos y porque “la mayoría de estas mujeres no ha recibido una educación básica” (“En las seis cárceles en las que hemos estado no he visto a ninguna mujer de clase alta o media. Siempre baja o muy baja. Algunas leían, otras no, otras ni siquiera sabían”, arguye la impulsora). Y se cimenta una vía para que las mujeres sean más mujeres y menos presas. Para dar alas a las más olvidadas.