Coronavirus

Covid-19: primer gran avance hacia una vacuna

El mapa 3D de este patógeno ha permitido a investigadores de la Universidad de Texas reproducir la proteína Spike, que se adhiere e infecta a las células que la hospedan. Este es el primer paso para acabar con el coronavirus, aunque no será sencillo

España colaborará con EEUU para lograr vacuna y terapias ante el coronavirus
GRAF2110. MADRID, 31/01/2020.- Un trabajador en el laboratorio de alta seguridad en el Centro Nacional de Biotecnología, este viernes en Madrid. Este centro colaborará "estrechamente" con el hospital estadounidense Mount Sinai de Nueva York para la consecución de una vacuna así como de terapias para hacer frente al coronavirus, originado en la localidad china de Wuhan. EFE/ Emilio NaranjoEmilio NaranjoEFE

La vacuna contra el coronavirus de Wuham aún está lejos. A pesar de los esfuerzos realizados desde que la alerta sanitaria saltó de China al resto del mundo, confeccionar un fármaco capaz de inmunizar a una cantidad de población suficientemente grande es tarea ardua y que requiere mucho tiempo. En el mejor de los casos, muchos meses. En algunos virus (como el caso del VIH) pueden pasar décadas antes de obtener una vacuna eficaz.

Pero un avance hecho público ayer por científicos de la Universidad de Texas en la revista «Science» puede acercarnos algo más al objetivo estratégico de poner en el mercado una vacuna definitiva contra el nuevo coronavirus Covid-19 que nos tiene en vilo a medio mundo.

Junto con investigadores de los Institutos Nacionales de la Salud, estos expertos han generado el primer mapa 3D a escala atómica de este patógeno. En concreto han podido reproducir una de las partes vitales de la estructura del virus: la que le permite adherirse e infectar a las células que lo hospedan. Esta parte del microorganismo, conocida como proteína de la envuelta Spike, es la herramienta que los agentes infecciosos necesitan para hacer lo que mejor saben hacer, infectar.

El trabajo ha sido posible porque los mismos autores llevan años estudiando estas glicoproteínas en otros virus perniciosos, como los responsables del SARS o del MERS. Esa experiencia les ha permitido encerrar las proteínas Spike en estructuras que hacen más fácil investigar con ellas y generar versiones modificadas que pueden ser usadas como vacunas. En palabras muy sencillas, es como sacar un molde de una cerradura para modificarla e impedir que el dueño de la casa pueda meter la llave en ella y abrir la puerta. La conexión entre célula y virus depende del funcionamiento de estas proteínas.

SARS y MERS, los antecesores

En cuanto se supo que la nueva tipología de neumonía que asolaba China y se expandía por el mundo estaba provocada por un coronavirus, los científicos de Texas se dieron cuenta de que ya tenían la mitad del trabajo hecho: la investigación con SARS y MERS les había dado una ventaja sustancial. Ya eran conocedores de las mutaciones que hay que observar, las que hay que modelar y cuáles han funcionado para bloquear otros coronavirus anteriores. La secuenciación por científicos chinos del genoma del coronavirus de Wuham pocas semanas después de que se decretara la alerta fue otro aldabonazo en la carrera de los de Texas. Solo hicieron falta 12 días para obtener la reproducción atómica en 3D del virus, conocer así su estructura molecular y mandar la referencia a la revista «Science». En tiempo récord, el trabajo ha obtenido todos los plácet para ser comunicado al mundo. Este proceso suele requerir meses en condiciones normales. Pero la gravedad de la crisis ha impuesto un protocolo más veloz. Para lograr la estructura buscada fue fundamental el uso de una tecnología llamada microscopía crioelectrónica, una herramienta de nuevo cuño que sirvió para que tres de sus creadores ganaran el Nobel de Química en 2017.

Los investigadores han producido una molécula de laboratorio que representa solo la porción extracelular de la proteína Spike. Pero es suficiente para provocar una posible reacción inmunitaria. Imagine que usted es alérgico al algodón. No necesita que una bola de algodón penetre en su piel, el simple tacto de la parte externa del tejido puede producirle una reacción.

El siguiente paso será utilizar esta molécula como una «sonda» utilizada en el cuerpo de pacientes infectados. Con ello se podrá atraer y aislar anticuerpos producidos de manera natural por el enfermo y se han recuperado. Es decir, los pacientes ya curados de manera espontánea, sirven de modelo para extraer anticuerpos, como ocurrió por ejemplo en la última epidemia de Ébola.

Una vez extraída la suficiente cantidad de anticuerpos se pueden usar para inmunizar a una persona antes de entrar en contacto con un paciente contagiado. En un principio podrían generarse vacunas para personal militar o sanitario en las áreas de mayor impacto de la infección. ¿Cuándo? Ese es el principal problema. A pesar de lo prometedor del avance aún pueden pasar meses hasta obtener una vacuna eficaz en primera fase. Acabar con el coronavirus no va a ser sencillo.