Coronavirus
Confinamiento interior
Estamos teniendo una experiencia que jamás imaginamos en este nuestro primer mundo opulento, hedonista y desarrollado. Conocíamos de la existencia de plagas, pandemias, pestes, y otras calamidades como guerras, terremotos, tsunamis, y hambrunas, pero quizás pensábamos que pertenecían a otras épocas, o a latitudes menos desarrolladas. Y, de repente, toda esa quimera se ha desplomado con estrépito, sepultada por un virus que ha cambiado nuestras vidas, manteniéndonos prisioneros en nuestros hogares para intentar contener su letal expansión.
Una experiencia que, sin duda, narrarán los historiadores y otros leerán, al igual que nosotros leímos como algo lejano otras crónicas del pasado. La diferencia es que ahora somos nosotros los que vivimos esta situación. Este virus maldito, solo visible al microscopio, nos coloca ante la evidencia de nuestra fragilidad individual y social. Esta situación la podemos vivir de diversas formas, y quiera Dios que de este confinamiento sepamos extraer lo mejor de nosotros mismos, que teníamos encerrado en nuestro interior, sumidos como estábamos en el vértigo de nuestro mundo actual.
Estamos viendo multitud de expresiones de nuestro mejor espíritu solidario, que alimentan nuestra esperanza y refuerzan la confianza en la generosidad de que es capaz el ser humano en situaciones límite, con los profesionales de la sanidad a la cabeza de esta entrega heroica por salvar vidas humanas. «No hay mal que por bien no venga».
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