Coronavirus

El asilo maldito: al menos hay 46 fallecidos y 50 contagiados

Una residencia de ancianos de Segovia ostenta el triste récord de muertos por coronavirus en Castilla y León

Varias trabajadoras del centro se asoman a la ventana al escuchar la llegada de la funeraria
Varias trabajadoras del centro se asoman a la ventana al escuchar la llegada de la funerariaLuis DíazLa Razón

Son las 12:55 horas del mediodía del martes en Segovia, y un sol tibio envuelve la conocida como Residencia Asistida, un asilo gris y anodino de cuatro plantas, a las afueras de la ciudad, coronado por un tejado de pizarra. No se ve a nadie tras las ventanas, y el silencio es sobrecogedor, roto solo muy de cuando en cuando por el rugido de algún coche que circula por la vecina carretera Soria–Plasencia, uno de los epicentros de la España vacía. La Asistida, como se la conoce en Segovia, ostenta un funesto récord: es la residencia de ancianos con más víctimas mortales por coronavirus (45) de Castilla y León y, muy probablemente, de toda España.

Pero su registro de fallecidos está a punto de aumentar. Una furgoneta de la funeraria Santa Teresa entra en el recinto y algunas cabezas asoman, tímidamente, tras los visillos del edificio. Del interior del vehículo descienden dos «hombres-astronautas», de un blanco impoluto, que, segundos después, desaparecen en las entrañas del asilo empujando un féretro marrón claro. Diez minutos más tarde, los operarios están de vuelta, esta vez con el cadáver de un anciano en el ataúd, el que hace el número 46. «¿Qué edad tenía el fallecido?», le preguntamos al que ocupa el asiento del copiloto. «Esa información es confidencial. Debería usted saberlo», es su cortante respuesta.

«Muchos de los residentes rozan los 90 años», nos aclara Julián, nombre ficticio del empleado de esta residencia-morgue que sale apresuradamente a nuestro encuentro para advertirnos de que la presencia de periodistas está vedada en el recinto. Pero Julián –no hay manera de arrancarle su verdadero nombre– tiene ganas de conversar. «Nosotros hacemos todo lo que está en nuestras manos», dice a media voz, como exculpándose por la desorbitada cifra de fallecidos cuya vida se ha cobrado ya el virus. Y añade, de nuevo con un soniquete autoprotector: «Lo que tenían que haber hecho es cortar las visitas –de los familiares– mucho antes. Así no habría habido tantos contagios y tantas víctimas».

En la verja exterior hay un cartel, sin fecha alguna, que reza: «Coronavirus. Hasta nueva orden están suspendidas las visitas en esta residencia». Al otro lado de la valla metálica, tres banderas a media asta –la de España, Castilla y León y Segovia– guardan luto por los fallecidos de La Asistida y los más de 15.000 de toda España. Y del balcón del primer piso cuelga una pancarta semidescolorida cuyo mensaje, dadas las tétricas circunstancias, resulta, cuando menos, chocante: «Unidos lo conseguiremos». ¿Cuántos trabajadores del centro han dado positivo por coronavirus? La dirección de la residencia se niega a contestar. Y una empleada que llega para empezar su turno se escabulle tras una vaga excusa: «Yo trabajo en la cocina y no sé nada».

La víspera, la consejera de Familia de la Junta de Castilla y León, Isabel Blanco, apenas acertó a balbucir lo que parecía una débil excusa cuando los periodistas locales le preguntaron por las razones de tan elevado número de víctimas mortales en La Asistida: «Sus residentes son frágiles y vulnerables», alcanzó a argumentar. Son ya 46 los fallecidos, y 50 más los contagiados con Covid–19 que permanecen en régimen de aislamiento en la residencia, unos preventivos y otros en aislamiento total. Y es que La Asistida representa, tal vez, el lado más cruel de esta pandemia, que ha devorado ya la vida de 226 ancianos en residencias de Castilla y León, fallecidos en la más fría soledad.

El sindicato FeSP–UGT lleva reclamando en el desierto, desde hace semanas, que se practique con urgencia la prueba del coronavirus a todos los residentes y trabajadores del centro, y ha exigido a los políticos de la región la desinfección de las instalaciones, incluyendo no solo las habitaciones, sino también todos los espacios comunes: accesos, ascensores, pasillos, vestuarios... Por si fuera poco, FeSP–UGT ya ha dejado entrever que las cifras de la tragedia pueden ser superiores a los datos oficiales que diariamente facilita la Junta. Las sospechas del sindicato se basan, entre otras razones, en que la residencia registra habitualmente un elevado índice de ocupación y actualmente hay 60 camas libres.