Semana Santa

Esta es, sin duda, una Semana Santa que recordaremos siempre. Hoy están de duelo las Cofradías y Hermandades que pueblan nuestra geografía nacional, y que cada año durante esta semana transforman la tradición y la cultura de nuestras hondas raíces cristianas, en viva religiosidad.

Millones de compatriotas viven estos días de obligado confinamiento, con nostálgico recuerdo de nuestras procesiones: desde la sobriedad y silencio castellanos de las de Valladolid y Zamora, al color, luminosidad y doliente realismo de las de Sevilla, y a la legionaria belleza de las de Málaga, pasando por las barrocas murcianas con sus Salzillos.

España siempre ha vivido estas fechas con una intensidad y devoción popular que no es «folclorismo», sino una expresión de fe que saca sus museos a las calles, transformándolas –con su rica imaginería– en verdaderos escenarios urbanos de la Pasión del Señor.

El laicismo y el humanismo pagano no han podido extirpar todavía esta devoción popular, pese a que lo intentan: habiendo un mes de plazo para convalidar los Reales Decretos por el Congreso, han elegido el Jueves Santo para hacerlo y el Viernes Santo para celebrar otro Consejo de Ministros.

Sánchez pidió ayer unidad y lealtad en torno a él e Iglesias: el problema insoluble es que quien lo pide debe generar confianza en su palabra, y él prometió que no pactaría con los comunistas porque esto «no permitiría dormir tranquilo al 95% de los españoles».Y estos no lo han olvidado.