Coronavirus
“Un pequeño paso para un niño pero un gran salto hacia la normalidad”
Primer día de desconfinamiento de los más pequeños. Cientos de miles de niños menores de 14 años (hay casi siete millones en España) van a salir por fin a la calle
Domingo 26 de abril. Primer día de desconfinamiento. Hora valle de la mañana. Parque Manuel de Falla, Majadahonda, Madrid. Hoy es un día muy especial: después de un mes y medio recluidos en sus casas a cal y canto a salvo del coronavirus, cientos de miles de niños menores de 14 años (hay casi siete millones en España) van a salir por fin a la calle a hacer lo que mejor se les da: ser niños. Pero son muy pocos los que han decidido madrugar, tal vez porque el día ha amanecido de un desapacible gris plomizo, así que a las 10.30 en el parque y sus alrededores apenas se alcanza a ver a una mujer entrada en años paseando a Ricky, su perro Labrador, y a un hombre de mediana edad con un abultado rollo de periódicos y revistas bajo el brazo. Las normas de esta primera fase de la desescalada, salvo que el Gobierno vuelva a corregirse a sí mismo, parecen claras: una salida diaria entre las 9.00 y las 21.00, máximo un adulto y tres niños, mantener la distancia de seguridad, no jugar con otros menores y evitar en lo posible las horas punta.
11.00 h. Llegan los primeros aventureros. Joaquín, 39 años, ingeniero informático, seguido de su pequeña tropa: Lucas, de nueve años; Rodrigo, de siete, y Amaya, de cuatro, todos perfectamente pertrechados de patinete, balón y bicicleta, por ese orden. “¡Desde las nueve de la mañana que están pidiendo salir a la calle!”, sonríe el padre. “Esto me ha recordado al día de Reyes, que están los tres tan nerviosos y excitados por ver los regalos que son ellos los que nos despiertan. Pero hoy primero había que desayunar, llamar por teléfono a los abuelos, felicitar el cumpleaños a un tío...”, añade.
Sentados los adultos en un banco del parque, los pequeños han dejado en el suelo sus cachivaches y se quedan absortos contemplando la zona de juegos infantiles, de la que les separa unas simples tiras de cinta aislante cruzadas de lado a lado. Joaquín, un ojo clavado en sus tres hijos y el otro enfrascado en la conversación, quiere jugar a ser periodista.
-"¿Y qué titular piensa usted ponerle a este reportaje?"
-"Usted primero"
-"Pues no sé... ¡Crónicas del virus!", celebra su hallazgo.
-"No está mal"
-"Ahora le toca a usted", nos reta.
-"Pues a mí esto me recuerda la llegada del hombre a la luna"
-"¿Perdón?"
-"¿Se acuerda de las palabras que pronunció Neil Armstrong tras dar sus primeros pasos sobre la superficie de la luna?
-"Creo que era algo así como: un pequeño paso para el hombre y... ¿No?"
-"Casi. Pero yo, pensando en el desconfinamiento que ha empezado hoy, le daría una vuelta: un pequeño paso para un niño pero un gran salto hacia la normalidad".
-"Tampoco está mal. Pero es muy largo, oiga", advierte.
-"Tiene usted toda la razón"
Cuando el padre gira por enésima vez la vista para vigilar a sus cachorros, pone el grito en el cielo: “¡Amayaaaaaa, sal de ahí ahora mismo!”. La más pequeña de la familia, bajo la mirada cómplice de sus hermanos, ha sorteado las tiras de cinta aislante y se ha encaramado a lo alto del solitario tobogán cerrado por coronavirus. Pero cuando Joaquín se dispone a desgañitarse por segunda vez, ya es demasiado tarde: Amaya se desliza tobogán abajo y cuando llega a la arena mira a su padre entre pícara y compungida. “Es un bicho”, dice Joaquín entre divertido y orgulloso, mientras otea el horizonte en busca de la silueta de algún agente de la autoridad. “Sólo faltaría que por esta mocosa nos pusieran una multa el primer día”, afirma aliviado al comprobar que no hay moros en la costa.
-"¡Si os portáis mal nos volvemos a casa inmediatamente!", les anuncia a los tres.
-"¡Jo, papá, pero si acabamos de llegar!", protestan los dos mayores.
-"Pues venga, a jugar, que solo nos queda media hora".
-"¿Nada más?", se queja el mediano. “¡Puuuf, vaya rollo!”.
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