Sociedad
Crisis de gobernanza
Partamos de la premisa incontestable de que la gestión pública de una pandemia como la del coronavirus es una endiablada misión. Del mismo modo, que a los gobernantes no se los elige para gobernar una nave con mar en calma infinita
Es muy conocido el aforismo, atribuido a múltiples fuentes, que asegura que «toda crisis es una oportunidad». Cuesta horrores hablar en esos términos de un episodio desgarrador que ha provocado decenas de miles de muertos en nuestro país y centenares de miles en el mundo. Pero la historia de la humanidad es un catálogo de logros, descubrimientos y grandes epopeyas engendrados en medio de una adversidad casi terminal. Las crisis, por tanto, ponen a prueba al ser humano, y muy especialmente a los gobernantes. Ellos están todo lo expuestos que se encuentra la magistratura que ostentan en la cúspide de la piramide. Dependemos de su capacidad para tomar las decisiones adecuadas en el momento preciso y minimizar los errores y las consecuencias. En nuestro caso, el Gobierno actuó tarde y mal y el resultado es de todos conocidos, circula impreso en las principales gráficas sobre la evolución del contagio. De esta pandemia, como de todo desafío extraordinario, los liderazgos saldrán reforzados o desgastados y cuestionados. Las peculiares características de una amenaza global que ha golpeado como pocas la salud y el bienestar de la gente ha convulsionado la relación de gobernantes y gobernados. La opinión pública de todos los países ha reaccionado instintivamente frente a gestiones competentes o frustrantes. Las últimas encuestas sobre la valoración de los mandatarios mundiales, y también las realizadas en nuestro país, relegan a Pedro Sánchez a posiciones poco decorosas conforme al criterio de sus conciudadanos. El presidente del Gobierno apenas cuenta con la aprobación del 26%, casi nueve puntos menos que en el comienzo de la crisis. Se sitúa a la cola de este ranking junto al japonés Abe o al francés Macron, que, sin embargo, ha recuperado catorce puntos de popularidad por su decisiones durante la pandemia. El primer ministro indio Narendra Modi es el político con mayor índice de aprobación. De un ya espectacular 74% de los ciudadanos indios ha pasado al 81%. No todos son iguales.
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