«Negacionistas»

El concepto de negacionismo ha sido acuñado –e incluso tipificado como delito en algunos códigos–, para referirse a la negación del holocausto judío llevado a cabo por los nazis durante la pasada Guerra Mundial.

Negar el holocausto es difícil de entender a la luz de los hechos históricos, y su reconocimiento pretende evitar su repetición. Quien niegue la Shoah que vaya a Berlín y visite el museo en el palacete donde se planificó por 15 jerarcas nazis el 20 de enero de 1942, en la conocida Conferencia de Wannsee. Lo verifican las actas de la conferencia o el museo Yad Vashem, en Ain Karem, a las afueras de Jerusalén.

Pero conviene no vanalizar el término y aplicarlo a todo el que ose apartarse de la dictadura de la corrección política del momento, o exprese sencillamente su opinión discrepante. Ahora se descalifica a todo el que se atreva a opinar contra las medidas adoptadas para combatir la Covid-19, y aún contra su misma existencia. La información transparente por parte de las autoridades es la mejor terapia, sobre todo si el remedio resulta ser veraz, creíble y proporcionado a los riesgos que se pretenden evitar.

Por supuesto, la protesta debe expresarse respetando la ley y el derecho a la salud de todos, y no «disparando al pianista», que cubre la información.

«La verdad os hará libres». Por desgracia, estamos demasiado instalados en la mentira desde el poder, como para que no surjan «negacionistas».