Sociedad
Portugal, un vecino (no tan idílico)
El 70% del país ya está confinado pese a que su incidencia es menor que la española. La razón: su poca capacidad hospitalaria
El tsunami español de coronavirus puede haber llevado a pensar que otros países no tienen tantos problemas. Que la ola es menos leve, por ejemplo, en Portugal. No es así. El país vecino bate desde hace una semana constantemente sus récords de contagiados y hospitalizados, y esta semana ha superado su mayor pico de ingresados en cuidados intensivos en la primera ola. Por eso, el gobierno de Antonio Costa decretó el sábado el confinamiento en aquellas zonas que tienen una incidencia superior a los 240 casos por cada 100.000 habitantes. La medida, que solo permite salir para ir al colegio, trabajar o comprar, afecta a a 121 localidades o, lo que es lo mismo, al 70% de la población de Portugal.
Pese a ello, la imagen que trasciende del país vecino es otra.
No todo es idílico. Portugal carece de dos de las principales tensiones que golpean la gestión política de la covid en España: no tiene gobiernos autonómicos con los que lidiar y la oposición de centroderecha del PSD se ha dispuesto a colaborar desde marzo sin «peros» con el gobierno del socialista António Costa, pero la cuerda empieza a tensarse. La segunda ola, que ya golpea plenamente al país, pone a prueba las costuras de los portugueses, con las polémicas saltando de forma frecuente en los últimos días.
De récord en récord
En las últimas dos semanas el récord de contagiados en el país ha ido superándose. El último conocido es de 3.960 nuevos contagios del miércoles, un número preocupante en un país de 10 millones de habitantes. Y no parará ahí. El Gobierno portugués ha divulgado unos cálculos matemáticos que estiman que entre la última semana de octubre y la primera de noviembre los casos diarios aumentarían en un 80 %. Nadie sabe dónde está el límite en Portugal, que según el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades está en el mismo nivel de gravedad que España en la mayoría de indicadores.Solo es diferente en las ratios de notificaciones de positivos por 100.000 habitantes de los últimos 14 días. En el caso de Portugal, aparecen en rojo apenas la región Norte y la de Lisboa y Valle del Tajo, una circunstancia que tiene que ver con que ambas zonas –cuyas capitales son Oporto y Lisboa, respectivamente– son las más pobladas del país.
Tan insustancial es esta diferencia que el país asume que está en el peor momento de la lucha covid, mucho peor que en la primavera. Los médicos del Hospital São João, el mayor del norte del país, ya han avisado que la capacidad puede desbordarse en pocos días, y buscan liberar camas. Esta misma semana se van a superar el máximo de pacientes covid en cuidados intensivos de la primera ola: 271.
El dato preocupa porque la capacidad de los hospitales públicos lusos está en cuestión hace años. En su tradicional discurso de Navidad del año pasado, antes de que la pandemia arrasara el mundo, Costa admitió que la sanidad pública lusa había estado «históricamente infrapresupuestada» y prometió compensar el sistema. Portugal era entonces uno de los países de la UE con menos camas de cuidados intensivos, y la pandemia ha mostrado las grietas del sistema. Algunas operaciones empezarán en próximos días a ser transferidas a hospitales privados. El récord de hospitalizaciones en los hospitales públicos se bate diariamente.
A favor de más medidas
En el país está en vigor el llamado «estado de calamidad», un nivel intermedio de alerta que jurídicamente da cierto margen de maniobra al Gobierno para implementar algunas medidas, como por ejemplo reducir las reuniones a un máximo de cinco personas, en cualquier contexto. El primer ministro defiende que por ahora es lo que el país necesita e insiste en que es necesario ser progresivos en las medidas, porque vienen meses difíciles y la lucha con el virus «es una larga maratón».
Pero el endurecimiento de medidas en Europa, con los toques de queda en España e Italia e incluso el confinamiento en Francia, disparó el nerviosismo en Portugal, donde se sucedieron los debates sobre si se debía dar un paso más antes de que todo empeorase. No solo porque los hospitales ya empiezan a alcanzar niveles máximos de presión, sino porque parte del éxito luso de la primera ola, en la que fue puesto de ejemplo internacional, se basó en tomar medidas duras antes de que las cosas se descontrolasen. Finalmente Costa ha optado por seguir la senda francesa y anticipar el confinamiento. Los expertos se muestran a favor. Y los ciudadanos también. La última medida que entró en vigor, el miércoles, llevar mascarilla en la calle, es apoyada por un 85 %. Alcaldes del norte piden medidas más severas, e incluso el responsable del área metropolitana de Oporto pide unestado de emergencia, el nivel más alto de alerta en el país, para que jurídicamente sea posible imponer toques de queda.
En los debates donde los ciudadanos opinan, la mayoría en televisión, el mensaje es inequívoco: los ciudadanos aceptarán si con ello hay una posibilidad de salvar la
Navidad.
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