Antecedentes

Los otros intentos de suicidio de la madre de Asunta

Rosario Porto tenía problemas mentales y estaba en tratamiento desde hace más de 30 años

Rosario Porto, madre de Asunta Basterra, tenía un largo historial de problemas psicológicos y nunca llegó a superar lo que había ocurrido con el asesinato de su hija Asunta. De hecho, desde su entrada en prisión na intentado quitarse la vida varias veces y los responsables del centro penitenciario de A Lama (Pontevedra) sometieron a una estrecha vigilancia a Porto, con visitas de control cada dos horas. Pero la madre de Asunta ha querido poner fin a la tortura psicológica que suponía el peso por su responsabilidad en el asesinato de la menor, de origen chino, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado en una pista forestal del municipio coruñés de Teo en la madrugada del 22 de septiembre de 2013.

Antes de que planificara el crimen de su hija con su ex marido, el periodista Alfonso Basterra, Porto ya acudía regularmente al psiquiatra. de hecho, las pastillas que utilizaron para drogar a la niña formaban parte de la medicación que debía tomar ella para controlar su estado mental.

Poco antes de la desaparición de Asunta, Porto estuvo en tratamiento por depresión, una enfermedad que le ha perseguido durante los últimos 25 años. Los informes psicológicos realizados por psicólogos del Instituto de Medicina Legal de Galicia para la instrucción del caso determinaron que Porto presentaba “rasgos de personalidad de tipo obsesivo-compulsivo” con “síntomas aislados de depresión”.

Además, indicaron que tenía “síntomas aislados de depresión, con manifestaciones principalmente de tipo físico, pero que no permiten concluir la existencia de trastorno”, aunque era tendente a la “exageración de sintomatología”. De hecho, los psiquiatras presentados en el juicio por la defensa, explicaron que “la categoría diagnóstica en la que se encuadra a Rosario Porto Ortega en relación al presunto acto delictivo es de trastorno depresivo mayor recidivante (reincidente)”.

Pero desde la muerte de Asunta, todo empeoró. En 2017, tras ser condenada junto a Basterra a 18 años de prisión por un jurado popular, el día que fue trasladada de la prisión de Teixeiro a la de A Lama prisión trató de quitarse la vida. Los funcionarios de prisiones la encontraron inconsciente en su celda mientras pasaban revista. De inmediato fue trasladada a la enfermería, donde han comprobado que se trataba de una intoxicación por la ingesta de fármacos. Posteriormente, fue trasladada de urgencia al Hospital de La Coruña, donde fue ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos. Desde la desaparición de su hija, Porto seguía un tratamiento farmacológico para controlar la depresión, el estrés y la ansiedad.

El 12 de noviembre de 2018 trató de ahorcarse con el cordón de una sudadera en las duchas. Porto empezó a llamar a la interna que tenía asignada en el marco del protocolo de prevención de suicidios, que la encontró con el cordón de la sudadera de un chándal al cuello.

Aunque el acto pudo afectar a su integridad física, los psicólogos indicaron que era más una forma de llamar la atención que un intento de suicidarse porque, según indicaron la interna se encontraba “deprimida” y actuó como “una forma de llamar la atención”.

Porto fue trasladada a la enfermaría sin sufrir lesiones graves y la dirección de la cárcel elevó las medidas del protocolo de prevención de suicidios que nunca se le llegaron a retirar.

Así, fuentes del centro penitenciario establecieron que además de estar con más de una interna de confianza y de reforzar su vigilancia, se habían establecido visitas cada dos horas para ver que se encontraba bien.

Crimen

Asunta Basterra Porto, de 13 años, murió asfixiada el 21 de septiembre de 2013, aunque su cuerpo, abandonado en una pista forestal en las proximidades de Santiago de Compostela, no fue localizado hasta la madrugada del día 22.

La investigación posterior, que terminó con el encarcelamiento de sus padres adoptivos, determinó que, además, la menor había consumido antes de su muerte y en los meses previos distintas cantidades de ‘lorazepam’, la última en rango “tóxico”.