Testimonio
Están acostumbrados a jugarse la vida cada vez que ponen un pie en la calle, pero la misión del sábado fue antológica. Ricardo del Prado, bombero jefe del grupo 441 del Ayuntamiento de Madrid, recibió un llamada desesperada en plena ventisca: los quirófanos de nueve hospitales necesitaban sangre con urgencia. Junto a otros dos compañeros, se pusieron en marcha sabiendo lo que se jugaban y en cuatro horas y media lograron abastecer a nueve hospitales de la comunidad. «La verdad es que lo vimos imposible, en plena ventisca y nevando, aún no habían pasado los quitanieves y cada hospital estaba en una punta. Gracias a la pericia del conductor lo conseguimos», relata Ricardo aún emocionado al otro lado del teléfono.
Otro bombero les abrió camino con una máquina hasta el Centro de Transfusión donde recogieron la sangre. Durante la odisea se quedaron tirados cinco veces y recibieron la ayuda de decenas de personas que empujaron su vehículo cuando se bloqueaba. «Fue la salida de mi vida, parecía la Segunda Guerra Mundial. Sabíamos que era fundamental para los hospitales porque había gente que se estaba muriendo», recuerda. Las enfermeras los recibían llorando a las puertas de los centros médicos y los despedían entre aplausos por el arrojo que habían demostrado. Pero esta no fue la única hazaña del día de estos tres bomberos. Antes de este reparto imposible habían rescatado a un centenar de personas «que habían quedado atrapadas en la N-I y ya presentaban signos de hipotermia».
El abastecimiento de sangre continuó siendo un problema durante todo el fin de semana. El temporal dejó bajo mínimos las reservas y en la jornada de ayer fueron muchos los sanitarios que donaron su sangre para las operaciones traumatológicas que estos días se multiplican por las miles de caídas a causa del hielo. Entre ellos Esther Batallas, enfermera del 12 de Octubre, que asegura a este periódico que «no vamos a dejar a nadie tirado». Las 7.000 personas que trabajan en este hospital recibieron una alerta ante la gravedad de la situación y muchos de ellos no dudaron en realizar un nuevo gesto de entrega y solidaridad.
Batallas, que es donante desde los 18 años, explica que “en esta nueva tesitura por el temporal falta sangre de todos los grupos y si no llega no se pueden hacer las cirugías”. Echando mano del sentido del humor dice que “es verdad que parecemos una ONG, valemos para todo: quitar la nieve a palazos de la entrada del hospital, donar sangre, ser los primeros en vacunarnos, participar en el estudio de prevalencia de la Covid...”. Esta enfermera desde hace casi veinte años dice que “la familia sanitaria tira de vocación, hacemos lo que haga falta”.
Las enormes dificultades creadas por Filomena han provocado que el Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid lance un SOS para hacerse con las 3.000 donaciones necesarias para alcanzar un “nivel óptimo de reservas”. Para ponerlo fácil, la Real Casa de Correos se convertirá a partir de hoy en un lugar de macrodonación que se suma a los 30 hospitales de la capital habilitados también para tal efecto. Nadie duda de que la respuesta va a ser masiva. El sábado, en plena tormenta de nieve, ya hubo una persona que se presentó para cumplir como donante.