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Jorge Lozano, el semiólogo apasionado

JORGE LOZANO , CATEDRATICO. 17/02/16. RUBEN MONDELO
JORGE LOZANO , CATEDRATICO. 17/02/16. RUBEN MONDELOMondeloLa Razón

Ayer falleció, víctima del Covid, el profesor Jorge Lozano. Catedrático de Teoría de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, ha sido una figura fundamental y pionera de la semiótica en España.

Nacido en La Palma en 1951, se educó en Madrid. Empezó la carrera de Física y acabó licenciándose en Historia. Se doctoró, bajo la dirección de José Luis López Aranguren, con una tesis titulada Estrategias discursivas y persuasivas en el texto de Historia, un tema que le acompañó durante toda su carrera académica y que constituye hoy parte importante de su legado. Estudió en Bolonia con Umberto Eco y Paolo Fabbri, grandes amigos con los que siempre mantuvo una lealtad a prueba de bombas. En Italia fue Director de la Academia de España en Roma, Visiting Professor en Siena, La Sapienza, Ca’ Foscari, y un habitual del Centro Internazionale di Scienze Semiotiche de Urbino. Fue secretario de redacción de Revista de Occidente, donde coordinó números monográficos sobre temas como el lujo, el camuflaje, la semiótica de la moda, el secreto, la transparencia y el documento. Fue director de numerosos cursos de verano en El Escorial sobre temas igualmente diversos y estimulantes. En 2008 fundó el Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC), donde pudo encadenar proyectos de investigación relacionados con la construcción del acontecimiento en los atentados del 11-M, las filtraciones de WikiLeaks, el estatus del documento en una historia del presente o las figuras del destinatario en nuestra compleja semiosfera mediática. Co-autor de Análisis del discurso (1982), propició la difusión en el mundo hispano del pensamiento de Yuri Lotman y la Escuela de Tartu a través de una valiosa selección de textos. La perspectiva lotmaniana le permitió integrar distintas tendencias semióticas. Bajo esta mirada se ocupó de indagar en los mecanismos por medio de los cuales fenómenos de toda índole adquieren una determinada significación cultural.

Nos enseñó que hay que interdefinir los conceptos, y que hay que tener cuidado con los derroteros infames por los que te pueden llevar las analogías. Que siempre habrá alguna “mentirijilla” que se cuele cuando alguien defienda que lo que está diciendo es la única verdad. Que la comunicación debe ser entendida como una estrategia que combina cooperación y conflicto, pero sobre todo, que comunicar es traducir: traducir lo intraducible, hacer visible lo invisible. Nos enseñó a desconfiar del contexto y a no salirnos del texto. Nos explicó con irrebatibles argumentos por qué no debíamos llevar chándal y por qué mascar chicle es un síntoma de oligofrenia. Nos enseñó que la pasión teórica podría salvarnos y murió convencido de que la semiótica volvería a estar de moda. Con él aprendimos que el futuro también es un tiempo de la Historia. En El discurso histórico defendió con Heródoto que el historiador es un hacedor de fábulas; en Persuasión nos convenció de que, lejos de ser un mero objetivo de la retórica, el hacer creer está inscrito en los fundamentos mismos de la comunicación.

Quisimos creer que superaría la enfermedad, pero no ha sido posible. Se nos va un maestro extremadamente generoso, un brillante conversador, un dandi, un seductor, un amigo. Lúcido observador de lo cotidiano, se quejaba de que habíamos desterrado la ironía, posiblemente, junto al secreto, uno de los grandes hallazgos de la humanidad, y nos enseñó a reflexionar con un fino sentido del humor. Lo echaremos mucho en falta.

El catedrático Jorge Lozano
El catedrático Jorge LozanoMondeloLa Razón