Caza

Las empresas del sector cinegético sufrieron pérdidas generalizadas por las restricciones de movilidad durante la pandemia

Las distintas modalidades de caza y prácticamente todas las empresas del sector se han visto afectadas por las limitaciones.

Alfombra de reses tras montería
Alfombra de reses tras monteríaSergio Gómez

Las empresas del sector cinegético sufrieron pérdidas generalizadas debido a las restricciones de movilidad entre las Comunidades Autónomas decretadas por el Gobierno Nacional y las Comunidades Autónomas durante la declaración del Estado de Alarma por la Covid-19.

Así se desprende del estudio sobre el impacto de la Covid-19 en la actividad cinegética durante el primer año de pandemia, realizado por la Fundación Artemisan a través de la recopilación y estudio de datos de diversas fuentes relacionadas con la caza, que incluyen administraciones, federaciones, asociaciones, empresarios del sector de la carne de caza, taxidermistas, organizadores y distribuidores de armamento, munición y óptica, entre otros.

Las empresas de organización cinegética han sufrido descensos en su actividad de entre el 85 % y el 95 %. Igualmente, la carne de caza, que se consume casi al 100 % en hostelería, restauración y empresas de catering, ha sufrido un descenso directo y acusado tanto en el mercado nacional como en el de la exportación, debido a las restricciones de movilidad y las limitaciones de apertura de establecimientos.

Por su parte, las empresas de taxidermia han registrado descensos importantes de actividad, de en torno al 20 % y el 30 %, mientras que las empresas dedicadas a venta de armas, ópticas, munición de caza, etc. han sufrido descensos de entre el 75 % en el caso de rifles y escopetas, el 67 % en óptica y el 15 % en munición metálica.

Todas las modalidades de caza se han visto afectadas

Del informe se desprende también que todas las modalidades de caza se han visto afectadas en distinta medida, en función de si son practicadas a nivel local y por pocos cazadores, o si requieren la llegada de cazadores de otras comunidades o de fuera de España, así como de la participación de varios cazadores.

En cuanto a la caza mayor, se ha producido una disminución en la celebración de monterías de entre el 25 % y el 40 %. Estos datos coinciden con la disminución de trofeos homologados oficialmente. Además, la inmensa mayoría de monterías de “invitación”, actos principalmente sociales, se han suspendido. En cuanto a los recechos, la cabra montés ha sido la especie que más ha visto reducida su caza debido principalmente a la ausencia de mercado internacional.

Además, el descenso en la actividad cinegética ha supuesto un descenso de extracción de especies como jabalí o cabra montés, por lo que, si con un esfuerzo normal sus poblaciones estaban en claro ascenso, es de esperar que tras el primer año de pandemia el crecimiento sea aún más acusado.

Respecto a la caza menor, destaca el descenso acusado en la caza de perdiz al ojeo, por tratarse de una actividad colectiva y, además, por atraer cazadores procedentes de otras CCAA o países, con la consecuente pérdida de jornadas de caza, puestos de trabajo e ingresos económicos. También ha descendido el número de capturas de becada por las restricciones de movilidad entre CCAA.

Otro de los resultados que arroja el informe es la reducción significativa de las licencias de caza, entre 75.000 y 90.000 licencias menos que en la temporada anterior, pero no así el número de cazadores federados y seguros de caza que apuntan, incluso, a un ligero incremento.

Esto se debe a las restricciones en los movimientos entre CCAA, ya que, especialmente la caza menor, solo se ha podido practicar dentro de la Comunidad, provincia e, incluso, municipio; cuando habitualmente los cazadores tienen varias licencias para cazar en diferentes CCAA.

En la misma línea, las licencias interautonómicas de comunidades autónomas como Extremadura o Castilla y León se han mantenido estables, mientras que en Madrid descendieron de forma acusada, signo evidente de la disminución de las salidas de los cazadores madrileños a otras comunidades.

El estudio ofrece una imagen real del significativo impacto de la crisis de la Covid-19 en la caza, que se ha producido no solo a nivel económico, sino también a nivel social y ecológico, efectos estos últimos que serán más visibles con el paso del tiempo.