Mesa redonda

Las alternativas sin humo, ¿una vía para reducir el daño?

En la lucha contra el tabaquismo, diferentes países, como EE UU, Reino Unido o Grecia, han emprendido una nueva estrategia que va un paso más allá de evitar que se comience a fumar y de promover que los fumadores, incapaces de vencer su adicción a la nicotina, abandonen este hábito. Se trata de reducir al máximo el daño causado por el tabaquismo. Una nueva vía que pretende apoyar las medidas tradicionales de control del tabaquismo en un momento en el que se ha agotado su potencial para reducir significativamente el número de fumadores. Y es que el 32,3% de ciudadanos fuma a diario, según la última Encuesta Edades, elaborada por el Ministerio de Sanidad en 2020. Un porcentaje que, lejos de disminuir, aumenta respecto a 2015, cuando el 30,8% de los encuestados aseguraba fumar cada día.

Urge actuar porque el tabaquismo provoca más de ocho millones de muertes en el mundo cada año. Más de siete millones de estas defunciones se deben al consumo directo de tabaco y alrededor de 1,2 millones son consecuencia de la exposición de no fumadores al humo ajeno. En España, más de 50.000 personas pierden la vida por esta adicción, que está directamente relacionada con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y oncológicas, entre otras. ¿El principal motivo? El humo que emana del tabaco cuando se quema, ya que contiene más de 7.000 componentes dañinos.

Es de sobra conocido el efecto nocivo que provoca fumar en el organismo, por tanto, la mejor opción que tiene cualquier persona es no empezar a fumar o dejarlo por completo. Pero, para los que ya tienen este mal hábito y no logran desengancharse, ¿deberían plantearse incluir la vía de la reducción del daño mediante el uso de las distintas alternativas sin humo frente al cigarrillo tradicional?

Con el fin de profundizar sobre esta nueva vía, LA RAZÓN, en colaboración con Philip Morris, ha celebrado un encuentro virtual con cuatro expertos para ahondar en la reducción del daño del tabaquismo, un reto pendiente. Todos ellos coinciden con una máxima: «Queremos que nadie empiece a fumar y si lo han hecho que lo dejen. Pero no todo el mundo puede dejar de fumar y estamos haciendo poco por ellos», afirma el Dr. Ramón Bover Freire, especialista en Cardiología. Y es que «no todo es blanco o negro. Hemos logrado que muchas personas dejen de fumar, pero un tercio no logra, o deja de fumar pero recae. Estas alternativas son para el resto de grises. Hay que lograr reducir el daño que causa el tabaquismo, y para ello hay que poner en valor los productos sin combustión porque hay pacientes que no tienen más remedio, no logran dejar de fumar», explica el Dr. Julio Bobes García, jefe de Servicio de Psiquiatría del Área Sanitaria de Oviedo.

«Si no existiera el tabaco, la EPOC y el cáncer de pulmón serían enfermedades raras. Por eso, lo primero hay que fomentar que no se inicien en el tabaquismo y que los que fumen lo dejen. Y en el caso de los que no pueden, o menos frecuentemente no quieren, dejar de fumar hay que ofrecerles alternativas menos tóxicas con nicotina. Hay que dar este paso, tal y como ya han hecho Gran Bretaña, Estados Unidos o más recientemente Grecia. Estas alternativas no son inocuas, pero sí menos tóxicas», incide el Dr. José Miguel Rodríguez González-Moro, jefe de Neumología en Vithas Madrid.

Bien lo sabe Ángel González Ureña, catedrático emérito de Física y Química de la Universidad Complutense de Madrid. «Nuestro grupo de investigación ha construido una máquina de fumar que analiza las sustancias que le llegan al fumador con diez caladas de un cigarrillo tradicional, del tabaco calentado y del cigarrillo electrónico». Y los resultados hablan por sí solos: «El tabaco calentado es un 95% menos dañino que los cigarrillos tradicionales. ¿Por qué? Porque al calentar un cigarrillo a 1.000º se generan radicales y subproductos. En cambio, el tabaco calentado se calienta a 300-320º y el cigarrillo eléctrico a 300º, y a estas temperaturas deshidratas el producto. Lo mejor es no fumar, pero si no puedes dejarlo desde el punto de vista químico tiene mucho sentido aconsejar que cambien a productos alternativos», añade el catedrático.

Pero entonces, ¿por qué no se conocen este tipo de productos? «Los que están más concienciados conocen estas opciones. Aunque en general hay desconocimiento. De hecho, entre los profesionales hay cierta resistencia a estos productos», afirma el Dr. Julio Bobes.

«Lo que realmente pasa es que frente al tabaco nunca hemos tenido buenas alternativas terapéuticas. Hay poca preocupación por el tema cuando esta debería ser máxima. El problema es que en Medicina si no hay buen abordaje terapéutico se deja a un lado. De hecho, el tabaco calentado es muy poco conocido a nivel sanitario. Se desconocen sus ventajas para aquellos pacientes que no logran dejar de fumar. Para que os hagáis una idea: una de cada tres personas con problemas cardiovasculares que deja de fumar retoma este hábito al año de hacerlo. El tabaco calentado permite reducir el riesgo. Si esto lo hubiera inventado una farmacéutica, en vez de la industria tabaquera, su implantación habría sido otra. Pero claro, si nosotros, los profesionales sanitarios, no lo conocemos, ¿cómo vamos a dar información de ello a nuestros pacientes?», destaca el Dr. Bover Freire.

«Las sociedades científicas sostienen que si se populariza su consumo los jóvenes se engancharán. Pero no hay pruebas de eso. De lo que sí que las hay es que el tabaco calentado es menos nocivo que el cigarrillo de toda la vida. Hay pacientes con EPOC y con oxígeno en casa que siguen fumando. Necesitamos darles una alternativa menos dañina», incide el Dr. Rodríguez González-Moro.

Unas opiniones que van muy en línea con la decisión tomada recientemente por la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), que, tras analizar la evidencia científica, ha autorizado la comercialización de un dispositivo de calentamiento de tabaco reconociendo que permite una exposición significativamente menor a las sustancias dañinas que el cigarrillo.

Por eso no entienden la reticencia a estas alternativas que hay en España. Y que hacen que los fumadores que quieren dejar este mal hábito pero no lo logran tengan sus dudas, a tenor de los mensajes contradictorios que reciben desde organismos públicos y científicos. «El Ministerio Sanidad mantiene una resistencia pasiva. El único político que ha dado un paso al frente ha sido Joe Biden. En EE UU se financian investigaciones sobre el tabaco calentado. No son tan ambivalentes como nuestros políticos. ¿Hay que hacer más investigación sobre estos productos? Sin duda», afirma el Dr. Bobes.

«El paso dado por la FDA sin duda allana el camino. Pero aquí el problema es quién lo empuja», añade el especialista en Cardiología, en referencia a que detrás no hay una farmacéutica. Y es que nadie quiere dar un paso al frente por si sale mal. «La Agencia Europea de Medicamentos debería seguir el camino abierto por la FDA. Si diera pasos en esta línea las autoridades sanitarias españolas se verían más apoyadas para tomar esta decisión», sostiene el Dr. Rodríguez González-Moro.

«Desde un punto de vista químico la reducción del daño tiene mucho sentido porque son dos procesos químicos muy diferentes: en un caso hay aerosoles y en el otro partículas sólidas; en un caso hay sustancias cancerígenas y en el otro apenas hay. La química diferente garantiza que desde un punto de vista toxicológico haya una gran reducción del daño», explica Ureña, quien añade que «hay resistencia en admitir que hay evidencia científica de que estos productos son menos dañinos para la salud que el cigarrillo tradicional. Y no tenemos que esperar 40 años para tomar medidas. Hay evidencia científica de sobra». De hecho, en los últimos informes de Salud Pública de Inglaterra se viene a decir que, a tenor de los estudios existentes hasta la fecha, es razonable pensar que los productos alternativos siguen siendo una mejor opción que el cigarrillo, aunque no sean inocuos. En todo caso, falta ahondar aún en las consecuencias para la salud que pueden o no tener estos productos alternativos a largo plazo.

«Considero que hay que financiar la investigación sobre estos productos y luego dar más pasos», sostiene el jefe de Neumología en Vithas Madrid, al ser preguntado sobre si en futuro este tipo de productos deberían o no estar financiados en parte por la cartera de servicios. «Me plantea dudas no ya esto, sino también financiar tratamientos para dejar de fumar. Porque no se trata sólo de dar pastillas, los fumadores que quieren dejar este hábito necesitan un apoyo psiquiátrico», añade.

Lo importante es lograr primero que no se empiece a fumar, segundo que se deje este hábito y si no se consigue saber que hay esta otra tercera vía menos dañina que «haría que si todos los fumadores optaran por ella tuviera lugar un cambio radical en el actual daño sociosanitario asociado al tabaco», concluye el Dr. Bover Freire.