Historia

50 años del Teneguía, la última gran erupción de La Palma: “Una tragedia. No quedó nada”

Corría el mes de octubre de 1971 cuando empezaron los temblores hasta que el día 26 empezó la erupción, que duró más de tres semanas e hizo aumentar el tamaño de la isla

Lo ocurrido en el volcán de La Palma ha traído al recuerdo de mucho la última gran erupción en España, que tuvo lugar en la isla de La Palma, en este caso el Teneguía, hace casi 50 años. La formación de este volcán se produce en el año 1971, cuando en torno al 20 de octubre empiezan los temblores de tierra cuya intensidad fue en aumento conforme avanzaban los días.

La erupción como tal dio comienzo a las 16:25 horas del 26 de octubre de 1971 y se prolongó hasta el 18 de noviembre de ese año, la más corta de las históricas de Canarias, sobre todo comparada con la del siglo XVIII en el Parque Nacional de Timanfaya, en Lanzarote, que duró seis años.

La lava sepultó bajo un manto de unos cuatros metros una superficie de 2.845.000 m2 y su derrame ganó terreno al mar y fosilizó un cantil costero que formó un delta de lava e hizo crecer el tamaño de la isla. No afectó a zonas pobladas pero produjo daños materiales a los cultivos de la vid de la zona y también destruyó una playa. La Palma se convirtió entonces en un importante atractivo turístico y han sido numerosos turistas a lo largo de estos casi 50 años los que se han acercado a esta isla a visitar el volcán, al que se dio el nombre de Teneguía ya que viene de un roque situado próximo al punto donde nace y que fue nombrado así por los antiguos canarios que habitaban la isla.

 

Así pues, quien más quien menos en esta isla, la que históricamente ha registrado más erupciones desde el siglo XV en el archipiélago canario, el enjambre sísmico que comenzó el pasado sábado y que amenaza con una explosión volcánica no le coge de nuevas.

Hay quien como Pablo Batista, maestro jubilado, recuerda que tanto la erupción del volcán San Juan como del Teneguía fueron “un espectáculo”, pero si le dieran a elegir, preferiría que los temblores de Cumbre Vieja se queden solo en eso, en un amago, un susto.

Antepone los posibles daños, humanos y materiales, que un río de lava podría ocasionar si se dirigiera a zonas habitadas a la atractiva estampa de una nueva erupción.

Lo mismo piensa Neri Leal, vecino de Todoque, Los Llanos de Aridane, quien rememora que la erupción del San Juan hizo que “mucha gente” de la zona emigrara a Venezuela, porque “se quedó sin nada”.

“Fue una alarma terrible. Una tragedia. Arrasó las viñas en Las Manchas y San Nicolás. Llegaron los tubos de fuego. No quedó nada”, apunta Leal, que por entonces tenía cinco años.

Pablo Batista era un poco mayor. Tenía nueve años y vivía en Los Quemados, en el municipio de Fuencaliente.

Su madre, que había sido testigo a su vez de la erupción del Chinyero, en Tenerife (1909), le advirtió de lo que podría suceder cuando la tierra empezó a temblar un par de semanas antes.

Y cuando comenzó a caer polvo del cielo, ya no tuvo dudas: “Reventó el volcán”.

Días más tarde emergió la lava y la gente, relata Pablo, en vez de asustarse, de huir, se acercó cuanto quiso. Él llegó a tocar el magma, una vez enfriado, pero recuerda que un hombre no esperó tanto. Metió un hierro a ver qué pasaba y se acabó derritiendo el hierro.

“No había protocolos de seguridad como ahora. Las guaguas iban para allá a cada momento. Era una atracción en aquella época, sin radio ni televisión”, en una tierra en la que la doble insularidad, a mediados del siglo XX, era más que evidente, relata este maestro jubilado.

Tiene más fresca la erupción del Teneguía. Entonces tenía 31 años.

Recuerda que fue a una montaña cercana, junto al volcán de San Antonio, con cuatro de sus hijos.

“La gente estaba sentada en la ladera y se pasaba toda la tarde allí. Llevaban la merienda, un vaso de vino...”, rememora.

Neri Leal fue un testigo de excepción. Coincidió que dos días antes de la erupción viajaba en barco hacia El Hierro y cuando estaban cerca de la punta de Fuencaliente notaron un fuerte temblor.

De vuelta a La Palma pasaron de nuevo por la misma zona y vieron “una cortada en la tierra por la que salía humo”.

Al llegar a Santa Cruz de La Palma su hermano, que era policía lo recogió en coche y pudieron franquear los numerosos controles en la carretera hasta llegar prácticamente a medio kilómetro del volcán.

“Era un espectáculo. Estaba lleno de gente. No se había visto una cosa similar”, rememora Neri, aunque también hubo gente que “perdió sus cosas”.

También apunta que en aquella época surgieron comentarios de si la isla se iba a partir en dos o si se iba a hundir.

Estos días, tanto Pablo como Neri permanecen atentos a las informaciones que copan la prensa local, y también nacional, y que hablan de terremotos, de alerta amarilla y de eventuales planes de evacuación.

Cerca del área donde se concentran estos días los temblores, en el municipio de El Paso, su alcalde, Sergio Rodríguez, señala a Efe que hay disparidad de sensaciones.

Estos días, personal del ayuntamiento ha iniciado una ronda, puerta por puerta, por Jedey y San Nicolás, las zonas más cercanas a Cumbre Vieja, y la conclusión que extrae es que “al final la gente con más edad, la que ya tiene experiencia en erupciones, está más tranquila”.

Cuentan los mayores que tanto en San Juan como en el Teneguía no fueron explosivas ni peligrosas, y que la lava se desplazaba lentamente.

Los que no han vivido esa experiencia, como es su caso, pues la erupción del Teneguía le cogió fuera de la isla, están “un poco más asustados”, admite.

Rodríguez explica que en el caso de que el nivel de alerta se elevara a naranja, el tercero en una escala de cuatro, habría margen suficiente para las evacuaciones pertinentes. Con todo, avisa: “Hay que estar preparados”.

Ahora bien, le consta que “la gente sabe lo que tiene que hacer y ya tiene preparado lo más importante”, esto es, un equipaje básico, medicinas y documentación personal.

Lo peor, admite, es “la incertidumbre de por dónde va a salir -la lava-, si es que sale”.