Opinión
No puedo evitarlo
El prestigioso psicólogo José Ramón Alonso, que explica en su nuevo libro «El cerebro enamorado» los mecanismos neuronales del amor, asegura en ABC que «el amor hace que no veamos los defectos de la persona que nos gusta ni los peligros que puede entrañar la relación».
Y pienso en todas mis vidas y en todos mis amores y en los amores que he visto sentir y vivir a mi alrededor y no puedo darle la razón.
Recuerdo una de las más acertadas frases de una de mis películas preferidas «Las amistades peligrosas», basada en la obra homónima e imprescindible de Choderlos de Laclos, que en tres palabras decía más sobre el amor que varias enciclopedias: «No puedo evitarlo».
En algo se resume para mí el sentimiento amoroso, sobre todo en esa primer fase, que Ortega describía como «un estado de estupidez transitoria» es en que, aun sabiendo que es muy posible que el ser amado te arrastre al fondo de la bahía y ahogue tu coherencia para siempre, es imposible poner resistencia a acompañarlo.
Es cierto, sí, que cuando se ama se ve todo con otros ojos; pero no es que la mirada del amor borre los defectos, sino que consigue perdonarlos o volverlos atractivos.
Alonso dice cosas muy interesantes, pero disecciona el amor como si fuera un ratón de laboratorio y yo siento que a sus argumentos les falta pasión.
Será que yo siempre he amado –y amo– de otro modo, pero ni creo en enamorarse poco a poco, sin un primer flechazo ni tampoco que podamos hacer que el amor dure para siempre.
Se puede obrar el milagro, sí, pero solamente sucederá si no creemos que puede pasar. Eso contaba en su día Luis Rojas Marcos, en «La pareja rota», ¿recuerdan?
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