La "otra" pandemia

Sin armas para sanar la salud mental de los adolescentes

Los pediatras alertan de la falta de medios ante la avalancha de enfermos y critican la nula ejecución de la estrategia de Sanidad

En comunidades como el País Vasco, se realizará un control de salud mental a todos los niños y niñas en la revisión de los 12 años
En comunidades como el País Vasco, se realizará un control de salud mental a todos los niños y niñas en la revisión de los 12 añosCIPRIANO PASTRANOCIPRIANO PASTRANO

La situación es alarmante. Desde 2019 se ha disparado la demanda de asistencia sanitaria en atención primaria y en urgencias hospitalarias de adolescentes de 14 y 15 años de media que han tenido comportamientos suicidas o se han autolesionado. Esta situación plantea una dramática realidad por varios motivos, entre ellos, que el 95% de los pediatras refiere tener una formación insuficiente en esta área como para atender a los jóvenes. Así ha quedado reflejado en una encuesta que ha llevado a cabo el Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, integrado por la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (SPI-AEP), la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP) y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap).

Los datos recogidos en esta encuesta –contestada por 1.097 profesionales, de los cuales el 60% ejerce su labor en Atención Primaria– confirman el problema del que vienen alertando los pediatras desde el inicio de la pandemia de la Covid-19: la salud mental de los niños y los adolescentes se ha deteriorado, lo que está empeorando su calidad de vida. Y es que, este aumento exponencial de visitas es la consecuencia directa y proporcional al auge de los casos de ansiedad y depresión y los diagnósticos de TDAH y de los intentos de suicidio. Según los últimos datos del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, los casos de depresión se han multiplicado por tres o cuatro desde 2019 y los comportamientos suicidas han aumentado hasta un 59%.

Estos pacientes rondan, de media, los 15 años; aunque hay un llamativo segmento de niñas de entre 10 y 11 años. «La frecuencia de ansiedad y depresión en niños y niñas es similar, pero, al llegar a la pubertad, el dato se triplica en el caso de las niñas», explica Azucena Díez, psiquiatra infantil coordinadora del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, y presidenta de la SPI-AEP.

Estrategia de salud mental

Otro de los motivos que lleva al colectivo a prever que se avecina una situación de caos es que todavía no está implantada la Estrategia de Salud Mental. «Está aprobada desde abril, pero aún no se está haciendo nada y la situación requiere de medidas urgentes», lamenta la doctora Díez.

«Ya se sabe qué factores de riesgo hay para que un paciente desarrolle un trastorno de salud mental. Los políticos deberían cambiar el enfoque y poner en marcha medidas de prevención», comenta. A este respecto sostiene la pertinencia de fomentar planes como el cribado de la depresión aprobado en el País Vasco, que realizará un control de salud mental a todos los niños y niñas en la revisión de los 12 años.

La experta hace hincapié en la importancia de la alimentación saludable y la práctica de ejercicio físico a la hora de prevenir; sin embargo, subraya la necesidad de facilitar medidas de conciliación familiar. «La presencia de los padres es crucial en prevención primaria», sostiene. Y añade que se debería fomentar la comunicación asertiva y enseñar a los padres a hablar sin juzgar y a dar apoyo de forma incondicional. «Es importante saber preguntar y reconocer los intentos autolíticos de baja letalidad. Así como es fundamental dar la voz de alarma cuando el intento puede ser letal, también es importante saber manejar adecuadamente las autolesiones no suicidas. A veces, prestamos demasiada atención a la autolesión en sí cuando el foco debería estar puesto en ese niño o niña que lógicamente está pidiendo ayuda a gritos», explica la doctora.

En lo que respecta a la formación de los pediatras, subraya que «sería conveniente que todos los residentes de pediatría pasaran al menos tres meses de su rotación en servicios de atención a salud mental. De una forma u otra, estos problemas nos los encontramos en todas las áreas asistenciales y es de vital importancia reconocerlos y saber dar una respuesta adecuada».

También propone mejorar la coordinación entre pediatras de Atención Primaria y los equipos de salud mental integrados por enfermeras, psiquiatras y psicólogos. En su opinión, la situación debería abordarse de forma multidisciplinar desde todos los ámbitos asistenciales por los que pasan estos niños y adolescentes: Psiquiatría, Urgencias y Atención Primaria. «La pandemia supone una oportunidad para mejorar la concienciación en salud mental y que todos rememos en la misma dirección», concluye.