Opinión

La vejez

Una que ya anda en el tiempo de descuento, que tiene madre en esa recta final de la vida que ojalá ocupe una década y que es consciente de que el tiempo pasa para todos, incluidas las reinas (no son inmortales como creíamos, ni siquiera Isabel de Inglaterra), anda revisando el álbum de fotos de doña Letizia, y no puede evitar cierta extrañeza.

La reina está mas bella que nunca. Quien lo niegue, miente. Su cara, su pelo, su piel y su cuerpo están infinitamente más cuidados y son más atractivos que los de aquella joven periodista, tan mona ,que conocimos hace un par de décadas.

Sin embargo, ella es otra. O lo parece. No por dentro, donde presumo que solo ha evolucionado intelectualmente y siempre para bien, para desempeñar el papel que le corresponde en su cargo y en su vida, sino por fuera.

Su envoltorio, ese que todos tratamos de cuidar, parece otro, completamente distinto. Y eso lleva a adivinar que el aspecto le obsesiona tanto como para dedicarle más intensidad de la que parecería necesaria.

Ella es hija también de este tiempo en el que la juventud y la belleza son ley; pero precisamente por ser quien es y estar donde está, debería poder dejar en un segundo plano la búsqueda de la eterna juventud y defender otros valores que sí son eternos, como la empatía, la integridad, la honradez y todos esos valores tan necesarios como intangibles.

Su ejemplo es muy necesario para todas esas niñas que parecen preferir ser guapas a listas y buenas; pero todavía más para esas mujeres que cumplen años y que parecen incapaces de asumir que la vejez está a la vuelta de la esquina y que no es un castigo, sino un regalo.