Salud
El aumento de las tareas académicas puede acentuar las molestias oculares en los niños
Dolor de cabeza, hipersensibilidad a la luz, frotarse los ojos, guiñarlos de forma continuada o un parpadeo excesivo son algunos síntomas de los problemas de visión
Los expertos del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega recuerdan que el aumento de las tareas académicas, el retorno de las actividades extraescolares y el incremento de horas frente a las pantallas son algunos aspectos que contribuyen a acentuar las molestias oculares en situaciones cotidianas de los niños.
Dolor de cabeza frecuente, hipersensibilidad a la luz, frotarse mucho los ojos, guiñarlos de forma continuada o el parpadeo en exceso son síntomas y actitudes que pueden denotar episodios relacionados con defectos de refracción o con problemas de corrección óptica. En consecuencia, pueden estar alertando de una de las tres patologías visuales más comunes en la infancia: miopía, hipermetropía y astigmatismo.
En el caso de la miopía, que produce una visión borrosa y poco nítida de todo lo que se encuentra a una distancia lejana, puede darse como fatiga visual, confusión entre palabras y renglones, dificultad para seguir lo que está escrito a cierta distancia o incapacidad para reaccionar ante expresiones faciales de rostros lejanos.
Aunque es un problema difícil de reconocer en la infancia a través de las actividades cotidianas y su manifestación puede depender de la carga genética del niño, para prevenir la miopía es recomendable fomentar la exposición a la luz solar (sin mirar directamente al sol), ya que esta genera dopamina, un neurotransmisor que ayuda a bloquear el alargamiento del globo ocular, una de las causas principales de miopía en infancia y adolescencia.
En cuanto a la hipermetropía, error de refracción más frecuente en la infancia, genera que las personas no vean con claridad lo que se encuentra más cerca. El uso de gafas con lentes convergentes puede llegar a reducir el foco del ojo y corregirla.
Por su parte, el astigmatismo suele tener su origen en la ascendencia genética, ya que con frecuencia se presenta en niños cuyos padres sufren la misma afección. Entre sus efectos se encuentra la visión deformada de los objetos a corta o a larga distancia.
Las revisiones, fundamentales
Los ojos de los niños son más sensibles que los de un adulto, ya que se encuentran en una etapa de desarrollo hasta que se detiene el crecimiento. “Muchas enfermedades de la vista salen a la luz durante la edad pediátrica. Por ello, la exploración que se realiza a los bebés al nacer, que incluye una evaluación ocular completa para descartar patologías congénitas, no es suficiente”, enfatiza la doctora Lucía Fernández-Vega, responsable de la Unidad de Oftalmología Pediátrica y Estrabología del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.
Para una detección temprana y un diagnóstico y control del estado de la visión de los más pequeños, “es recomendable concertar una primera cita de oftalmología pediátrica a partir de los tres años y acudir a las revisiones periódicas, sobre todo cuando el pequeño da indicios de dolencias oculares”. Por otro lado, cuando el pequeño está diagnosticado de una dolencia visual, también es importante que se den revisiones periódicamente con el oftalmólogo, ya que, además de ajustar la graduación, “realizará cuando sea preciso un estudio de fondo de ojo”, concluye la experta.
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