Opinión

Frente a la soledad

Paloma Pedrero
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Hablaba en mi columna anterior de la soledad no deseada, del aumento progresivo de este mal que nos aqueja fundamentalmente en las ciudades y que nos hace más vulnerables. Afirmaba, y ahora va mi experiencia, que lo esencial es techo y alimento, claro, pero que hay que pensar en el espíritu y ofrecer a los desolados cercanía a actividades que les cautiven. Véase cantar en un coro, tomar clases de pintura en grupo, bailar, hacer cine, fotografía o teatro.

Las instituciones están siendo conscientes de esta necesidad y están moviendo hilos. El ayuntamiento de Madrid, a través del Foro de empresas, lleva dos años apoyando con ímpetu «Experimenta Compañía», un proyecto en el que la Asociación que presido, Caídos del Cielo, junto con las de Acción por la música, Voces por la conciencia, REDOMI y, ahora Psicoballet de Mayte León, llevamos a cabo un programa conjunto y precioso. Se trata de ofrecer a las personas en soledad talleres de creación.

Sin embargo, aparte de aprendizajes compartidos, hay algo más. Los alumnos muestran al público lo que son capaces de hacer con su talento, su técnica y su compromiso. Juntos actúan en un Teatro y llenan el patio de butacas de ojos asombrados.

Un gran evento que les permite mostrar todo lo que se puede hacer en Compañía. No es solo que unas horas a la semana se junten, se diviertan, aprendan, se amiguen y conviertan el dolor en belleza. Es todavía más, ya que todo esto hace posible seguir ofreciendo a los otros sus bondades, sus habilidades, su sabiduría. Es saber que en ese lugar en el que se juntan para cantar, hacer cortos, danza o teatro, se cuece un proyecto común que solo podrá consumarse con su presencia, su esfuerzo y su pasión.

Desde ahí, ellas y ellos vuelven a sentirse necesarios, recuperados para la vida social.

He experimentado que esto, el dar, es lo único que nos puede sacar de la tristeza deshabitada. Que dar nos dignifica.