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Ley abolicionista

Así trabajan las prostitutas a las que el Gobierno quiere dejar sin empleo

LA RAZÓN se adentra en los locales que la ley abolicionista quiere prohibir. «Si sale adelante, convertirán a España en la Casa de Campo», dicen

Verónica lleva 10 años ejerciendo la prostitución a través de una agencia de escorts. Noa, este año, cumple ocho en el oficio. Tamara y Nicol hacen lo mismo en un hotel-club donde pagan por su habitación y gestionan la clientela y tarifas a su antojo. Jacqueline hace lo propio en una vivienda autogestionada mientras que Rocío y Susana regentan una agencia de contactos y una vivienda desde hace más de dos décadas.

Las primeras temen que la nueva legislación abolicionista que impulsa el Gobierno las obligue a trabajar en la calle, «lo que implica mayor inseguridad, violencia y condiciones deplorables», confiesan. Las dos últimas aseguran que de salir adelante en el Congreso el texto las abocaría a cerrar sus negocios. Por este motivo llevan meses saliendo a protestar contra esta proposición de Ley Orgánica que pretende modificar la LO 10/1995 de 23 de noviembre del Código Penal a través de la cual se castiga «el proxenetismo en todas sus formas».

220.000 trabajadoras sexuales hay en España, según Astras. Montero afirma que son 45.000David JarLa Razon

Y es que la principal diferencia del actual marco de alegalidad en el que se encuentra la prostitución en España, es que, de aprobarse la reforma del Gobierno, se consideraría explotador sexual a todo aquel al que «con ánimo de lucro y de manera habitual destine un inmueble, local o establecimiento que favorezca o facilite la prostitución».

Esto conllevaría penas de prisión de dos a cuatro años. «No es una ley que directamente nos impida ejercer la prostitución sino que nos quita todos los medios para ejercerla. Si no permiten que trabajemos en clubs, viviendas o locales, tendremos que hacerlo en la calle, con lo que eso conlleva. Es como si a vosotros os quitan el boli, el cuaderno, la grabadora y la cámara y os dicen, venga, ahora haced periodismo», explica Susana Pastor.

Para entender desde dentro cómo les afectará esta reforma del Código Penal, pasamos un día con ellas en los diferentes lugares donde trabajan, desde agencias de escorts, hoteles y clubs hasta las viviendas autogestionadas.

Dos trabajadoras sexuales que ejercen el oficio en una agencia de escortsDavid JarLa Razon

«Dicen que quienes ejercemos la prostitución lo hacemos obligadas, explotadas, y es mentira. Una cosa es la trata y otra la prostitución. Lo hacemos libremente y queremos seguir así. Es más, desearíamos que lo regularan para que pudiéramos pagar nuestros impuestos como cualquier otra persona, sin tener que hacerlo en negro o como falsas autónomas»; asegura Gema, que lleva muchos años en el oficio.

2.880 millones de euros

Según el Ministerio de Igualdad, 45.000 mujeres ejercen la prostitución en España, aunque los datos que manejan ellas apuntan a más de 200.000. «La ministra Irene Montero afirma que el 90% son víctimas de trata, pero es completamente falso, pues ese delito, porque la trata es un delito y la prostitución no, supone un máximo del 12%. Los datos que facilita el Ministerio son erróneos», dice con rotundidad Susana.

Ellas apuntan que, según informes que manejan desde la principal asociación que las ampara, Astras, si legalizara la prostitución aportaría a las arcas públicas más de 2.880 millones de euros tan solo contando con los ingresos que se generan en clubs y hoteles. «Acabaríamos con la deuda de toda España», subraya Gema.

12% trabajadoras sexuales hay en España, según Astras. Montero afirma que son 45.000David JarLa Razon

Comenzamos nuestra ruta por la realidad de las prostitutas que ejercen libremente su oficio en una conocida agencia de trabajadoras sexuales, Elite Scort Madrid. Su directora, Julia Rey, que lleva en el sector 25 años, inicia la conversación asegurando que de salir adelante la reforma legal cerraría el negocio. «Yo me encargo de darles seguridad, y controlar su agenda y bienestar. Realmente yo trabajo para ellas, no ellas para mí. Lo que quieren hacer con este negocio es una salvajada», apunta.

Y es que, según Julia, la prostitución es muy amplia y no incluye solo «lo que la gente tiene en mente, se hace también un bien social». Y pone dos ejemplos: «Yo tengo un cliente de 24 años, tetrapléjico, cuya madre es quien le trae para que su hijo sienta el afecto de una mujer. No tienen sexo, solo le dan cariño, que es lo que necesita. Otro cliente me contó que estaba enfermo y le dieron un año de vida y que lo que quería era disfrutar. Esta gente no son violadores como dice la ministra Montero. Seamos sensatos, por favor», lamenta.

“Trabajo cinco horas al día y gano 10.000 euros”

Con ella trabaja Verónica, de 33 años: «He elegido ganarme así la vida. Trabajo de lunes a viernes, no más de cinco horas al día y gano 10.000 euros. A mí me compensa, soy libre de hacer lo que considere. Me da miedo que con esta reforma legal tenga que dejarlo o prostituirme en la calle, con los riesgos que conlleva. La agencia me da seguridad y lugar limpio para hacer mi trabajo».

«Nosotras le pagamos a Rocío entre un 30% y un 50% por el trabajo que hace por nosotras. Es un filtro y una garantía de seguridad. Además, gestiona nuestra publicidad y las agendas», añade Noa, que lleva ocho años como prostituta de lujo.

«Es una elección personal, muchas tienen carreras y licenciaturas, pero los sueldos que encuentran son irrisorios. Aquí, trabajando 30 horas al mes pueden ganar 6.000 euros. Ellas deciden». Es más, Verónica reconoce que ella tiene sus estudios superiores y máster incluido, pero que decidió dejarlo para ejercer la prostitución porque le es mucho más rentable.

Gema y Susana, de la Asociación AstrasDavid JarLa Razon

El caso de Jacqueline es diferente. Ella se autogestiona. Llegó hace menos de un lustro a Madrid desde Perú y se quedó tras encontrar el amor. «Eso sí, yo sigo trabajando de prostituta porque es la forma que he elegido de ganarme la vida. Lo que no quiero es que me arrojen a la calle y me convierta en el blanco de agresiones, mafias, vejaciones y violaciones. Tengo mis clientes y lo gestiono como deseo». La mayoría de ellas cobra en «B», aunque hay quienes están dadas de alta como autónomas en servicios de limpieza, fisioterapeutas y secretarias. «Yo querría tener mi dinero en el banco y pagar mis impuestos», reconoce Jacqueline.

Nuestra siguiente parada es en el Club Flowers, a las afueras de Madrid. Se trata de un hotel con un club en su parte inferior. Aquí, las mujeres pagan por su habitación 60 euros al día, tienen incluida la comida, limpieza, gimnasio, peluquería y piscina. Mientras Karina, Nicol y Tamara entrenan en la sala de máquinas sonríen cuando se les pregunta si han elegido sin coacción este oficio: «Claro que sí, he tenido otros trabajos en los que me sentía más prostituida que aquí. Habrá quien nos juzgue por ser trabajadoras sexuales, pero es lo que queremos hacer».

“Nadie nos lo impone”

Dicen sentirse protegidas ante clientes que, en otras circunstancias, podrían ejercer la violencia contra ellas. «Nosotras decidimos lo que hacemos y con quién, nadie nos lo impone», confiesan. «Lo que conseguirán con la reforma de la ley es convertir España en la Casa de Campo, ¿prefieren eso? La prostitución seguirá ejerciéndose siempre, la cuestión es cómo quieren que las mujeres (tan solo un 20% son hombres o trans) lo hagan. Seguras o desamparadas. Si el objetivo de esta ley es acabar con las mafias y la trata, se conseguirá justo lo contrario, porque serán estas organizaciones las que impongan su ley», apuntan varias de ellas.

De momento, desde que el nuevo texto llegó al Congreso de los Diputados, las representantes del sector se han podido reunir con algunos parlamentarios, «eso sí del PSOE no han querido recibirnos. Lo que es curioso es que quienes están en contra de la prostitución ya han rectificado y aclarado que habría que sacar al cliente de las penalizaciones que se hablaba al principio. Qué curioso». Esta semana han recibido una buena noticia, se ha admitido a trámite la creación de una subcomisión parlamentaria para que ellas puedan contar su realidad. «Por fin parece que alguien quiere escucharnos», sentencian.

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