Escándalo en Eslovenia
Rupnik: el genio del mosaico católico, en el andamio de los abusos
La denuncia de al menos nueve monjas eslovenas por violencia psicológica y sexual cuestiona al jesuita, referente del arte confesional contemporáneo
Hace unos meses Marko Rupnik remataba la obra más majestuosa de su carrera. Un mosaico exterior de 15.000 metros cuadrados con 110 escenas bíblicas para la fachada de la no menos imponente basílica brasileña de Aparecida, el templo que hace quince años consolidó al futuro Francisco como el referente espiritual e intelectual de la Iglesia latinoamericana. Hoy, este jesuita esloveno, aplaudido como uno de los genios del arte contemporáneo católico, ve salpicada su trayectoria por los andamios oxidados de los abusos que tantos desvelos está provocando al Papa y que está jaqueando la credibilidad de la Iglesia universal.
El escándalo se abonó hace diez días, cuando un portal digital italiano destapó las acusaciones de agresiones psicológicas y sexuales en la década de los 90 por parte de la comunidad de monjas eslovena Loyola de Lubliana, fundada por un religioso del que Rupnik era amigo y capellán. Los testimonios de al menos nueve consagradas mancharían el apreciado currículum artístico de este sacerdote de 68 años, que llega de todos los rincones del orbe católico, con más de 130 obras repartidas por todo el planeta. Hay quien le ha llegado a calificar como el Miguel Ángel del siglo XXI. Doctorado en Bellas Artes por la Pontificia Universidad Gregoriana por una tesis sobre el significado teológico del arte moderno a la luz de la teología rusa, el talento de este teólogo ha sido avalado por todos los pontífices recientes. No en vano, sus manos levantaron la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano por encargo de Juan Pablo II. Y Francisco le confió la creación de los logos del Jubileo de la Misericordia que se celebró en 2016 y del Encuentro Mundial de las Familias que se celebró en Roma el pasado verano.
Reacción oficial
El terremoto virtual provocó que este lunes la Compañía de Jesús emitiera un comunicado en el que admitió una denuncia ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano en 2021. A partir de ahí, la Santa Sede abrió su propio proceso de oficio a la par que encargó a los jesuitas una investigación preliminar, que a su vez delegaron en un religioso español. El pasado mes de octubre, Doctrina de la Fe cerró el caso por considerarlo prescrito. Sin embargo, la congregación ha decidido mantener algunas medidas cautelares que se activan al conocerse el caso, entre ellas, «la prohibición del ejercicio del sacramento de la confesión, de la dirección espiritual y del acompañamiento de los ejercicios espirituales». Además, se le impiden realizar actividades públicas sin el permiso de su superior de su comunidad local.
Flecos abiertos
Aunque este paso al frente oficial podría haber zanjado la cuestión, ha dejado tras de sí algunos flecos, como el hecho de que se evite hablar de víctimas y que pudiera dar la sensación de que se esquina el problema al señalar que se trata de uno entre adultos y no de menores. Además, en paralelo al caso de las monjas eslovenas, se habría producido otra denuncia de otra consagrada italiana.
El que fuera provincial de los jesuitas de la Europa Mediterránea, Gianfranco Mattarazzo, parece estar al tanto de estas lagunas: «Hay que decirlo: el ‘caso Rupnik’ es un tsunami de injusticia, falta de transparencia, gestión cuestionable, actividad disfuncional, trabajo personalizado, comunidad apostólica sacrificada al líder y trato desigual». Con esta lapidaria reflexión, Mattarazzo lamentaba que la gestión de esta crisis supone «un daño mortal a la Orden Jesuita, pero más aún a la Santa Madre Iglesia» y apostillaba a renglón seguido que «hoy con el ‘caso Rupnik’ nos aferramos a la ‘prescripción’ y a esperar que todo pueda detenerse ahí. ¿Está el Señor llamándonos a este enfoque?».
Respaldo del general
Con más prudencia, el prepósito general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, también ha salido al paso defendiendo las decisiones tomadas hasta la fecha. «No ocultamos nada», aseguraba el sacerdote venezolano, que deja la puerta abierta a nuevas pesquisas: «Las medidas cautelares se han mantenido porque queremos ir más allá en el tema, ver cómo se ayuda a todos los involucrados».
En una entrevista al portal portugués «7Margens» da un espaldarazo a Rupnik, defendiendo que puede continuar adelante con su labor artística: «No está detenido, ni ninguna de las medidas afecta a su obra. Tiene compromisos artísticos muy importantes. Puede celebrar la Eucaristía, lo que tiene prohibido es guiar ejercicios espirituales o confesarse. Esas son las medidas, porque tiene que ser proporcional a los hechos».
«Las víctimas escuchadas son creíbles y su relato es sólido», asevera por su parte Daniele Libanori, jesuita, obispo auxiliar de Roma, y responsable de la investigación canónica que llevó a cabo la Santa Sede. Entre estos testimonios se encuentra una religiosa que se expresa en estos términos: «Me obligó a hacer cosas que, de hecho, no quería hacer. Usó la violencia, me golpeó. En sus ojos, en su voz, estaba y está la convicción de que es intocable. Abusó de mí, de mi confianza. Yo era sumisa».
Mientras tanto, Rupnik guarda silencio y, de momento, puede enfundarse el mono rojo de trabajo. En Roma continúa su labor con un equipo de artistas de diez nacionalidades diferentes en el Taller de Arte Espiritual del Centro de Estudios e Investigaciones Ezio Aletti, a un paso de la basílica de Santa María la Mayor. Sin embargo, el que fuera fundador de esta obra se apartó de la dirección general hace más de un año. El prepósito Arturo Sosa ha desvinculado que este cese tenga que ver con las acusaciones de abuso, sino «por razones internas a la organización del centro, porque llevaba mucho tiempo en el puesto y ya tenía muchos compromisos con el trabajo artístico».
Entre ocres y dorados
Lo cierto es que, con el primer bizantino como referente estético, Rupnik y los demás artistas del centro han actualizado este lenguaje catequético visual otorgándole una luminosidad a golpe de teselas ocres y doradas. Tal es la minuciosidad y simbolismo de unas obras que buscan reflejar la universalidad de la fe, que se componen a partir de piedras lo mismo de Brasil que de Irak, México, China o Macedonia.
En nuestro país, su obra más reciente es un encargo de los propios jesuitas. Son ocho capillas del santuario de la Cueva de San Ignacio de Manresa, que se ha revestido de su arte con ocasión de los 500 años de la conversión del fundador de los jesuitas. Hasta 22 personas de su equipo le acompañaron para dar forma a los 550 metros cuadrados de mosaicos que juegan a ser una peregrinación por escenas bíblicas que hablan de la impronta del santo guipuzcoano.
El estudio de Rupnik también firma, entre otras obras, el muro del altar mayor del Santuario de la Santísima Trinidad en Fátima, la capilla de la Sucesión Apostólica de la Conferencia Episcopal Española, la iglesia de la Virgen de la Cruz del Sur en Australia y la Capilla de la Sagrada Familia de los Caballeros de Colón en Estados Unidos.
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