Vaticano

El «regalo» de Reyes del Papa a la Iglesia: «Ideologías, no»

En la misa de la Epifanía, Francisco alerta de la división entre los católicos tras las resistencias generadas al abrir las bendiciones a parejas divorciadas y homosexuales

El Papa esta mañana en la Misa de Epifanía
El Papa esta mañana en la Misa de EpifaníaRICCARDO ANTIMIANIAgencia EFE

Un toque de atención a los propios católicos frente al riesgo de cismas y enfrentamiento en el seno de la Iglesia. Es el regalo de Reyes nada ingenuo que el Papa Francisco dejó ayer a través de su homilía en la eucaristía con motivo de la Fiesta de la Epifanía del Señor. Ante una basílica de San Pedro con el aforo completo, el pontífice argentino lanzó de una tacada una triple alerta lo mismo a cardenales que a obispos y sacerdotes o a cristianos de a pie: no a la ruptura, no a las ideologías y no a una religiosidad superficial.

«En la Iglesia, en lugar de dividirnos en función de nuestras ideas, estamos llamados a volver a poner a Dios en el centro», entonó el Obispo de Roma al traducir al hoy la actitud de los Magos de que «tienen los ojos apuntando al cielo» desde «la amistad con el Señor, por su amor que nos sostiene, por la luz de su Palabra que nos guía como una estrella en la noche». A la par, fue más allá para instar a los presentes a «abandonar las ideologías eclesiásticas, para encontrar el sentido de la Santa Madre Iglesia, el ‘habitus’ eclesial».

«Ideologías eclesiásticas, no; vocación eclesial, sí», sentenció Jorge Mario Bergoglio con contundencia y serenidad desde la silla ubicada en el lateral del baldaquino de San Pedro, donde presidió y siguió toda la eucaristía. Para rematar este tirón de orejas, planteó que el camino de la fe «no se reduzca a un conjunto de prácticas religiosas o a un hábito externo, sino que se convierta en un fuego que arde en nuestro interior y nos haga buscadores apasionados del rostro del Señor y testigos de su Evangelio».

Esta advertencia del Obispo de Roma sobre la urgencia de una mayor unidad como alternativa a los enfrentamientos entre los propios católicos llega en un comienzo de año especialmente agitado en lo que se refiere a las resistencias a la reforma que abandera desde hace una década. Una oposición que parecen haberse visibilizado con más virulencia en estos últimos meses, tras la muerte de Benedito XVI y con la celebración en Roma el pasado mes de octubre de la primera fase del Sínodo de la Sinodalidad, el foro de reflexión convocado por Francisco y en el que por primera vez en la historia las mujeres tienen voz y voto. Esta asamblea consultiva se ha planteado como una puesta a punto en la que se analizan las debilidades de la Iglesia y propuestas de futuro para poner sobre la mesa del pontífice.

Aunque habrá una segunda vuelta este otoño, de la primera síntesis ya han surgido iniciativas tales como la activación del diaconado femenino, hacer más participativa la elección de los obispos, auditorías permanentes a los pastores, lograr una liturgia más accesible, una mayor participación de los laicos para desclericalizar las parroquias o descentralizar el gobierno de la Iglesia universal. De acometerse estos cambios que Francisco siempre contempla dentro de un segundo aterrizaje del Concilio Vaticano II, supondría un salto cualitativo en una realidad católica tan universal como compleja y resistente al cambio.

Bendiciones cuestionadas

Prueba del sismo que genera cada leve movimiento papal es cómo se despidió desde Roma el año 2023 con la Declaración «Fiducia Supplicans», un documento publicado por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y con el visto bueno papal, que da luz verde a impartir bendiciones pastorales de parejas que la Iglesia cataloga como «irregulares», esto es, divorciados y homosexuales, sin ritual alguno y evitando que se confundan con el sacramento del matrimonio. Esta puerta abierta ha generado una contestación visible entre los sectores eclesiales más conservadores, además de la negativa a aplicarse por parte de algunos países africanos como República Democrática del Congo, Gabón o Nigeria y dos Epicopados europeos: Hungría y Ucrania. El revuelo hizo que este mismo jueves, el prefecto para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, emitiera una nota en la que se clarificaba aún más cómo debían ejecutarse estas bendiciones, con detalles tales como que no dure más de quince segundos y enfatizando que no hay cambio doctrinal alguno ni se trata de una práctica «herética» o «blasfema».

En este contexto, Francisco pronunció ayer su homilía en aras de la concordia y la serenidad. Por eso no es de extrañar que subrayara que «el Señor, y no nuestras ideas o proyectos, debe estar en el centro». «Partamos de nuevo de Dios, busquemos en Él la valentía de no detenernos ante las dificultades, la fuerza para superar los obstáculos, la alegría de vivir en comunión y armonía», destacó el Santo Padre.

En cualquier caso, el Papa llamó a los cristianos a seguir el ejemplo de Melchor, Gaspar y Baltasar de no perderse en luchas internas, sino vivir con «los pies caminando sobre la tierra y el corazón postrado en adoración». Ante la tentación de vivir «encerrados en el estrecho perímetro de las cosas terrenas» con «bienes y consuelos mundanos», Francisco planteó como alternativa ser «buscadores de Dios, hombres de esperanza, soñadores intrépidos».

«No encontramos al Dios que viene a visitarnos manteniéndonos firmes en alguna hermosa teoría religiosa, sino sólo emprendiendo un camino, buscando los signos de su presencia en las realidades cotidianas y, sobre todo, encontrando y tocando la carne de nuestros hermanos», enunció en un alegato a su empeño porque toda la Iglesia se ponga al servicio «especialmente de los más pobres

Así, el Papa invitó a los católicos a cambiar su «estilo de vida» para «transformar el mundo». Para ello, echó mano de la homilía que el pontífice alemán fallecido hace un año pronunció el 6 de enero de 2008, cuando denunció el riesgo de buscar «la felicidad en la embriaguez, en lo superfluo, en los excesos, y uno se arruina a sí mismo y al mundo».