Brote de ébola

Abrir a pesar del ébola

Ricardo Lorenzo, coordinador de Juan Ciudad ONGD, trabaja para reabrir el hospital de Miguel Pajares a finales de octubre

Ricardo Lorenzo, coordinador de Juan Ciudad ONGD, trabaja para reabrir el hospital de Miguel Pajares a finales de octubre
Ricardo Lorenzo, coordinador de Juan Ciudad ONGD, trabaja para reabrir el hospital de Miguel Pajares a finales de octubrelarazon

El 7 de agosto aterrizaba en Madrid un avión de las Fuerzas Armadas medicalizado. Dentro, el primer contagiado por ébola que entraba en Europa: el misionero de la Orden de San Juan de Dios, Miguel Pajares. Junto a él, la hermana Juliana Bonoha, que permaneció aislada hasta confirmar que el letal virus no circulaba por su sangre. En el Hospital San José de Monrovia (Liberia) donde el misionero trabajó siete de los 18 años que dedicó a África, se quedaron varias de las hermanas de la Inmaculada Concepción con las que compartía su día a día. Por eso, Miguel no se quería marchar, no quería abandonar el encargo que su congregación le había designado ni a su familia, las hermanas. Una de ellas, Chantal, murió días antes de que el suero Zmapp tampoco consiguiera el «milagro» en el padre Pajares.

Desde el mes de agosto, el hospital de referencia de la zona está cerrado. El descontrol y los más de 3.400 casos registrados en Liberia –de acuerdo con los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)– no ha permitido a la orden reabrirlo. Ésta es la difícil labor a la que se enfrenta desde finales de agosto Roberto Lorenzo, coordinador de proyectos de la Fundación Juan Ciudad, la ONG de la congregación. Atiende a LA RAZÓN por Skype porque «las comunicaciones aquí son difíciles». Tras una mañana de gestiones se pone los cascos sudando, «aquí hace mucho calor», explica. Él forma parte de un reducido grupo de colaboradores que trabajan para seguir con el legado del padre Pajares y reabrir el hospital. «Su muerte y la del hermano García Viejo han sido un golpe terrible para la orden y para la misión. Este centro se cerró por prevención y ahora estamos haciendo todo lo posible por volver a ponerlo en marcha». Eso sí, nunca como centro de ébola, sino como hospital materno-infantil. «Hoy las mujeres no tienen donde dar a luz y es un asunto prioritario», explica el cooperante al otro lado de la pantalla .

Su intención era abrir las puertas del centro esta semana, pero la situación no lo permite. «El principal problema es que el ébola es real y no podemos poner en marcha el hospital porque no contamos con un protocolo concreto para combatirlo». Los centros de referencia «están sobrepasados» y en el más cercano, en cuanto se abren nuevas camas, «se desborda». El Gobierno estima que de las 200 camas que cuenta el centro de Monrovia, se superen las mil «si las ayudas que han anunciado la OMS y Estados Unidos llegan». Por esto, Lorenzo se reúne cada día con Cruz Roja y Médicos sin Fronteras, los que más pelean por detener el brote, aunque «una de las voluntarias de Médicos sin Fronteras ayer tuvo que volar a París porque se ha contagiado», lo que refleja la magnitud de una catástrofe que infecta hasta a los cooperantes de las ONG más expertas porque el ébola sobre todo «afecta a los cuidadores». «El hospital ya está completamente desinfectado, hemos hecho un primer periodo de formación y tenemos gran parte del equipo necesario para abrir». Las esperanzas de Lorenzo se centran en octubre: «Creo que a finales de mes podremos volver a abrir un hospital que no cerró ni durante la guerra».

Una de las tareas que se le encomendó al coordinador era dar con el origen del brote en el Hospital San José. ¿Quién trajo el virus? ¿cómo pudo transmitirse a 15 personas tan rápidamente? Lorenzo ha conseguido determinarlo. «Ya sabemos quién contagió al hermano Patrick –el director del centro–», el primero en fallecer a causa del virus. «Una mujer llegó sangrando. Aseguró que sufría un aborto. Era de Camerún y como el director hablaba francés ejerció de intérprete sin saber que lo que en realidad tenía la mujer era fiebre hemorrágica causada por el virus del Ébola». Patrick pronto enfermó, tenía fiebre, pero «cuando le hicieron la prueba dio negativo, de ahí que el resto de misioneros se volcaran en cuidarle. En lavarle y estar pendientes de él». Así se infectó el resto de la «familia». Pero, ¿cómo es posible que el test de sangre no diera muestras del virus? «Este terrible suceso nos ha demostrado que durante los primeros 3-4 días tras el contagio, los resultados pueden dar negativo. Es una pena que una muerte nos lo haya tenido que demostrar», reconoce con tristeza el trabajador de la ONG. El caso de esta mujer, junto al de «un hombre que llegó al hospital para morir», contagiaron a 15 más y obligaron a sellar sus puertas.