
Investigación
La alimentación mediterránea protege frente al alzhéimer
La dieta ha demostrado ser más poderosa que el destino dictado por los genes para prevenir algunos tipos de demencia

La dieta mediterránea no deja de dar sorpresas. Y buenas. La última ha llegado esta misma semana a través de un estudio publicado en la revista Nature Medicine por científicos de la Universidad de Harvard. Según exponen, seguir una pauta de alimentación como la que tradicionalmente se usa en el sur de Europa protege claramente frente al riesgo de padecer alzhéimer.
El trabajo demuestra que aquellas personas que consumen regularmente suficientes cantidades de fruta, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos y aceite de oliva virgen están más protegidos contra el desarrollo de demencias. Incluso cuando el paciente posee factores de riesgo genéticos que le predisponen a la patología. En otras palabras: la dieta de nuestras abuelas es más poderosa que el destino dictado por los genes.
Desde hace tiempo se sabe que la enfermedad de Alzheimer está condicionada por un fuerte factor genético. En concreto, está muy demostrada la influencia del gen APOE en el desarrollo de una tipología de demencias. Los individuos que portan un alelo de APOE 4 (variante del gen de la apolipoproteína E) tienen un riesgo entre dos y cuatro veces superior de terminar afectados. Los que portan dos alelos, afrontan un riesgo entre 8 y 12 veces mayor.
El motivo es que APOE4 interviene en la desregulación de la proteína Beta Amiloide, una sustancia que, cuando se exacerba su producción, termina acumulándose en el tejido neuronal para dañarlo irreversiblemente.
Sin embargo, aún no se ha podido entender del todo cómo afectan los factores ambientales (como la dieta) al desarrollo definitivo de la enfermedad en las personas portadoras del gen. Este conocimiento es fundamental para determinar en qué casos la mera presencia del gen puede considerarse un marcador fiable de predisposición a la patología. Y es que, más allá de la información genética, factores epigenéticos y metabólicos repercuten en el definitivo afloramiento de la enfermedad.
¿Podría ser la dieta uno de esos factores? Para comprobarlo, el equipo de Harvard se ha enfocado en los usos culinarios mediterráneos. "Uno de los motivos de la elección es que en estudios aleatorios previos se ha demostrado una relación entre la dieta mediterránea y la mejor salud cognitiva en edades avanzadas" ha asegurado Yuxi Liu, autora principal del trabajo. La intención de esta nueva investigación era desvelar si esos efectos positivos a nivel molecular funcionan también en personas con una potente carga genética que predispone a enfermar.
En este caso se han analizado datos clínicos de 4.215 mujeres que participaron entre 1989 y 2023 en el Nurses Health Study, una macroencuesta que lleva realizándose desde 1976 entre enfermeras de Estados Unidos y que ha terminado por convertirse en una de las mayores bases de datos disponibles para analizar la interacción entre el estilo de vida y la salud en la mujer. Para validar los resultados, estos se cruzaron con otras encuestas a 1.490 hombres dedicados a la sanidad entre 1993 y 2023.
A los encuestados se les pidió que rellenaran cuestionarios sobre sus hábitos alimenticios a largo plazo a la vez que se recogían muestras anuales de sangre para analizar una serie de metabolitos. El trabajo se completó con test genéticos y con encuestas personalizadas a parte de los participantes para evaluar su estado cognitivo con el paso de los años.
Los portadores del gen tienen mayor protección
Durante el periodo de estudio, casi 500 participantes desarrollaron algún tipo de demencia en edades avanzadas. Pero el trabajo demuestra que entre los que habían consumido regularmente una dieta mediterránea las probabilidades de caer en ese grupo de afectados eran considerablemente menores y la protección era aún mayor en los casos de personas que portan el factor de riesgo genético APOE4.
Cerca del 25% de la población tiene una copia del gen APOE4 y un 2% tiene dos copias. No está claro por qué este gen y la dieta interaccionan, pero se sabe que entre las funciones de APOE se encuentra la de codificar para proteínas que transportan grasas como el colesterol en el torrente sanguíneo y el cerebro.
Los expertos creen que la variante genética alterada podría distorsionar ese proceso de transporte de grasas y afectar al modo en el que el cerebro reacciona a la inflamación y a la creación y destrucción de placas de la dañina proteína Beta Amiloide.
Lo cierto es que portar una o dos copias de APOE4 no supone necesariamente desarrollar alzhéimer, lo que sugiere que otros factores pueden desencadenar o inhibir la aparición del mal. No es descabellado pensar que, dada la relación entre este gen y el transporte de grasas, la dieta sea uno de esos factores.
Esta investigación pone de manifiesto la importancia de la llamada metabolómica, el estudio exhaustivo de los metabolitos (sustancias como la grasa, azúcares, minerales, hormonas…, derivadas de la producción de energía y de la alimentación) presentes en nuestras células y que interactúan con la información genética.
Dice el viejo refrán que "uno no es de donde nace sino de donde pace". Estudios como este demuestran que, efectivamente, el modo en que nos alimentamos puede ser un catalizador de las instrucciones que dan nuestros genes. Para bien y para mal.
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