
Regreso
Amaia Montero: el patrimonio oculto tras la voz de La Oreja de Van Gogh
La artista vasca reaparece en los escenarios con las finanzas en orden y una gestión empresarial impecable

Durante más de una década, Amaia Montero ha sido un nombre asociado tanto a la nostalgia como al misterio. Silencios prolongados, reapariciones esporádicas y una legión de seguidores esperando una señal. Esa señal llegó en 2024, cuando La Oreja de Van Gogh confirmó lo impensable: el regreso de su vocalista original. Sin embargo, el verdadero giro de guion no está solo en lo musical. Detrás de la voz que marcó los años 2000 hay una gestión económica silenciosa pero ejemplar, un patrimonio diversificado que demuestra que Montero no es solo intérprete, sino también estratega.
Mientras el público celebraba el reencuentro, sus balances hablaban de otra historia, la de una artista que ha convertido su talento en un proyecto empresarial sólido y autosuficiente.
Una empresaria detrás del micrófono
Lejos del tópico de la estrella desconectada de los números, Amaia Montero lleva años participando activamente en la estructura financiera de su grupo. La cantante sigue siendo socia de La Oreja de Van Gogh S.L., la sociedad limitada que gestiona los derechos de autor, contratos y facturación de la banda.
El capital se reparte de forma equitativa entre los cinco miembros originales un 20% cada uno y la compañía acumula activos valorados en 2,9 millones de euros, según su balance de 2022. Con un objeto social que abarca desde la producción musical hasta la representación artística, la empresa ha mantenido una estabilidad poco habitual en la industria musical.
En otras palabras, Montero nunca se desvinculó del todo de La Oreja de Van Gogh, aunque el micrófono cambió de manos, los beneficios siguieron llegando.
“Poquito a Poco”: su otra gran apuesta
Tras su salida del grupo en 2007, la cantante creó su propia sociedad, Poquito a Poco S.L., con la que ha gestionado su carrera en solitario. A través de ella facturó 2,3 millones de euros en 2023, pese a haber pasado varios años retirada por motivos de salud.
El activo total de la empresa alcanza los 3,7 millones de euros, lo que la consolida como una de las estructuras más solventes del panorama musical español. Incluso en años sin giras ni lanzamientos, Poquito a Poco S.L. ha mantenido beneficios estables en torno a los 50.000 euros netos en 2019 gracias a una administración prudente y diversificada. Más que una simple herramienta fiscal, esta sociedad ha funcionado como un escudo económico que le ha permitido conservar el control total de su carrera artística.
Ladrillo y estabilidad: su inversión más segura
El éxito musical fue solo el punto de partida de una estrategia patrimonial más amplia. Desde finales de los noventa, Montero ha invertido con discreción en bienes inmuebles. En 1999, adquirió un piso de 97 metros cuadrados en San Sebastián, valorado hoy en unos 400.000 euros, junto con un terreno deportivo de 2.666 metros con piscina, frontón y pista de tenis.
Con su salto a Madrid, apostó por una vivienda en el barrio de Salamanca, de 289 metros cuadrados, que compró por un millón de euros y que actualmente podría rondar los tres millones en el mercado inmobiliario.

Esta política de inversión demuestra que la artista ha sabido transformar los ingresos de su época dorada en activos duraderos, blindando su independencia frente a los altibajos del negocio musical.
Canta porque quiere, no porque necesita
Lejos de las especulaciones sobre posibles dificultades económicas, los datos reflejan una realidad opuesta, Amaia Montero no necesita volver para vivir, sino que elige hacerlo. Su situación financiera le permitiría una retirada tranquila, pero su regreso junto a La Oreja de Van Gogh responde más a un impulso emocional que a un cálculo contable.
La cantante recupera así una etapa vital desde otra perspectiva, la de quien puede volver al escenario por vocación, no por supervivencia.
El valor de una independencia silenciosa
Amaia Montero ha conseguido algo poco habitual en el pop español, mantener su identidad artística y su solvencia económica al margen de modas, crisis o titulares.
Su reencuentro con La Oreja de Van Gogh no solo simboliza una reconciliación musical, sino también el triunfo de una gestión inteligente del talento. La artista que puso voz a una generación demuestra ahora que el verdadero éxito no está en volver, sino en poder elegir cuándo hacerlo.
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