Clave para la salud

La amistad aumenta la esperanza de vida

De acuerdo con un reciente estudio, socializar frecuentemente evita

un sinnúmero de enfermedades

Vista trasera del grupo de amigos felices divirtiéndose en la cima de la montaña. Hombres y mujeres saltando en la cima de la montaña contra la puesta de sol.
Vista trasera del grupo de amigos felices divirtiéndose en la cima de la montaña. Hombres y mujeres saltando en la cima de la montaña contra la puesta de sol.Dreamstime

El número de personas mayores de 65 años había alcanzado los 761 millones en 2021 y se espera que esa cifra se duplique para 2050 a 1600 millones, según el «Informe Social Mundial 2023» de la ONU. En consecuencia es lógico que cada vez se preste más atención al concepto de envejecimiento activo o exitoso. Y en este contexto los estudios más recientes señalan que una vida social activa es un elemento clave.

Un análisis realizado entre 28.000 voluntarios con una edad promedio de 89 años publicado en línea en el «Journal of Epidemiology & Community Health» ha explorado si la frecuencia de socialización podría estar relacionada con la esperanza de vida. La información se basó en la Encuesta Longitudinal de Longevidad Saludable de China. Desde el año 2002 esta base de datos obtiene información sobre la frecuencia de socialización. A los voluntarios se les preguntó con qué frecuencia participaban en actividades sociales: casi todos los días; al menos una vez por semana; una vez al mes; ocasionalmente; o nunca. También se recopiló información sobre factores potencialmente influyentes, incluidos el sexo, la educación, el estado civil, ingresos del hogar, dieta, estilo de vida y antecedentes médicos.

Durante los primeros 5 años de seguimiento, 25.406 personas dijeron que no participaban en ninguna actividad social; 1379 informó hacerlo a veces; 693 al menos una vez al mes; 553 al menos una vez por semana; y 532 casi a diario.

Los resultados mostraron que mantener una actividad social más frecuente se asoció con una supervivencia significativamente más larga: cuanto mayor era la frecuencia, mayor la probabilidad de vivir más tiempo. Por ejemplo, el tiempo de vida se prolongó en un 42% en aquellos que socializaban ocasionalmente, en un 48% en los que lo hacían al menos una vez al mes, en un 110% en los que lo hacían al menos semanalmente y en un 87% en los que lo hacían casi todos los días en comparación con aquellos que dijeron que nunca socializaron. Los autores señalan que solo socializar casi todos los días se asociaba con una supervivencia significativamente más larga entre los cuales el tiempo hasta la muerte se retrasó en un 204%.

Pese a lo interesante de los resultados hay que destacar dos factores importantes: se trata de un estudio observacional, por lo que no se puede establecer la causa y que está centrado exclusivamente en voluntarios chinos, por lo tanto las cifras podrían cambiar para otros países.

Al mismo tiempo, los autores señalan que «tampoco está claro exactamente por qué la socialización en la vejez podría prolongar la supervivencia. Las explicaciones propuestas incluyen mejorar los comportamientos saludables, como más actividad física y una mejor dieta. La socialización también puede mitigar el impacto de los factores estresantes crónicos. Aunque el vínculo entre la frecuencia de la actividad social y la supervivencia general se atenuó después de ajustar los factores sociodemográficos, el nivel socioeconómico, los comportamientos saludables y varias morbilidades, siguió siendo estadísticamente significativa, lo que indica que la participación en actividades sociales per se era un indicador independiente de supervivencia global en personas mayores», concluyen.

¿Qué sabemos entonces sobre la relación entre amistad y esperanza de vida? Mucho. De acuerdo con un estudio publicado en el «British Medical Journal» en 2016 y liderado por Nicole Valtorta, la calidad de nuestras relaciones sociales está directamente relacionada con el riesgo de enfermedad cardiovascular. Incluso la «soledad percibida» se ha asociado con un 29% más de riesgo de enfermedad cardíaca y un 32% más de riesgo de accidente cerebrovascular. La mala integración social (p. ej., un bajo número de relaciones cercanas) predice, según un análisis liderado por Sylvia D. Kreibig, un aumento del 61% en el riesgo de muerte.

El consenso científico es que la soledad predice un mayor riesgo de morir por todas las causas. Una revisión de 148 estudios (con más de 300.000 participantes) realizada por Julianne Holt-Lunstad y publicada en PlosMedicine indicó un «50% más de probabilidad de supervivencia para los participantes con relaciones sociales más sólidas, independientemente de la edad, el sexo, el estado de salud inicial e incluso la causa de la muerte». Los autores señalan una sorpresa en sus conclusiones: «La soledad es tan peligrosa para la salud como fumar y un factor de riesgo aún mayor que la obesidad y el sedentarismo».

Una explicación es que las personas que están socialmente aisladas tienen más probabilidades de involucrarse en conductas negativas para la salud, como fumar, aumentar de peso y consumir alcohol en exceso –conclusiones de Debra Umberson, de la Universidad de Texas, publicadas en «Journal of Health Social Behaviour»–. Otra posible explicación es que los estados psicológicos negativos asociados con la soledad provocan cambios que aumentan el riesgo de infarto, accidente cerebrovascular y muerte.

Los efectos posteriores del aislamiento social incluyen inflamación, presión arterial alta, aumento de la coagulación sanguínea y disminución de la función inmunológica, que conducen a la acumulación de placa en las arterias o accidente cerebrovascular. Los estudios demuestran que en general nuestra tasa de supervivencia general aumenta en un 50% si tenemos relaciones sociales sólidas. De acuerdo con un informe del «Harvard Women’s Health Watch», las personas que tienen relaciones satisfactorias con los demás son más felices, mejor adaptadas, tienen menos problemas de salud y, de hecho, viven más tiempo. La amistad puede aliviar los altos niveles de estrés, lo que puede tener un impacto negativo en las arterias coronarias, la función estomacal, la regulación de la insulina y la función del sistema inmunitario. Además, se ha descubierto que los comportamientos afectivos liberan hormonas que reducen el estrés.

Y viceversa, por decirlo de algún modo: los lazos sociales débiles están relacionados con tasas más altas de depresión, deterioro cognitivo en etapas posteriores de la vida y aumento de la mortalidad. De hecho, un estudio del Instituto Nacional de Envejecimiento (Estados Unidos) señala que la falta de relaciones sólidas aumentaba el riesgo de muerte prematura en un 50%, el equivalente a fumar 15 cigarrillos al día, con un impacto mayor si se le añade inactividad física y obesidad.

Por último: un estudio publicado en «Journal of Epidemiology» y analizó las costumbres de 7.000 hombres y mujeres, señala que aquellos que estaban desconectados de los demás tenían tres veces más probabilidades de morir durante el estudio de nueve años que aquellos con amistades sólidas.