Asuntos sociales

«Antes no sabía cómo abrazar ni dar un beso»

Patricia y su madre de acogida, Elvira, quieren ser legalmente una familia
Patricia y su madre de acogida, Elvira, quieren ser legalmente una familialarazon

Patricia Moyá lleva diez años con sus padres de acogida, que le han enseñado lo que es el cariño. A sus 19 años, su familia quiere adoptarla

Patricia apenas se lleva unos meses de diferencia con su hermano David. Su madre, Elvira, se refiere a ambos como «mellizos». No han nacido del mismo vientre, pero como si lo hubiesen hecho. «Los lazos de sangre no siempre son los más importantes», dice esta joven de 19 años. Después de pasar desde los seis hasta los nueve años en un centro de menores, lleva un decenio siendo un miembro más de esta familia de acogida, en la que ha aprendido lo que es el cariño. Para ella, ellos son sus padres, y para ellos, Patricia es su hija. ¿Su objetivo? Formalizar este vínculo con todas las de la Ley.

Patricia Moyá y su madre, Elvira Perona, han querido compartir su experiencia con motivo del II Congreso «El Interés Superior del Niño», organizado por la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (Aseaf) y la Asociación de acogedores de menores de la Comunidad de Madrid (Adamcam). Una cita que tiene como finalidad visibilizar el acogimiento familiar como alternativa a la adopción y quitar los miedos que los padres potenciales puedan albergar sobre este modelo, del que suelen trascender conflictos tras la aparición de los padres biológicos.

Patricia cuenta que sus hermanos la dejaron en un centro de menores a los seis años. A sus progenitores les retiraron la tutela. «Mi madre tenía un problema de adicciones y estaba centrada en él. No podía cuidarme a mí ni a los tres hijos anteriores que había tenido», relata. En principio, era algo temporal. Le dijeron que volvería a casa cuando «mi madre se pusiera buena». Algo que nunca ocurrió. En el centro no recibía el apoyo que una menor de su edad necesitaba. «Era como vivir en un colegio en el que comes, duermes y te duchas. Pasaban de ti en lo que respecta a estudios, no te revisaban los deberes...». Diariamente tenía que ir al colegio y fue allí donde conoció a David, su futuro hermano.

«Nos enteramos de la existencia de Patricia por casualidad, por mi hijo», afirma su madre, Elvira. «En la residencia la llevaban a un colegio donde él estudiaba y Patricia era su compañera. Organizábamos cumpleaños ‘‘comunitarios’’: a ningún niño se le discriminaba de la fiesta. Así comenzamos a sacarla de vez en cuando. Y pensamos: si nos la dejaban sacar a un cumpleaños, nos la dejarán sacar a merendar una tarde...», añade. Y, poco a poco, se les abrió un horizonte que desconocían.

«Nosotros no sabíamos lo que era el acogimiento. Primero nos dijeron que no: los padres de acogida nunca eligen al niño que acogen; teníamos que ir a una lista de padres acogedores. Yo les dije: “Mientras le buscáis familia, seguiremos sacándola fuera”. Tres meses después nos dijeron que si hacíamos una solicitud individual, había posibilidades». Y así, Patricia se ha convertido en su hija hasta el día de hoy. «Está perfectamente integrada. Nos costó a todos, pero hemos ido aprendiendo. A ella le costó tres años: hasta los 12 años no empezamos a verla feliz. Necesitó terapia. Cuando la abrazabas, ella se quedaba como diciendo: “¿Ahora qué es lo que tengo que hacer?”. Después, con el tiempo ella decía: “Abrázame un poco más”», recuerda Elvira. «Yo no sabía cómo abrazar ni dar un beso. Pero cuando llegas a una familia de acogida, te das cuenta de que necesitas cariño. Te revisan los deberes, aprendes, miran por lo que te gusta, lo que no...».

Patricia tiene claro su futuro profesional. Ahora mismo cursa un ciclo superior de Educación Infantil. Lo que no está tan nítido es su futuro familiar. La joven ya es mayor de edad. Y oficialmente, Elvira y su marido ya no son ni siquiera sus tutores. «Dicho así, en plan un poco duro, Patricia está ahora mismo de ‘‘okupa’’. Cuando cumplen 18 años, la Administración se desentiende de ellos completamente. De hecho, ella tiene esa sensación de abandono». «Ahora no soy de nadie», dice su hija entre risas. Sin embargo, hay una posibilidad. «El único caso en el que se permite la adopción de un mayor de edad es cuando ha habido un acogimiento previo», apunta Elvira. Y van a por ello. «Nos planteamos la adopción. Me gustaría», dice Patricia. ¿Y su apellido? «Cuando me adopten, recibiría sus apellidos. Es algo que me encantaría», responde. En todo caso, ya no mira al pasado. Con sus padres biológicos ya no tiene ninguna relación; sólo habla con sus tíos y uno de sus hermanos. Al fin y al cabo, «he vivido más tiempo con mi familia de acogida que con la biológica».