Redes sociales

Los «selfies» en escenarios de accidentes o catástrofes, una droga peligrosa

Para los expertos son «la droga de la sociedad 2.0» mientras que para sus artífices forman parte de la búsqueda para sentir la aprobación social

El periodista italiano Giorgio Lambri tomó esta imagen en la estación de Piacenza en la que un hombre se hace un selfie después de que el tren atropelle a una mujer
El periodista italiano Giorgio Lambri tomó esta imagen en la estación de Piacenza en la que un hombre se hace un selfie después de que el tren atropelle a una mujerlarazon

Los «selfies» en escenarios de accidentes o catástrofes humanitarias generan el mismo número de seguidores que de «haters». Para los expertos son «la droga de la sociedad 2.0» mientras que para sus artífices forman parte de la búsqueda para sentir la aprobación social

Hace más de cinco décadas, el revolucionario filósofo francés Guy Debord publicó un ensayo que denominó «La sociedad el espectáculo» en el que desgranaba con habilidad las herramientas con las cuales los individuos configuraban su imagen para formar parte de un espectáculo social en el cual siempre había espectadores que disfrutaban del «show». Ahora, en la sociedad 2.0. «ese espectáculo es consumido por espectadores que en sí mismos se convierten en espectáculo. Antes había diferencia entre espectador y espectáculo, ahora son la misma dinámica», defiende el sociólogo Juan María González-Anleo.

Una exhibición que en ocasiones se lleva al límite y que debido a la galopante influencia de las redes sociales se ha convertido en un acto morboso y en ocasiones, depravado. Todo parece valer para conseguir «followers», «likes», y «retuits» y lo macabro se ha convertido en el gancho social de miles de usuarios. Recientemente una mujer era atropellada por un tren en la estación italiana de Piacenza tras caer. Mientras los servicios sanitarios trataban de mantenerla con vida (finalmente sobrevivió aunque tuvieron que amputarle la pierna), un hombre que esperaba en el andén opuesto sacó su smartphone y comenzó a sacarse fotografías de sí mismo, véase «selfies», con los dedos en señal de victoria. Su escenario de fondo era el de una mujer moribunda. Un fotógrafo profesional que se encontraba trabajando en la zona vio la escena y no pudo por menos que inmortalizar el momento. «Hemos perdido por completo el sentido de la ética. En las páginas de Libertà, os muestro la foto que he tomado cuya leyenda podría ser: ''Houston tenemos un problema'', escribió el periodista Giorgio Lambri. El comentario y la fotografía se hicieron viral y se reabrió el debate sobre este tipo de conductas sociales.

Lamentablemente no es un caso aislado. En los atentados siempre hay curiosos que acuden a la zona cero para retratarse con una sonrisa. En Barcelona, tras el ataque de agosto del año pasado, Las Ramblas se convirtieron en parada obligatoria de turistas que se paraban en cada punto donde fallecieron personas para hacerse un «selfie» con las velas y fotografías de recuerdos de los asesinados por los terroristas. Incluso, la sinrazón ha llevado a que algunos jóvenes acudan a templos del horror como el de Auschwitz para posar con un bolso de Louis Vuitton y acompañarlo de hashtag como #fashiondesign o #instafamous. ¿Dónde están los límites? ¿Todo vale para conseguir infinitos «likes»? ¿Por qué suscitan tanto atractivo las situaciones morbosas o denigrantes? González-Anleo, doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y experto en Juventud y Sociedad por la UNED, lo tiene claro: «Los likes actúan como una droga. Cuando recibes mucho lo que realmente estás obteniendo es una alta dosis de aprobación social que es algo que necesita el cerebro humano y para lo que nuestro cerebro está condicionado desde hace millones de años».

Detrás de esas imágenes sensacionalistas que hurgan en el dolor ajeno y desatan «likes» al por mayor, se esconde el fenómeno sociológico del autoconcepto que los humanos comparten también con los simios y elefantes. Es decir, «reconocerte y mirarte en primer lugar para poder censurarte antes de que lo hagan los demás», asevera González-Anleo, que además incide en lo curioso del fenómeno de que cada vez los jóvenes utilicen menos Facebook y más Instagram. «Esto se produce por el simple hecho de que la imagen tiene mucha mas aceptación. Las palabras no suscitan interés, no obtienen ''likes''», apunta.

«El morbo es un instinto primario, igual que el sexo. Es un instinto de disrupción y muerte que los medios amplifican. Las persona que hacen “selfies” en situaciones macabras lo hacen para sentirse únicos, especiales. Responde a un exceso de narcisismo personal», explica Giuseppe Iandolo, director del Máster en Psicología del Desarrollo Infanto-juvenil de la Universidad Europea. Para él, este tipo de conductas «deshumanizan la situación vivida y claramente va contra una cierta moral que nos hemos impuesto a lo largo de la vida para ponernos limites morales y culturales».

El debate provocado por el «selfie» Piacenza también ha abierto la pregunta de sí las redes sociales deberían de bloquear este tipo de conductas al igual que anulan los desnudos. Para Iandolo la propia sociedad la que debe ser quien regule estos comportamientos, «pues la respuesta social es la que marcará los límites y también el grado de desarrollo de la propia sociedad».

Lawrence Kohlberg, en «La teoría del desarrollo moral» subrayó que la sociedades se distinguen entre sí por el nivel desarrollo moral que presentan de tal manera que aquella que cuidan más este aspecto evolucionarán positivamente mientras que aquellas que caigan en el premio de la banalidad quedarán rezagadas. Según los expertos el hombre, como especie, se diferencia de los animales por dejar de lado los instintos primarios y cuando un hombre prefiere hacerse un selfie con las víctimas de un accidente en vez de acudir a su rescate hace pensar que la sociedad 2.0. camina en la dirección equivocada.