Prostitución

Así actuaban los Sandulache: «Estos billetes os los vais a tragar»

Cristian y Sebastián formaban un tándem perfecto. Y muy cruel. Traían a chicas de su Rumanía natal y las obligaban a prostituirse. Las vejaciones eran habituales. A una de ellas le cortaron en el brazo con una catana. A otras las obligaron a tragarse el dinero

Los Sandulache y uno de sus socios en un juicio esta semana en Oviedo
Los Sandulache y uno de sus socios en un juicio esta semana en Oviedolarazon

Cristian y Sebastián formaban un tándem perfecto. Y muy cruel. Traían a chicas de su Rumanía natal y las obligaban a prostituirse. Las vejaciones eran habituales. A una de ellas le cortaron en el brazo con una catana. A otras las obligaron a tragarse el dinero.

A los hermanos Sandulache, Cristian y Sebastián, les gusta vivir bien sin trabajar. Eso que lo hagan otros, en este caso otras, pero, ¿qué puede llevar a una mujer a prostituirse de sol a sol, sin descanso, y luego entregarle sus ganancias a estos dos hombres? El miedo, pero no un simple pánico, si no terror superlativo. LA RAZÓN ha tenido acceso al sumario de la causa que se está juzgando estos días en la Audiencia Provincial de Oviedo y en el que hay declaraciones tan desgarradoras que invitan a perder la confianza en el ser humano. «No me iban bien las cosas en Rumanía y en 2010 me vine con mi novio Ionut para construir un futuro juntos», relata una de ellas. «Él trabajaría en la construcción y yo poniendo copas. Luego me enteré de que Ionut me había vendido a los Sandulache por mil euros y un BMW».

Con 18 años aterrizó en el aeropuerto de Barajas y se la llevaron a un piso en Gijón. «Allí vi por primera vez a Cristian, que de los dos hermanos era el que mandaba. Me dijo que tenía que trabajar como puta en el club Elvis hasta pagar la deuda que había contraído por el viaje y que su hermana me daría la ropa que ponerme y los zapatos. Me obligaban a prostituirme todos los días, entre 11 y 12 horas diarias». No se escapaba porque le quitaron el pasaporte y porque las mantenían encerradas, pero sobre todo por el profundo pavor que les tenían. Un amanecer tras terminar de trabajar en el club regresaron a la casa que compartían A una chica, delante de todas, Cristian le puso una catana en el cuello y empezó a preguntarle a gritos si había perdido el tiempo entrando en el reservado del club con un cliente a beber. Que lo que daba dinero era subir a las habitaciones. Ella lo negó y él le cortó el brazo con la catana. Quería seguir dándole, pero intervino su hermano Sebastián para impedirlo». No por compasión sino porque tenía miedo a que la chica les denunciara y acabase con el chiringuito. Rodeada de miembros del presunto clan llevaron a la joven al hospital y ella tuvo que decir que se «había cortado con una ventana». En realidad, el más violento era Sebastián. Según las jóvenes las zurraba con frecuencia, en público para generar terror. «Cuando no ganábamos el dinero que según su capricho ellos consideraban suficiente nos pegaban con pies y manos, nos daban puñetazos, patadas, nos tiraban de las orejas o nos golpeaban la cabeza contra la pared». Para aumentar su pavor o porque estaban muy enfadados una noche que cuatro de sus prostitutas no habían recaudado la tarifa establecida les ordenaron tragarse los billetes, uno por uno. «Esos 700 euros os los vais a comer», les anunciaron. Como en seco no pasaban les pusieron un vaso de agua. Y mientras ingerían la cantidad en billetes pequeños les avisaron: «Si esto vuelve a ocurrir la próxima vez os los coméis en monedas».

Los Sandulache podían ganar unos 10.000 euros diarios esclavizando a las jóvenes en diferentes clubs. Se esperaba que cada una generase 300 euros diarios como mínimo. Su plan de trabajo era, según consta en el sumario, subir a la habitación, mantener relaciones sexuales, bajar a la barra del bar a captar al siguiente y en quince minutos como mucho volver a subir. Es lo que los hermanos Crisian y Sebastián explicaban que significaba la palabra «rentable». Y sí había algo que suponía no ganar dinero era un embarazo. Se produjeron algunos, pero a todas las obligaron a abortar. «Íbamos a la clínica y Cristian pagaba la intervención, pero luego nos obligaba a devolverle el dinero». Una de las jóvenes acudió al médico y éste le dijo que estando de quince semanas era imposible practicar el aborto, «entonces Cristian se enfureció y me pegó. Al día siguiente me llevó a un sitio donde me lo hicieron sin pedirme permiso». En el juicio el público está sobrecogido por los testimonios. Uno de los estremecedores tiene que ver con las violaciones sistemáticas que sufrían. Una de las jóvenes ha contado que los hermanos Sandulache se hicieron cortes en el pene y se introdujeron bolas en las heridas. Las heridas cicatrizaron. Ellos decían que les daba más placer, pero a nosotras cuando «nos violaban nos destrozaban».

La fiscalía pide 600 años para este clan mafioso rumano. Lo preocupante es que los hermanos fueron detenidos en 2013 y aunque pasaron unos meses en prisión, un juez creyó oportuno dejarles en libertad porque no había posibilidad ni de que huyeran, ni de reiteración delictiva ni de que destruyeran pruebas. Y eso que a sus espaldas tienen un buen cerro de antecedentes. Lo cierto es que en 2016 volvieron a ser detenidos acusados de haber vuelto a levantar el mismo imperio. La justicia volvió a tratarles con el cariño que ellos no daban a sus esclavas. Fianza de 30.000 euros y a la calle. Intentaron pagarla con billetes falsos, pero el banco les cazó.

A este juicio llegan cada mañana caminando en libertad, con la cabeza alta. De las once chicas que deberían prestar declaración, solo han encontrado el valor para hacerlo cuatro, el resto está desaparecidas. Algunas cuentan que han sido amenazadas y a una se le ha quedado en la memoria la siguiente frase: «Cuidado que le prendo fuego a tu madre y de paso que arda tu abuela».