Criminalidad

Así se desentrañan las mentes criminales

En el libro «Mindhunter», el agente del FBI John Douglas explica cómo fundó la primera Unidad de Ciencias del Comportamiento de la agencia estadounidese. Su equipo acuñó el término «asesinos en serie».

Ed Kemper, Jerry Brudos y Richard Speck
Ed Kemper, Jerry Brudos y Richard Specklarazon

En el libro «Mindhunter», el agente del FBI John Douglas explica cómo fundó la primera Unidad de Ciencias del Comportamiento de la agencia estadounidese. Su equipo acuñó el término «asesinos en serie».

«¿De qué forma podemos anticiparnos a los asesinos si no sabemos cómo piensan?», repetía John Douglas, pionero de los perfiles de criminales en el FBI a partir de los años 70, cuando todavía se chocaba contra el muro de hormigón de una agencia que le recriminaba «hacer brujería» al intentar desentrañar las mentes criminales. Convencido de que para entender a un «artista» debes estudiar su «arte», decidió entrevistarse con los más cruentos asesinos en el interior de sus «chabolos» carcelarios, para desentrañar sus biografías, sus impulsos y sus motivaciones. Tenía claro que el mejor indicador de la violencia futura es la violencia del pasado.

De sus años como fundador de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI estableciendo perfiles psicológicos de los criminales nació «Mindhunter. Cazador de mentes» (Crítica) y adaptado a la pequeña pantalla por Netflix –algunos capítulos fueron dirigidos por David Fincher («Seven»)–. Después de elaborar un sinfín de perfiles, trabajar en más de 5.000 casos y entrevistarse con no menos de 40 asesinos –desde Charles Manson a Richard Speck, pasando por el homicida de Martin Luther King o David Berkowitz, «el hijo de Sam»– adquirió tal fama y respeto que sirvió de modelo al novelista Thomas Harris para su personaje del agente Jack Crawford en las novelas de Hannibal Lecter. Douglas y su equipo fueron afinando su confección de perfiles hasta el punto de que podían llegar a distinguir al criminal correcto de entre una decena de sospechosos como si de un relato protagonizado por Sherlock Holmes se trataba. La ecuación que resumía su éxito sigue siendo válida: «por qué + cómo = quién».

Trastorno antisocial

Los asesinos en secuencia (como se les llamaba en los 80), en serie, y especialmente los conocidos como depredadores sexuales, no son enfermos mentales, por lo que no tienen ningún tipo de cura o medicación que estabilice sus impulsos asesinos. Adolecen de empatía, muestran ausencia de remordimientos, son fríos, calculadores y tienen una mente tan perversa que son capaces de llevar una vida normal, en apariencia. Sobre el macabro tapiz de sus víctimas, repiten la fantasía que han elaborado previamente en su cabeza, como en una película en la que ellos son directores, guionistas y actores principales del drama que, en esencia, no es más que una cacería humana. La Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos define este comportamiento clínico, en su manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-IV), como trastorno antisocial de la personalidad, lo que popularmente conocemos como «psicópatas».

John Douglas nos muestra en su libro una perfecta cartografía de comportamientos privativos de la personalidad de un asesino en serie: control, manipulación, dominación y egocentrismo. En su opinión, a los depredadores sexuales les gusta revivir la emoción y la estimulación de la muerte, ya que es una pulsión que les conduce a reafirmar mentalmente su autoridad. Se trata de personas que escogen víctimas vulnerables como fugitivos, mendigos, prostitutas, drogadictos, mujeres ebrias o aparentemente deprimidas, jovencitas... Cuando entran en un bar o caminan por la calle, les sirve como dato una determinada postura o una apariencia que denote fragilidad para elegir a su futura «presa». Y empieza la «cacería»...

¿Se nace o se hace?

A la eterna pregunta de si un asesino nace o se hace, el autor de «Mindhunter» duda de que haya un gen que determine la depredación o la vileza, aunque es cierto que se pueden hallar patrones de comportamiento adictivos que se ejecutan a través del grupo genético familiar. El patrón que más se repite en todos los asesinos es el de haber crecido en un ambiente familiar poco armónico, y haberse sentido poco amados. No en vano, asegura que los maestros de escuelas primarias le han comentado que pueden predecir el niño que, al crecer, terminará siendo un delincuente violento. Se trata de chicos blancos, en su inmensa mayoría, criados en el seno de familias disfuncionales, poco deseados por sus padres al nacer y testigos desde su más tierna infancia de escenas de intimidación, acoso, violencia doméstica, adicciones, crueldad hacia los animales, destrucciones de la propiedad y otros actos antisociales o delictivos. Los síntomas primarios que todos los depredadores sexuales muestran en su infancia se repiten: haberse orinado en la cama más allá de una edad lógica, crueldad hacia pequeños animales y tendencias pirómanas o agresivas.

Algunos criminales adornarán el cuerpo de su víctima, a modo de macabra performance, para enviar un mensaje a la Policía. Tal es el caso de Ed Kemper que, tras asesinar a sus abuelos y a siete jóvenes, mató a su madre a martillazos, la degolló, y mantuvo sexo con su cabeza cortada. Cansado de que no le detuvieran, terminó entregándose.

Otros intentarán despistar a las fuerzas de seguridad para seguir saciando su sed de sangre, como hizo Monte Ralph Rissell, quien, hasta su detención, violó a no menos de 15 jóvenes hasta terminar asesinando a cinco en una sola tarde. Los hay, incluso, capaces de trocear un cadáver y esconder en su casa algunos miembros, como Jerome «Jerry» Brudos que tenía, el día de su detención, y a modo de trofeo, un par de senos amputados que utilizaba como pisapapeles y el pie de una de sus víctimas, que utilizaba para modelar los zapatos de tacón que confeccionaba él mismo.

Recrear los asesinatos

Para encontrar a estos asesinos, el perfilador necesita poder recrear una y otra vez la escena del crimen en su mente, saber cuanto pueda sobre la víctima para ponerse en su lugar e imaginar cómo reaccionó mientras era torturada y violada. Sólo así podrá ponerse en la piel del asesino y conocer su reverso oscuro, sus motivaciones y aquello que le impele a convertirse en una alimaña humana. Sin una implicación emocional semejante, relata el autor de «Mindhunter», resulta imposible obtener alguna pista de un criminal.

El Chicle, dominador

Es precipitado tener un perfil exacto de Enrique Abuín Gey, el presunto asesino de Diana Quer –cuya estrategia de defensa le lleva a no declarar ante los Tribunales–, pero hay indicios para pensar en él como hombre despiadado y calculador, un verdadero depredador sexual. Ya había cometido delitos –robo de gasolina, pesca furtiva, tráfico de drogas, tenencia ilícita de armas...–, y presumiblemente habría agredido sexualmente a su propia cuñada. El proceso judicial por aquel caso se estancó en tanto que su hermana gemela –y mujer de Abuín– prefirió proteger a su marido y le propició una coartada.

Poco agraciado físicamente, denominado por algunos como «dientes de conejo», con innumerables complejos desde su infancia, todo apunta –siguiendo los perfiles del experto del FBI– que más que perpetrar el acto sexual lo que deseaba era dominar a través de la agresividad a jóvenes a las que nunca podría atraer. El motor de su libido es el sometimiento de su presa.

Hace sólo una semana, Abuín Gey, alias El Chicle, intentó tres veces que otras tantas mujeres subieran a su coche durante la madrugada de Nochebuena. Todas le rechazaron. Presumiblemente ansioso, y con baja tolerancia a la frustración, esgrimió un cuchillo para forzar, el día de Navidad, a la que pudiera haber sido su cuarta víctima. Una vez más se trataba de una mujer joven, guapa e inaccesible para él. La chica se salvó gracias a que un par de hombres escucharon sus gritos de auxilio. Una reciente operación en el hombro de Abuín le dejó fuera de combate a la hora de forcejear e introducirla en el maletero del mismo coche en el que subió a Diana Quer. En este tipo de sujetos, no existe la anticipación de las consecuencias porque es irrefrenable el acto de violencia y dominación. No temen ser detenidos ni piensan en el inmenso daño que infringen.

ED KEMPER

ORIGEN

Nació en 1948 en Burbank, California.

CARACTERÍSTICAS PERSONALES

Medía 2,06 de alto, tenía un cociente intelectual de 145 y poseía elocuencia y cortesía en el trato.

INFANCIA

Hijo de padres divorciados, vivía con una madre que abusaba física y psicológicamente de él. Era frecuente que le encerrara en el sótano toda la noche después de terribles palizas.

FICHA DELICTIVA

Entre 1972 y 1973 cometió seis homicidios más. Las víctimas eran mujeres estudiantes que hacían autostop. Cuando las montaba en su coche las llevaba a un descampado para asesinarlas y mutilarlas. Después, mantenía sexo con los cadáveres y se llevaba las cabezas a su casa como trofeo.

JERRY BRUDOS

ORIGEN

Nació en 1939 en la ciudad de Webster, Dakota del Sur.

CARACTERÍSTICAS PERSONALES

Su madre siempre le despreció porque, después de dos hijos varones, nunca aceptó que él no hubiera sido una niña.

INFANCIA

Poco a poco fue desarrollando un fetichismo patológico: usando los zapatos de su madre y robando los de sus profesoras. A los 17 años, cavó un agujero y mantuvo a unas niñas como esclavas sexuales.

FICHA DELICTIVA

Necesitaba robar zapatos y ropa interior y llegaron sus primeros crímenes. Secuestraba a jóvenes en lugares públicos para estrangularlas en su casa, practicar necrofilia con sus cuerpos y vestirse con sus ropas. Cuando fue detenido tenía en su casa un par de senos amputados que utilizaba como pisapapeles.

RICHARD SPECK

ORIGEN

Nació en 1941, en Chicago.

CARACTERÍSTICAS PERSONALES

Fue un joven problemático a raíz de la muerte de su padre. Su madre se casó con un alcohólico que disfrutaba maltratándole.

INFANCIA

Recibió fuertes golpes en la cabeza que le ocasionaron inflamación de amígdala y diversas lesiones cerebrales que terminaron por generarle fuertes jaquecas que aprendió a controlar desde los 12 años con alcohol y drogas.

FICHA DELICTIVA

Una noche buscó un lugar donde poder deshacer sus penas y terminó allanando una casa donde vivían unas enfermeras. A punta de pistola secuestró a nueve chicas y las amarró con nudos marineros. Abusó sexualmente de muy pocas. A aquellas que no acuchilló, terminó ahorcándolas con sus nudos.

marineros