Opinión

Benedicto XVI, in memoriam

Un aniversario que reavivará la memoria de un gran Pontífice

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Dentro de pocos días recordaremos el fallecimiento de Benedicto XVI. Un aniversario que reavivará la memoria de un gran Pontífice que ha entrado en la historia por tener el coraje de dimitir cuando reconoció «su incapacidad para administrar el ministerio que me ha sido confiado».

En su renuncia anunciada el 11 de febrero del 2013 Ratzinger invocó como motivo para abandonar la sede de Pedro la falta del necesario vigor «sea del cuerpo que del ánimo». No entró en más detalles. Años más adelante, en una carta dirigida en 2022 a su biógrafo Peter Seewald reveló que la causa principal de su cansancio era el insomnio «que me ha acompañado ininterrumpidamente desde la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia en 2005».

Si en los primeros años lograba dormir gracias a los somníferos, estos acabaron siendo ineficaces. A su regreso de la visita a México y Cuba en marzo del 2022, completamente extenuado, los médicos le advirtieron de que no estaba en condiciones de realizar viajes intercontinentales. Ya entonces estaba programada la JMJ de Río de Janeiro en julio del 2013. En esos días maduró su histórica decisión.

En su reciente entrevista con una televisión mexicana Francisco ha calificado a su predecesor como «un grande, un hombre humilde, sencillo y que cuando se dio cuenta de sus límites ha tenido la valentía de decir ‘basta’». A los que han intentado contraponer a los dos papas les recuerdo esta cita del cardenal Ratzinger en 2005: «Una Iglesia de dimensión mundial y en la situación en que se encuentra el mundo no puede ser gobernada de forma monárquica y con el tiempo se encontrará la forma de crear una profunda colaboración entre los obispos y el Papa». Anticipación, sin duda, de la iglesia sinodal que Bergoglio intenta poner en marcha.