Cuerpo humano
Tu cerebro no se hace adulto cuando tú crees: un estudio de Cambridge revela cuatro grandes giros a lo largo de la vida
Crecer, madurar, envejecer… solemos asociar estas etapas a números redondos. Pero, visto desde el cerebro, el calendario va, por otro lado,
Un nuevo estudio de la Universidad de Cambridge muestra que la "adultez" cerebral llega más tarde de lo que pensábamos y que, a lo largo de la vida, nuestra materia gris atraviesa cuatro grandes puntos de inflexión que cambian su manera de funcionar. Los expertos analizaron escáneres de resonancia magnética de 3.802 personas de entre cero y 90 años. A partir de estas imágenes, que permiten seguir el "cableado" del cerebro según cómo se mueve el agua por la sustancia blanca, identificaron cinco grandes épocas en la vida cerebral, separadas por cuatro giros clave: alrededor de los 9, 32, 66 y 83 años.
"Sabemos que la forma en que se conectan las distintas regiones es crucial para nuestro desarrollo, pero nos faltaba una visión de conjunto de cómo cambia ese entramado a lo largo de la vida", explica la autora principal, la neurocientífica Alexa Mousley. Estas fases, añade, ayudan a entender en qué momentos el cerebro es especialmente plástico… y también más vulnerable.
Infancia (del nacimiento a los 9 años)
En los primeros años domina la "consolidación" de redes: el cerebro del bebé produce una enorme cantidad de conexiones entre neuronas y, poco a poco, se van podando las menos usadas y se fortalecen las más activas. Alrededor de los 9 años se produce el primer gran viraje: se disparan las capacidades cognitivas, pero también aumenta la sensibilidad a ciertos trastornos de salud mental.
Adolescencia ampliada (de los 9 a los 32 años)
Desde ese primer giro y hasta bien entrada la treintena, la sustancia blanca sigue creciendo y las rutas de comunicación entre regiones se vuelven cada vez más eficientes. Es la única etapa en la que la eficiencia de la red cerebral no deja de mejorar. Según el estudio, los cambios típicos de un cerebro adolescente no terminan al acabar el instituto, sino que se prolongan hasta los 32 años, que es el punto de inflexión más marcado de todo el ciclo vital.
"Alrededor de los 32 vemos el cambio de trayectoria más brusco en el cableado cerebral", resume Mousley. "Si miramos solo la arquitectura neuronal, las transformaciones propias de la adolescencia se alargan hasta principios de los treinta".
Adultez (de los 32 a los 66 años)
A partir de ahí empieza la época más larga: la de un cerebro adulto que ya ha alcanzado su máximo rendimiento estructural. No hay giros tan dramáticos como en etapas anteriores; la organización se estabiliza y otros estudios sugieren que es cuando se produce una especie de "meseta" en inteligencia y personalidad. Poco a poco, las redes se vuelven algo más compartimentadas: ciertas áreas trabajan de forma más especializada.
Envejecimiento temprano (de los 66 a los 83)
El tercer giro, en torno a los 66 años, es más suave, pero señala el inicio de una reorganización ligada al envejecimiento: las conexiones largas se debilitan, la sustancia blanca empieza a deteriorarse y aumenta el riesgo de problemas de salud que afectan al cerebro, como la hipertensión.
Envejecimiento tardío (a partir de los 83)
El último cambio llega en torno a los 83 años. A partir de esa edad, la conectividad global se reduce aún más y el cerebro depende en mayor medida de ciertas regiones locales. Los datos son más limitados, pero los autores describen un desplazamiento desde una red muy integrada a otra más fragmentada, típica de las últimas décadas de vida.
Qué cambia en nuestra idea de adolescencia y vejez
El hallazgo desmonta la idea de que el cerebro madura de forma lineal hasta un supuesto "pico" en la veintena y, a partir de ahí, solo empeora. En realidad, la vida mental está hecha de fases: algunas marcan grandes saltos de reorganización, otras son periodos de relativa estabilidad.
Para la neurociencia, la adolescencia no es solo una etapa social, sino un periodo en el que las redes neuronales se vuelven más eficientes y flexibles. Si esa transformación se extiende hasta los 30 y pocos, tiene sentido que muchos cambios vitales (e identidad, de relaciones, de trabajo) se concentren en esa década.
"Mirando atrás, muchos sentimos que nuestra vida ha estado marcada por distintas eras. Resulta que el cerebro también pasa por las suyas", resume Duncan Astle, profesor de Neuroinformática en Cambridge y coautor del estudio. Comprender esos puntos de giro, añade, puede ayudar a detectar cuándo el cableado cerebral está más expuesto a alteraciones que desembocan en dificultades de aprendizaje, trastornos mentales o demencias.
Lejos de ser una estructura fija que "se termina" a cierta edad, el cerebro está en constante obra. "A lo largo de toda la vida va reforzando y debilitando conexiones", explicaba Mousley en declaraciones recientes. "No sigue un patrón estable, sino que atraviesa fluctuaciones y fases de reorganización".