Actualidad

Espacio

ALH 77005, el meteorito que puede dar pistas sobre la vida en Marte

ALH 77005 es una de las rocas más codiciadas por los astrobiólogos. Fue hallada en 1977, pero ahora los científicos húngaros han anunciado el hallazgo de restos compatibles con la existencia bacteriana

La roca lleva más de 40 años almacenado en la NASA
La roca lleva más de 40 años almacenado en la NASAlarazon

ALH 77005 es una de las rocas más codiciadas por los astrobiólogos. Fue hallada en 1977, pero ahora los científicos húngaros han anunciado el hallazgo de restos compatibles con la existencia bacteriana.

Se llama ALH 77005 y lleva más de 40 años en los almacenes de un centro de investigación de la NASA. Se trata de un meteorito procedente de Marte que hallaron en 1977 científicos japoneses en la estación Allan Hills de la Antártida. Ahora, se ha convertido en uno de los meteoritos más codiciados por los astrobiólogos después de que científicos húngaros hayan anunciado el hallazgo de restos compatibles con la vida bacteriana que pudo existir hace miles de millones de años en el planeta rojo.

Las nuevas bioformas encontradas son similares a la huella que deja la vida microscópica en las rocas de la Tierra. Los científicos han analizado una delgadísima sección de la roca marciana mediante microscopía óptica que permite interpretar hasta el menor resquicio del interior de los poros del mineral. Allí han encontrado cristales de pequeño tamaño de diferentes minerales, entre ellos piroxenos y olivinos. En algunos de ellos se ha encontrado una estructura que no corresponde a la que habitualmente se halla en este tipo de rocas. Son formas filamentosas que en la Tierra sugieren la acción de una bacteria. Cuando las bacterias terrestres realizan su función metabólica dejan un rastro de oxidación, de hierro, que cristaliza y se convierte en una especie de microfósil que puede durar miles de millones de años. Unos de estos filamentos en una roca terrestre es como la huella de un pie para los paleontólogos: indica que la vida anduvo sobre esa roca. ¿Ocurriría lo mismo en Marte?

Los autores de este nuevo hallazgo no son capaces de llegar tan lejos. Desde que las sondas Vicking I y Vicking II trataron de buscar los primeros restos biológicos en Marte la ciencia sabe dos cosas: que hoy no hay vida en el planeta y que es muy probable que en el pasado sí la hubiera. Pero nunca ha sido capaz de encontrar rastros que confirmen la segunda hipótesis. Este meteorito tampoco lo es. Según sus descubridores, podrá ayudar a generaciones futuras de científicos a buscar mejor huellas de vida en el planeta rojo, pero por sí solo no es una prueba de esa vida. La búsqueda de vida en Marte ha seguido varias estrategias. Lo más importante es demostrar que las condiciones del planeta rojo son propicias para la actividad biológica. Como es ya sabido, la presencia de agua en abundancia es imprescindible para ello. Hay docenas de evidencias de que efectivamente el agua pudo correr por la superficie marciana. Otra condición necesaria es que existieran los componentes orgánicos básicos para la formación de las bacterias.

La búsqueda de estos componentes es ahora uno de los mayores retos de la investigación marciana y de hecho buena parte de las misiones enviadas al planeta tratan de rastrear la superficie y el subsuelo para extraer muestras donde pudiera existir esa materia orgánica primitiva. Pero los resultados siguen siendo poco concluyentes, a pesar de que, periódicamente, la NASA gusta de alertar a los medios de comunicación con algún anuncio que sugiere que han encontrado algo definitivo. La realidad es que la vida en Marte sigue siendo un sueño inalcanzable. Los autores de este descubrimiento están convencidos de que han puesto sobre la mesa una nueva herramienta que podría ayudar en el futuro a hacer ese sueño realidad. Si el meteorito ALH 77005 realmente encierra en su interior las microscópicas bioformas precursoras de la vida, es probable que en la Tierra o pululando por el espacio haya miles de objetos similares.

Buscar vida en Marte puede que sea ahora algo mucho más sencillo, y quizás la pista la hayamos tenido mucho más cerca de lo que creíamos: en nuestra propia casa. De las toneladas de meteoritos que han caído en la Tierra durante su historia, una buena parte proceden de impactos que extrajeron material de Marte. No sería raro que alguno de ellos, quizás todavía esperando a ser encontrado, contenga otras muestras similares a éstas, pero más definitivas. Del mismo modo, la tecnología ahora empleada para este último hallazgo podría aplicarse a otras rocas en la Tierra o fuera de ella para indagar si en su interior también aparecen huellas de vida pasada. En otras palabras si antes teníamos ínfimas posibilidades de encontrarnos de frente con la prueba definitiva de que Marte algún día fue habitado, ahora son un poco menos ínfimas, pero, por desgracia, ínfimas en cualquier caso.