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Culpable por los genes

La evidencia científica demuestra que ciertas variaciones genéticas conducen a comportamientos agresivos
La evidencia científica demuestra que ciertas variaciones genéticas conducen a comportamientos agresivoslarazon

Las estadísticas sugieren que aquellas personas que presentan mutaciones en el gen MAOA, y además han sufrido violencia, tienden a ser más propensas al delito.

Corría el año 2009, cuando la ciencia genética no sabía de nosotros ni la mitad de lo que hoy sabe. Un juzgado italiano se convirtió en el primero de la historia en utilizar argumentos genéticos para reducir la condena a un inculpado. Un hombre de nacionalidad argelina había confesado ser el autor del asesinato de un joven colombiano dos años antes. La razón: el joven se había mofado de ciertos tatuajes de índole religiosa con la que el asesino cubría su rostro. Durante el juicio, varios informes forenses determinaron que el reo presentaba una pobre salud mental. Pero uno de ellos fue decisivo. Las imágenes de resonancia magnética de su cerebro mostraron irregularidades en la estructura derivadas de mutaciones en cinco genes relacionados con la violencia. En concreto, el que MAOA (que codifica para el neurotransmisor monoamina oxidasa A) ha sido muchas veces relacionado con una mayor predisposición a cometer actos delictivos.

El juez aceptó la estrategia de la defensa. Aquel hombre tenía cierta predisposición genética a la violencia en determinadas circunstancias. Aplicó un atenuante pionero y redujo la sentencia en un año.

Desde entonces, la condición genética se ha utilizado como atenuante en juicios de todo el mundo. Y es que la evidencia científica parece demostrar que ciertas mutaciones en algunos genes conducen a comportamientos agresivos. ¿Quiere eso decir que el reo no puede evitar cometer el crimen? ¿Quiere decir que su voluntad está lejos de poder controlar lo que sus genes dictan?

Un estudio publicado ayer parece venir a poner las cosas en su sitio y dar la razón a aquellos que pensaban (pensábamos) que los genes no son un atenuante de la conducta delictiva.

Bajo el título «Genética del comportamiento en los juicios», Paul Appelbaum, de la Universidad de Columbia, analiza todo lo que la ciencia sabe hasta la fecha sobre la relación entre los genes y la actividad criminal. Se citan, por ejemplo, los estudios que relacionan las variaciones en el gen MAOA, que se encuentra en el cromosoma X, y la predisposición a la violencia. Todas las pruebas parecen indicar que el gen, por sí solo, no es responsable de una actitud concreta. Pero existen muchos trabajos que sugieren que las personas que tienen cierta mutación en el gen y, además, han sufrido violencia durante la infancia, tienden a ser más propensas al delito. Estos trabajos se basan de momento, en meras estadísticas. Es decir, en el recuento de individuos ya condenados a los que se ha realizado un historial genético y biográfico. Pero es imposible establecer proyecciones científicas serias que determinen una relación clara de causa y efecto.

Dada la escasa validez de las pruebas científicas, la relación entre los genes y la sentencia final queda en manos de la opinión del juez o del jurado. Y aquí es donde Appelbaum encuentra el mayor de los sesgos.

Estudiando centenares de sentencias históricas, el autor ha encontrado resultados contradictorios. Por un lado, los jueces tienden a pensar que un reo es menos responsable de su crimen si porta una carga genética que supuestamente le predispone a él. En ese sentido se tendería a aminorar las penas. Pero, por otro lado, la sospecha de que los genes predisponen a la violencia hacen ver al reo como un individuo más peligroso y más difícil de reinsertar, con lo que se tendería a aumentar la pena.

¿Cuál es el resultado? A la luz de los datos estadísticos, Appelbaum cree que una idea contrarresta a la otra y que, en términos globales, la genética no está afectando decisivamente a las sentencias que se producen en los juzgados hoy en día.

De momento, la jurisprudencia y las leyes de enjuiciamiento criminal de cada país tienen más poder que los genes. En la mayoría de los ordenamientos jurídicos la ley requiere que el reo muestre signos evidentes de irracionalidad o incapacidad mental de controlar sus actos para que se consideren atenuantes cognitivos. La genética no es suficiente para ofrecer esa coartada.

Pero es evidente que la presencia de peritos genetistas en los juzgados es una tendencia al alza y que el éxito de estas estrategias ante el juez dependerá de hasta qué punto la ciencia es capaz de identificar modificaciones concretas en el ADN ligadas de manera indiscutible a comportamientos humanos. Hasta que ese momento llegue, si es que llega, Appelbaum realiza su propio pronóstico: «El papel de la genética en los juicios será cada vez menos relevante. De momento, los genes no garantizan una sentencia más justa... sino todo lo contrario».