Arqueología

¿Qué sonidos oían los australopithecus?

Una nueva investigación arroja luz sobre el origen del lenguaje humano

Restos de homíninos hallados en las excavaciones de Sterkfontein, en Suráfrica
Restos de homíninos hallados en las excavaciones de Sterkfontein, en Suráfricalarazon

Aunque las palabras no fosilizan (son aire y van al aire), los aparatos fonadores que las pronuncian y los auditivos que las escuchan, sí. Por los cráneos de homíninos y primates de diferentes etapas de la evolución sabemos que los seres humanos gozamos de una curiosa peculiaridad acústica. La mayoría de los primates presentan dos máximos de sensibilidad auditiva en torno a 1 y 8 kilohertzios y un mínimo entre 2 y 4. Los humanos, curiosamente, presentamos nuestra mayor sensibilidad auditiva en un banda intermedia de entre 1 y 6 kilohertzios. Es el intervalo de frecuencias en el que resuena la voz humana. ¿Por qué? Un medio forestal cerrado (la jungla, un bosque tropical...) es un escenario con una grandísima cantidad de ruido ambiental a lo largo de todo el día, producido por la barahúnda de insectos, aves, hojas al viento... Prueben, si no lo han hecho, a dormir una noche en la selva. La banda en la que se comunican los primates es precisamente la mejor para compensar ese ruido. La estremecedora llamada a larga distancia de un mono puede recorrer kilómetros resonando entre los árboles para sobreponerse al ruido de fondo.

En la sabana, sin embargo, el ruido ambiental es constantemente bajo, lo que permite utilizar frecuencias intermedias y facilita la comunicación cercana. Gritar en medio de la sabana no tiene sentido, a menos que uno quiera llamar la atención de los depredadores. Es así como el ser humano aprendió a hablarse cara a cara, a un volumen moderado, a susurrarse... Y sin duda esa capacidad debió de fortalecer sobremanera sus lazos emocionales, la necesidad de contacto, la necesidad de presencia.

¿Quién sabe hasta qué punto la cercanía del susurro no fue clave para la creación de lazos afectivos y colaborativos fundamentales para entender la historia de la humanidad? Ahora, un interesante análisis paleontológico arroja ciertas pistas sobre ello.

Un equipo de investigadores de varios países, entre ellos científicos españoles, ha indagado en el registro fósil de hace aproximadamente dos millones de años para descubrir el origen de las diferencias sutiles entre el aparato auditivo de los chimpancés y el de los humanos. El material utilizado ha sido una colección de restos de homíninos hallados en las excavaciones de Sterkfontein y Swartkrans en Suráfrica. Sobre ellos se ha aplicado tecnología de tomografía computarizada que ha permitido reconstruir virtualmente la anatomía interna de los individuos estudiados. Los resultados sugieren que los primeros ancestros de nuestra especie (Australopithecus africanus y Parantropus robustus) tenían habilidades auditivas similares a las de los chimpancés, pero con ciertas diferencias sutiles que los aproximaban al oído del humano actual.

Antes de llegar a esta conclusión, los autores del trabajo analizaron restos de la Sima de los Huesos en Atapuerca de hace unos 430.000 años y que están definidos como pertenecientes a antecesores del neandertal. Las habilidades auditivas de aquellos individuos eran casi idénticas a las de los humanos actuales. Sin embargo, las encontradas en restos de hace 2 millones de años presentan pequeñas divergencias.

Los fósiles de Suráfrica denotan una desviación hacia frecuencias ligeramente superiores a las de los chimpancés. Parece indudable que esta variación se convirtió en una ventaja para sobrevivir en la sabana. Sabemos que estas especies ocuparon la sabana gracias al estudio de sus dietas, compuestas mayoritariamente por alimentos que pueden encontrarse en espacios abiertos. Al haber adaptado sus aparatos auditivos a estos ambientes, ¿quiere decir que entre ellos eran capaces de mantener algún tipo de lenguaje? Los investigadores no están en condiciones de llegar tan lejos. Es evidente que podrían tener la capacidad de comunicarse vocalmente, como hacen los chimpancés, pero es difícil definir si esa comunicación era ya el embrión de un lenguaje humano.

El surgimiento del lenguaje es uno de los grandes misterios de la paleontología hoy día. De momento, los individuos estudiados en este trabajo presentan una anatomía del aparato fonador y un tamaño cerebral incompatibles con él. La ciencia tiene que seguir indagando en la evolución de las peculiaridades auditivas humanas, que ofrecerán nuevas pistas sobre el origen del lenguaje.