Investigación científica
Un nuevo «órgano» bajo nuestra piel
El intersticio había sido estudiado como fluido celular. Ahora, un estudio eleva su estatus: es una red de tejido interconectado clave en el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario
El intersticio había sido estudiado como fluido celular. Ahora, un estudio eleva su estatus: es una red de tejido interconectado clave en el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario.
Hasta ahora sabíamos que nuestro organismo contaba con un fluido que se conoce como intersticio. «Si las células fueran los ladrillos, el intersticio sería el cemento que los soporta», explica a este diario Ana Molina, especialista en Dermatología de la Fundación Jiménez Díaz. Sabíamos también que se encuentra bajo la piel, recubre el tracto digestivo, los pulmones, los sistemas urinarios, las arterias y las venas. Lo que desconocíamos es que está formado por una serie de huecos de proteínas –colágeno y elastina, concretamente– que se encuentran interconectados entre sí y que constituyen una fuente de linfa, el fluido vital para el funcionamiento de las células inmunes. Y menos aún que el intersticio forma una «autopista» de fluidos en movimiento, hasta el punto de que podría alcanzar el estatus de órgano. Sería el segundo más grande después de nuestra piel: un 36% de los fluidos de nuestro organismo corresponde al intersticio.
Así lo aseguran científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York (NYU) en un estudio publicado en la revista «Scientific Reports». El intersticio, aseguran, actúa como un amortiguador que evita que los tejidos se desgarren a medida que los demás órganos, los músculos y los vasos sanguíneos bombean y se comprimen como parte de su función diaria. Así, el intersticio tiene funciones en todos los órganos y la mayoría de tejidos, además de implicaciones en algunas de las enfermedades más importantes.
Los investigadores, con la colaboración del Centro Médico Beth Israel, descubrieron esta función gracias a una técnica llamada endomicroscopía confocal, que permite examinar tejidos «en vivo» a través de un láser. Al examinar las vías biliares de una paciente que sufría cáncer, encontraron una serie de cavidades interconectadas que no coincidían con ninguna parte anatómica conocida. Si no se había detectado antes, se debía sencillamente a que, fuera de nuestro organismo, el intersticio pierde sus propiedades, que no pueden verse ya a través de un microscopio. Sólo a través de esta novedosa técnica láser se podía ver al intersticio trabajar a pleno rendimiento.
Como explica Ana Molina, «más que un órgano, habría que decir que lo que han descubierto los científicos es un sistema intersticial, igual que existen el linfático o el vascular, y que está implicado en la distribución de células en nuestro cuerpo». Es decir, «no todo circula por la linfa o la sangre, sino también por esta red de canales. Serían como una serie de tuberías, interconectadas por todo el organismo, que se abren y se cierran según una serie de condiciones, como puede ser la edad».
Y así es. Según los investigadores, las células que conforman estos huecos de proteínas cambian con la edad. Y parece que juegan un papel decisivo en la aparición de arrugas en la piel, en la rigidez de las extremidades y en la progresión de enfermedades fibróticas, escleróticas e inflamatorias, como puede ser el cáncer. Así, quizá se encuentre en este tejido una clave para explicar por qué los tumores se diseminan con mayor probabilidad en unos casos que en otros.
Neil Theise, profesor del Departamento de Patología en la NYU y coautor del trabajo, considera además que «este hallazgo cuenta con gran potencial para impulsar avances muy significativos en la medicina, incluida la posibilidad de que el muestreo del líquido intersticial se convierta en una poderosa herramienta de diagnóstico». De hecho, como afirma Ana Molina, este descubrimiento «podría tener implicaciones terapéuticas que involucraran a este sistema intersticial».
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