Investigación científica
Una mujer tetrapléjica domina un brazo robótico con la mente
Jan Scheuermann sufre una tetraplejia que la mantiene paralizada de cuello para abajo. Sin embargo, es capaz de llevar con precisión hasta su boca una onza de chocolate o estrechar la mano de otra persona tan sólo gracias al poder de la mente. Esta mujer, de 52 años, y a la que le fue diagnosticada hace 30 años una degeneración espinocerebral, no cuenta, ni mucho menos, con el don de la telequinesia –el desplazamiento de objetos sin causa física, motivada por una fuerza psíquica o mental–. Su secreto reside, simplemente, en ser capaz de controlar una mano robótica conectada a su cerebro a través del pensamiento. Los artífices de este «milagro» son un grupo de investigadores de la Universidad estadounidense de Pittsburgh (Pennsylvania), que el pasado mes de febrero implantaron en la corteza motora del cerebro de la paciente dos microelectrodos conectados mediante cables a un novedoso brazo robótico, que incluye la articulación del codo y la muñeca y que permite a Jan volver a tener cierta autonomía.
Ésta no es la primera prótesis de estas características que logra hacer que personas tetrapléjicas puedan mover con la mente objetos. Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo, la revista «Nature» publicaba el caso de Cathy, paralizada desde hace 15 años, y que gracias a neuroingenieros de la Universidad de Brown, en Rhode Island, pudo beber a través de una pajita de un termo que contenía café. No obstante, éste es el primer experimento que permite alcanzar un grado de control y libertad de movimientos jamás visto hasta ahora. La investigación, que se publica en la edición on-line de la revista «The Lancet», representa un paso de gigante en el desarrollo de prótesis robóticas controladas mentalmente para las personas con discapacidad.
Tras la operación de conexión de los electrodos con el brazo, esperaban 14 semanas de entrenamiento para que Jan aprendiese a usar el dispositivo. Sin embargo, tan sólo dos semanas después del implante y con sólo dos sesiones de entrenamiento, la mujer ya movía el brazo libremente sin ayuda del ordenador. Tres meses más tarde, la paciente ya completaba con éxito el 91,6% de las tareas y hasta 30 segundos más rápido que al principio. El próximo paso es la incorporación de sensores en la prótesis que permitan al paciente distinguir entre frío y calor o áspero y suave.
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