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Su nombre es Chapapote, aunque no ha tenido solo ese. Con un importante "palmarés"en competiciones y considerado uno de los mejores sementales de su raza, este galgo ha sido por fin rescatado de las garras de una red delictiva que ganó más de medio millón de euros a su costa.
Hace cuatro años una banda robó a Chapapote, pero gracias a que la Real Federación Española de Galgos estableció un nuevo sistema de registro de los perros basado en el ADN, la Guardia Civil ha recuperado a este animal y, tras un exquisito cuidado en sus instalaciones de El Pardo (Madrid), ha podido ser devuelto a su dueño, visiblemente emocionado por el reencuentro.
Durante todo este tiempo, Chapapote, al que cambiaron el nombre por el de Liti el Pastor, ha estado en manos de una organización dedicada al robo y secuestro exprés de estos animales de competición para, entre otras cosas, cruzarles con hembras por entre 600 y 1.000 euros casa monta.
Pero la banda, que actuaba en varias provincias españolas, también se dedicaba a amañar la concesión de premios y las apuestas en las carreras.
¿Cómo se recuperó a Liti el Pastor, al que otra vez volverá a llamarse Chapapote? Lo ha explicado a Efe el teniente Óscar Fernández Camacho, uno de los mandos del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil.
Fue la Real Federación de Galgos la que dio la voz de alarma. En su novedoso registro de perros, este organismo detectó que el ADN de un galgo que alguien quería inscribir era el mismo que uno ya registrado, aunque el nombre y el microchip eran distintos.
Sus responsables, encabezados por su presidente, Luis Ángel Vegas, se pusieron en contacto con el Seprona que, inmediatamente, inició una investigación que ha durado siete meses y que se centró, sobre todo, en barrios marginales de Sevilla y Badajoz, tal y como explica el teniente.
Las pesquisas dieron su fruto y la Guardia Civil descubrió la existencia de un red de delincuentes, todos con antecedentes policiales, que podría estar detrás del robo de galgos de competición y de hembras reproductoras.
Una de sus víctimas fue Chapapote, objeto de deseo de la organización dado su brillante historial en las carreras. Ningún perro mejor que éste para montarlo con galgas, ya que cada monta podría reportar a la red entre 600 y mil euros.
La genética del animal es muy valorada en el mundillo de la competición de galgos, recuerda la Guardia Civil, ya que supone pasar a la condición de semental.
Por ello, los investigadores tienen claro que los clientes que adquirían los cachorros nacidos tras las montas de Chapapote y otros galgos como él, sabían perfectamente de dónde procedía el animal que compraban, ya que, de lo contrario, no hubieran pagado esas cantidades.
Junto a Chapapote, la banda robó más galgos a los que había "ojeado"en las distintas competiciones y los ofrecía en el mercado negro e, incluso, a su propietario, al que se lo habían sustraído en una especie de secuestro exprés.
De este modo, la organización logró pingües beneficios. Tanto es así, que los investigadores calculan que el dueño de Chapapote ha dejado de ingresar entre 300.000 y 500.000 euros por las cubriciones de su galgo en los cuatro años que ha estado en poder de la banda.
No ha sido fácil localizar a este galgo, pero su hallazgo ha permitido desarticular una organización delictiva, detener a ocho de su miembros e imputar a otros 29 por delitos de manipulación de competiciones, falsedad documental, robo y maltrato animal.
Y es que a Chapapote le cambiaron el microchip, lo que conllevó instalarse otro, y le practicaron un nuevo tatuaje, con el consiguiente daño físico para el animal.
Un perro, dice Vegas, "muy cotizado y muy deseado por los indeseables"que los utilizan y los roban, un delito que para el presidente de la Federación de Galgos no está los suficientemente castigado, ya que se considera hurto.
Chapapote está todavía muy delgado y eso a pesar de que la Guardia Civil le ha cuidado durante un mes en su Servicio Cinológico con mucho cariño. Lo trasladaron allí porque los agentes consideraron que era el lugar más seguro.
En cualquier perrera podría haber sido robado otra vez, subraya el teniente coronel Juan Carlos Merino, uno de los agentes que ha cuidado a Chapapote, al que tuvieron que desparasitar y cuidar su heridas.
Chapapote juega con el teniente. Ya es mayor y después de cuatro años, vuelve con su dueño, quien no ha podido evitar las lágrimas en el reencuentro. Ambos se han reconocido.
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