
Opinión
Como madres por rastrojo
La ONG internacional Make Mothers Matter revela que que el 78% se confiesan sobrecargadas

Mis hijos nacieron en 1990, 1991 y 1992, tan deprisa y tan seguido que en el periódico me tachaban de “coneja” y me ridiculizaron en la picota del cartel de avisos de la redacción. Me dolió, pero ahora no se lo reprocho al gracioso de turno, porque mi memoria conserva aquellos momentos agobiantes en que el jefe de redacción me enviaba de viaje al extranjero y yo pasaba la noche cociendo zanahorias y preparando potitos con etiquetas con los días de la semana, escribiendo listas de instrucciones y organizando turnos. Llegaba al avión que nos llevaba a Belgrado, Prizren o Tirana con pelos de loca, sudando como un pollo y comprobaba que Alfonso Rojo seguía tan guapo como siempre y Herman Terscht, con su americana de tweed, encabezaba el ranking de reporteros elegantes. En la pista, mujeres impolutas cogían a sus niños de la mano y se despedían con la mano de los papás. Recuerdo aquellos años como una contrarreloj.
Pensaba que las cosas habían cambiado porque veo muchos hombres cocinitas haciendo la compra, los gobiernos han alargado las bajas de maternidad y paternidad y las empresas favorecen la compatibilidad. Las encuestas, sin embargo, lo desmienten. La ONG internacional Make Mothers Matter revela que las mujeres siguen asumiendo dos terceras partes de las tareas domésticas, que el 78 por 100 se confiesan sobrecargadas y que más de la mitad manifiesta ansiedad, depresión o agotamiento mental. El informe del “Estado de la maternidad en Europa 2024” añade que las madres españolas presentan los peores niveles de ansiedad (42 por 100 frente a la media de 32 por 100) y de agotamiento (tres puntos más).
Según los especialistas, hay algunas novedades en la crianza que empeoran la tarea. Para empezar, los niveles de exigencia son más altos y la presión de las redes sociales, la sobreinformación y la medicalización de la crianza dificultan la tarea. Y, para seguir, sólo un 53 por 100 de las madres siente que su papel es reconocido por la sociedad.
No puede ser que las mujeres españolas sigan asumiendo el 64 por 100 de las tareas domésticas, independientemente de cuál sea su situación laboral. Tampoco que tener hijos sea un camino hacia el empobrecimiento económico familiar y un obstáculo para el progreso laboral. Y quizá añadiría, como abuela primeriza, que perseguir al niño con comunicadores electrónicos que revelan cada suspiro y alteran a los padres, endeudarse para comprar un carrito infantil por mil euros, tener tantos aparatos de asistencia que es imposible viajar en verano sin parecer un circo ambulante u obsesionarse con la lactancia a demanda hasta los cuatro años no parecen soluciones proporcionadas a un mundo tan complicado como el nuestro.
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