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Así se gestó el bombardeo
Los científicos que trabajaban en el proyecto Manhattan, en el laboratorio de los montes Jémez, en los Álamos, Nuevo México, dirigidos por Robert Oppenheimer, habían proyectado tres ingenios que pudieran soportar las reacciones en cadena de neutrones rápidos y explosionar. Eran «Fat Man», «Little Boy» y «The Gadget». El 12 de abril de 1945 murió Roosevelt y Truman, su sucesor, continuó el plan. Al mes siguiente, anunció al Congreso de los EE UU que sólo aceptaría la rendición incondional de Japón. James Byrnes, secretario de Estado, era firme partidario de terminar la guerra antes de que la URSS interviniera en Asia. El Comité para el uso de la bomba aconsejó a Truman lanzarla sin adventencia y lo antes posible: «No vemos ninguna alternativa aceptable a la utilización militar directa».
«The Gadget» fue detonado en Álamo Gordo, Nuevo México, el 16 de julio de 1945, en la llamada «Jornada del muerto». La nube en forma de hongo alcanzó 12 kilómetros y produjo una cantidad inesperada de energía: 20 kilotones. Llamaron inmediatamente a Truman, que estaba en Postdam, a las afueras de Berlín, para comunicarle el éxito. El presidente de EEUU, tras discutir acaloradamente con la delegación soviética por el futuro de Polonia, espetó a Stalin que tenía a punto la bomba atómica.
Todo el uranio 235 y el plutonio almacenados en los Álamos se instalaron en las bombas, entregadas en la isla de Tinian en las Marianas. El 6 de agosto, el B-29 bautizado como «Enola Gay», cuya tripulación al mando de Paul Tibbets llevaba preparándose un año para este vuelo, despegó acompañado por otro avión, y un tercero provisto de cámaras para grabar la explosión.
Hiroshima se había preservado de los bombardeos ordinarios para probar los efectos de la bomba atómica en una ciudad intacta. A las 8:15 soltó a «Little Boy». Explotó a los 53 segundos, a un kilómetro y medio del suelo.
El 9 de agosto se repitió sobre Nagasaki. Entre las muertes instantáneas, los malheridos, y el envenenamiento por radiación se calcula que fallecieron casi 250.000 personas; casi la misma cantidad de chinos asesinados en pocos días por el ejército japonés en Nanking en diciembre de 1937; o la mitad de japoneses muertos en la batalla de Okinawa en la primavera de 1945; o la décima parte de los norteamericanos que dieron su vida en la larga batalla de Iwo Jima.
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